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Espiritualidad

El significado espiritual del número 6

Ned Walker | Jul 7, 2021

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Ned Walker | Jul 7, 2021

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El número seis simboliza la condición intermedia y transitoria del ser humano, ya sea como individuo o como humanidad colectivamente, y puede tener connotaciones negativas, neutras o positivas.

Este simbolismo tiene su origen en el relato de la creación del Génesis, donde el «hombre» aparece recién en el día 6, antes de la perfección de la creación en el día 7. La Biblia hebrea (o Tanaj) compara el alma humana con una condición de esclavitud cuando su naturaleza inferior tiene el dominio sobre ella. El relato del Éxodo sobre la esclavitud en Egipto proporciona una poderosa alegoría de esta condición; de hecho, el Tanaj indica que un esclavo hebreo será retenido durante 6 años y liberado en el año 7, asociando la esclavitud con el número 6 en Éxodo 21:2, Jeremías 34:14, Deuteronomio 15:12.

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El relato del Éxodo, que algunos interpretan como una alegoría del viaje espiritual del alma, indica que «600.000 hombres a pie» salieron de Egipto y entraron en el desierto para vagar durante 40 años (véase Éxodo 12:37 y Números 11:21). Aquí, el numeral 6 en el número seiscientos mil puede referirse al humano existencial, significando una persona que deja atrás la esclavitud del yo, simbolizada por Egipto y su esclavitud. Los «cientos de miles» que acompañan a ese 6 podrían referirse a las multitudes, es decir, al pueblo de Israel y, en realidad, a toda la humanidad si consideramos el Éxodo de forma alegórica. El número seis aparece también en la Biblia cristiana, pero los dichos sapienciales sobre el matrimonio sustituyen al motivo de la esclavitud del Tanaj.

A menudo en las escrituras sagradas -como enseña Abdu’l-Bahá en Contestación a unas preguntas– la imagen femenina en una historia representa el alma del hombre, mientras que la imagen masculina representa el espíritu del hombre, como en el relato del Génesis sobre Eva y Adán. Esa alegoría plantea la siguiente pregunta: ¿se casa el alma con su naturaleza inferior, material, o con su naturaleza superior, espiritual? En la historia de las bodas de Caná (Juan 2:6), Jesús llega como invitado y convierte el agua contenida en 6 tinajas en vino. El evangelista Juan retrata la llegada del Esposo -el mensajero universal de Dios que trae los medios para alcanzar nuestra naturaleza superior- en un momento en que la humanidad está «casada» con su naturaleza inferior (es decir, materialista), representada por esas 6 tinajas y el agua rancia que contienen. 

Jesús llega entonces como el verdadero Esposo para sustituir a este falso marido, y en el relato convierte simbólicamente el agua en vino, revelando que su palabra y el espíritu que transmite son como un buen vino que embriaga el alma. Esas 6 tinajas representan también la pasada dispensación religiosa, que ha perdido su sabor. Jesús renueva y restaura, convirtiendo su mera agua en vino satisfactorio. Con este nuevo espíritu, saca al pueblo de su «atasco» en su etapa intermedia de 6 hacia su etapa superior de perfección espiritual.

Un segundo relato del capítulo 4 del Evangelio de Juan, el de la mujer samaritana que saca agua en el pozo de Jacob, refuerza este punto de vista:

Jesús le dice: «Ve, llama a tu marido y ven aquí; la mujer respondió y dijo: «No tengo marido». Jesús le dijo: «Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y ahora el que tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad». – Juan 4:16-18.

El texto indica que la interacción entre Jesús y la mujer tuvo lugar a la hora sexta. La mujer de esta historia, que representa el alma humana, y en este sentido la humanidad en general, ha tenido 6 maridos: 5 en el pasado más el actual, aunque Jesús le dice que entiende de verdad que ninguno de ellos es su verdadero marido. Implícitamente, Jesús llega para ser el séptimo y verdadero esposo para ella, casando su espíritu de vida con su alma sedienta en el pozo sagrado, del que puede sacar el agua de la vida. El evangelista Juan utiliza el número 6 con gran efecto en estos dos textos compactos y sutiles, uno de los cuales sigue de cerca al otro en la serie.

En el Apocalipsis se dice que el número del hombre es el 6:

He aquí la sabiduría. El que tiene entendimiento, que cuente el número de la bestia, porque es número de hombre, y su número [es] 666. – Apocalipsis 13:18. 

El artículo «de» delante de la palabra «hombre» es una licencia del traductor, porque el texto original en griego koiné carece de él. De hecho, hay muchas traducciones y fuentes griegas modificadas de este texto, algunas de las cuales distorsionan los numerales. Sin embargo, la visión más sencilla es pensar en el número como «6 6 6».  Una forma de interpretar el texto es entender que el 6 triplicado se refiere al humano existencial: el número del hombre.

En Contestación a unas preguntas, Abdu’l-Bahá habló del surgimiento del clan Omeya dentro del Islam, haciendo referencia a la imagen de una bestia de múltiples cabezas en Apocalipsis 12: 3-4 como símbolo de esa dinastía. Este clan usurpó la sucesión sangrienta después de la muerte del Profeta Muhammad mediante el asesinato y la traición, reclamó el Califato y llegó a dominar gran parte de la civilización y la expansión islámica temprana, en gran medida a través de un proceso de autopromoción e interés propio encubierto dentro del velo de la autoridad religiosa y secular. Así, los Omeyas pueden ser comparados con un humano bestial simbolizado por el número 6 (mencionado solo un capítulo más adelante), porque en realidad enfatizaron el humano-bestial con la pretensión de ser una autoridad para el humano-ángel. En Las palabras ocultas, Bahá’u’lláh define sucintamente la naturaleza de esta bestialidad:

¡Oh vosotros que parecéis bellos pero por dentro sois viles! Sois como agua clara pero amarga, que aparentemente es pura y cristalina, pero de la cual, al ser probada por el divino Catador, ni una gota es aceptada.

En los escritos bahá’ís, el número seis aparece rara vez pero de forma conmovedora en un gran momento de transición: en la Oración Bahá’í por los Difuntos. Los versos sucesivos que se recitan al final de la oración suman seis, cada uno de ellos recitado 19 veces. Esta oración, revelada por Bahá’u’lláh para su uso congregacional en el momento del funeral y el entierro, es la única oración congregacional bahá’í. Esos 6 versos repetidos simbolizan la transición del alma de esta vida terrenal a su hogar celestial.

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