Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Los bahá’ís consideran que, tarde o temprano, la paz mundial es inevitable.
Tenemos la posibilidad de unirnos de forma voluntaria y establecer relaciones pacíficas entre todos los pueblos y las naciones; o podemos librar guerras destructivas y devastadoras, y de esta manera, ser conducidos, exhaustos y agotados y derrotados, hacia una unificación forzada y obligada por la necesidad imperante.
La paz le llegará a la humanidad, escribió Bahá’u’lláh, cuando la humanidad decida finalmente que estamos hartos de guerras:
Esas luchas sin objeto, esas guerras desastrosas desaparecerán y la «Más Grande Paz» reinará. Sin embargo, vemos a vuestros reyes y gobernantes disipando sus tesoros más en medios de destrucción de la raza humana que en aquello que proporcionaría felicidad a la humanidad… Estas luchas, este derramamiento de sangre y esta discordia cesarán y todos los hombres serán como miembros de una sola familia. … Que ningún hombre se gloríe de que ama a su patria; que más bien se gloríe de que ama a sus semejantes… – Bahá’u’lláh y la nueva era, página 41.
A partir de este extenso e históricamente fundamentado enfoque de la paz mundial, los bahá’ís de todo el mundo han llegado a varias conclusiones e hitos en su afán por construir la paz. Se hizo entrega de gran parte de esta sabiduría acumulada a los líderes del mundo en 1985, cuando la Casa Universal de Justicia, órgano rector de La comunidad bahá’í mundial, emitió una declaración titulada La promesa de la paz mundial. Iniciaba de la siguiente manera, con una promesa puntual:
La Gran Paz hacia la que las gentes de buena voluntad han inclinado sus corazones a lo largo de los siglos, esa paz que los videntes y los poetas han vaticinado generación tras generación y que han prometido constantemente las sagradas escrituras de la humanidad, está, por fin, al alcance de todas las naciones. Por primera vez en la historia puede contemplarse el planeta entero, con toda su gran variedad de pueblos, en una sola perspectiva. La paz del mundo no sólo es posible, sino también inevitable. La próxima etapa en la evolución de este planeta es, en palabras de un gran pensador, «la planetización de la humanidad». – La Casa Universal de Justicia, La Promesa de la paz mundial, página 11.
Citando al teólogo y filósofo Pierre Teilhard de Chardin en su libro ‘El futuro del hombre’, la Casa Universal de Justicia señaló una de las ideas centrales y un ideal bahá’í – que la humanidad, así como cada ser humano a título individual, pasa por un proceso paulatino de maduración. Es decir que, como especie, evolucionamos desde una etapa de desarrollo espiritual a la siguiente – y ha llegado la hora de que el camino evolutivo de la humanidad alcance la unidad mundial y la paz universal.
Una gran barrera conceptual interrumpe nuestro paso, la Casa Universal de Justicia escribió:
…se ha desarrollado una contradicción paralizante en los acontecimientos humanos. Por una parte, gentes de todas las naciones proclaman no sólo su buena disposición, sino también su anhelo de paz y concordia para que desaparezcan los acuciantes temores que atormentan su vida diaria. Por otra parte, se acepta con conformidad la tesis de que los seres humanos son incorregiblemente egoístas y agresivos y, por lo tanto, incapaces de construir un sistema social que sea a la vez progresista y pacífico, dinámico y armónico, un sistema que permita el libre juego de la creatividad e iniciativa individuales, pero basado en la cooperación y la reciprocidad. – La Casa Universal de Justicia, La promesa de la paz mundial, pág. 14.
A medida que la necesidad de la paz se vuelve más apremiante, esta contradicción fundamental, que impide su realización, exige una nueva evaluación de las suposiciones sobre las que se basa el punto de vista común del destino histórico de la humanidad. Examinándola desapasionadamente, la evidencia revela que dicha conducta, lejos de reflejar la genuina naturaleza del hombre, representa una tergiversación de su espíritu. La rectificación de este punto de vista permitirá a todos poner en marcha las fuerzas sociales constructivas que, por ser acordes con la naturaleza humana, producirán concordia y cooperación en vez de guerras y conflictos.
En la actualidad, a casi treinta años desde la redacción de este mensaje, los científicos e investigadores comienzan a concordar con dicha conclusión. Los bahá’ís consideran que la nobleza es inherente, innata al verdadero ser humano – que no tenemos que encarar un futuro de eterna violencia, guerra y muerte; sino que, podemos prever una paz verdadera y perdurable.
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