Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
En nuestra prisa por construir culturas modernas, hemos olvidado cómo sostenerlas.
Muchas personas hoy en día – particularmente entre los intelectuales, los jóvenes y aquellos que provienen de culturas que mantienen un sentido de propósito colectivo – todavía se aferran a valores altruistas y espirituales, y no pierden la esperanza ante las fuerzas destructivas que se arremolinan a su alrededor. Pero el vacilar o el fracaso de algunas de los movimientos más liberales de la izquierda demuestra que un apego intelectual a los derechos humanos, la solidaridad, la preocupación por los excluidos y los marginados, y la redistribución de la riqueza no es suficiente. Los movimientos de la izquierda son tan destrozados por el ego, la ambición y la lucha por el poder como aquellos en la derecha.
Lo que falta es el nivel d educación y transformación espiritual en cada individuo. El potencial humano llega a buen término cuando es cultivado en un espíritu de servicio desinteresado, sin orgullo, sin deseo de ser superior a nadie, dispuesto a acompañar a otros en sus propios actos de servicio y así convertirse en parte de una comunidad de aprendizaje que evoluciona orgánicamente. Es esta dimensión de la educación que está ausente hoy en gran parte de las sociedades alrededor del mundo. Este tipo de educación espiritual capacita a cada individuo para refinar su carácter y contribuir a una civilización en continuo progreso. En este nivel, la responsabilidad personal efectiva y la rendición de cuentas puede construir las instituciones de la sociedad.
Esto nos lleva a la gran ausencia en los esfuerzos por abordar las crisis en el mundo actual: la religión. Tradicionalmente la religión ha proporcionado a las multitudes con valores morales y éticos básicos. La religión ha enseñado sobre el bien y el mal, los santos y los pecadores, y los valores altruistas que construyen culturas duraderas – frente a la codicia, la lujuria, la indolencia, el orgullo, y la violencia tan valorada en las sociedades actuales basadas en el mercado. Sin embargo, hoy en día, incluso en las sociedades que se dicen ser religiosas, carecen en gran medida de estos valores éticos, o se dan alabanza, mientras la gran mayoría busca objetivos egoístas y materialistas. Cuando la religión ha sido reemplazada por una ideología secular, los resultados no son mejores, y el miedo a menudo impone valores comunes en lugar de la motivación interna positiva que la religión puede proporcionar.
Curiosamente, un nuevo estudio sobre construcción de civilizaciones por un ateo declarado Peter Turchin, llamado Ultrasociedad: Cómo 10,000 años de guerra hizo de los seres humanos grandes cooperadores en la tierra (Ultrasociety: How 10,000 Years of War Made Humans the Greatest Cooperators on Earth), identifica a la religión como la principal explicación para el surgimiento a gran escala de complejas civilizaciones. En un estudio previo en la revista Nature, Turchin advirtió del inminente colapso de nuestra propia civilización debido a la creciente concentración de riqueza, la pérdida de la cohesión social y el abandono de los jóvenes.
Sin embargo, la religión en la mayoría de sus expresiones hoy en día no está a la altura de la tarea. En su declaración a la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible celebrada en Johannesburgo en 2002, la Comunidad Internacional Bahá’í proporcionó un análisis detallado del desafío que enfrentan las religiones con respecto a los esfuerzos de las Naciones Unidas para abordar los problemas del mundo. Destacó: “tanto el poder constructivo que la religión puede jugar en la creación de un orden global pacífico y próspero, como el impacto destructivo que el fanatismo religioso puede tener sobre la estabilidad y el progreso del mundo”, y se refirió al fracaso de las Naciones Unidas “para abordar la intolerancia religiosa como el mayor obstáculo para la paz y el bienestar”.
“Cada vez es más claro que, el paso a la etapa culminante en el proceso milenario de la organización del planeta como un hogar para la familia humana entera no puede ser logrado en un vacío espiritual. La religión, según los escritos bahá’ís, es “fuente de iluminación, causa de desarrollo e impulso animador de todo progreso humano” y “ha sido la base de toda civilización y progreso en la historia de la humanidad”. Es la fuente del significado y esperanza para la gran mayoría de los habitantes del planeta, y tiene un poder ilimitado para inspirar el sacrificio, el cambio y el compromiso a largo plazo en sus seguidores. Por lo tanto, es inconcebible que una sociedad global próspera y pacífica – una sociedad que nutre una diversidad espectacular de culturas y naciones – puede ser establecida y sostenida sin involucrar directa y sustancialmente a las grandes religiones del mundo en su diseño y apoyo.» – Religion and Development at the Crossroads: Convergence or Divergence?, Comunidad Internacional Bahá’í, 2002. [Traducción de Cortesía]
Las enseñanzas bahá’ís han sostenido durante mucho tiempo que la religión es la clave para lograr la cohesión y la unidad que el mundo necesita tanto. Ya en 1875, ‘Abdu’l-Bahá escribió que sólo la religión puede engendrar la verdadera comunión y unión entre la humanidad:
Es cierto que el medio más importante para el logro del avance y gloria del hombre, el instrumento supremo para la iluminación y redención del mundo, es el amor y el compañerismo, y la unidad entre todos los miembros de la raza humana. Nada puede llevarse a cabo en el mundo, ni siquiera como proyecto, sin unidad y acuerdo, y el medio perfecto con que engendrar compañerismo y unión es la verdadera religión. – ‘Abdu’l-Bahá, El secreto de la civilización divina, página 74.
La religión es la luz del mundo, y el progreso, el logro y felicidad del hombre se deben a la obediencia a las leyes dispuestas en los Libros santos. En suma, cabe demostrarse que, en esta vida, tanto externa como internamente, es la religión la estructura más poderosa, la más sólidamente establecida, la más perdurable, la que vela por el mundo, la que garantiza las perfecciones espirituales y materiales de la humanidad, y protege la felicidad y la civilización de la sociedad. – ‘Abdu’l-Bahá, El secreto de la civilización divina, página 72
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