Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Hoy en día, cada vez más gente se identifica con el término «feminista» para mostrar su apoyo a las mujeres. Aunque cada vez es más popular ser feminista y proclamar la igualdad entre hombres y mujeres, he observado que al tratar de lograr la igualdad, muchas personas utilizan, a propósito o por accidente, normas opresivas que pueden convertirse en formas sutiles de misoginia. A pesar de su popularidad, el feminismo y la igualdad de género a menudo se malinterpretan.
Una de las preguntas más persistentes que he tenido en mi pensamiento sobre estas cosas: ¿significa el feminismo sujetar a las mujeres a los mismos estándares sesgados a los que históricamente hemos sujetado a los hombres?
Los escritos bahá’ís hacen hincapié en la necesidad de que la humanidad ponga fin a la opresión contra las mujeres para que podamos abordar otras cuestiones en nuestra sociedad. En su libro «La promulgación de la paz universal», Abdu’l-Bahá, hijo de Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, escribió: “Porque el mundo de la humanidad consiste de dos partes o miembros: uno es la mujer; el otro es el hombre. Hasta que estos dos miembros no sean igualmente fuertes, no podrá establecerse la unidad de la humanidad y la felicidad y dicha de la raza humana no será una realidad”.
Puede ser difícil entender cómo se interconectan aquellos diferentes temas. La opresión generalizada sobre la mujer tiene todo tipo de efectos de los que no somos conscientes porque estamos acostumbrados a una realidad injusta. Por ejemplo, Abdu’l-Bahá explicó que la guerra está ligada a la desigualdad de género. Él dijo que «La igualdad entre el hombre y la mujer conduce a la abolición de la guerra debido a que la mujer jamás estará dispuesta a aprobarla… No cabe duda de que cuando la mujer obtenga la igualdad de derechos, la guerra entre la humanidad cesará por completo”.
En contraste, he visto a gente presionar a las mujeres para que se comporten de la misma manera en que los hombres son socializados a actuar. Los hombres a menudo son socializados a actuar sin emociones, de manera demasiado asertiva y agresiva en lugar de ver la vulnerabilidad emocional, la empatía y la amabilidad como fortalezas. Asimismo, las mujeres emocionalmente vulnerables o estereotipadamente «femeninas» suelen considerarse menos dignas de respeto o «menos progresistas».
Independientemente de cómo se presenten al mundo, las mujeres reciben un juicio basado en las elecciones que hacen en su trabajo, en sus relaciones personales y profesionales, o en su forma de vestir. Del mismo modo, pueden sentirse presionadas a ser menos emotivas o a comportarse de forma sexualmente explotadora -como se ha animado históricamente a los hombres- como prueba de que están «liberadas» de la opresión a la que se enfrentan.
En lugar de aceptar y valorar la amplia diversidad de personalidades que todas las personas pueden tener, la gente confunde la equidad con el mantenimiento del mismo estándar sesgado para todos. Este malinterpretado feminismo solo crea una nueva caja alrededor de las mujeres.
Los escritos bahá’ís dicen que a medida que los valores femeninos lleguen al centro de nuestra sociedad, muchos de los problemas del mundo comenzarán a sanar: “La felicidad de la humanidad se concretará cuando las mujeres y los hombres se coordinen y avancen igualitariamente, pues cada uno es el complemento y el asistente del otro”.
Esto requiere poner fin a otra sutil forma de misoginia: cuando los comentarios de las mujeres se dejan de lado o se dejan sistemáticamente al margen en las conversaciones, simplemente porque no están de acuerdo con las opiniones de los hombres. Cuando se trata de comunicar con empatía y compasión sobre sus derechos, las mujeres no están destinadas a llevar la peor parte del trabajo.
Los escritos bahá’ís animan a la gente de diferentes orígenes e identidades a dar un paso adelante. Aunque los hombres suelen ser socializados a ser más agresivos, testarudos y argumentativos que las mujeres, pueden trabajar en favor de formas de comunicación más suaves y cuidadosas, elevando las voces de las mujeres y comenzando a cerrar la brecha entre los géneros.
Abdu’l-Bahá explicó en un discurso en 1911: “Para poder encontrar la verdad tenemos que abandonar todos nuestros prejuicios, nuestras nociones triviales; una mente abierta y receptiva es esencial. Si nuestro cáliz está lleno de egoísmo, no hay lugar en él para el Agua de Vida”.
Cuando aceptamos que nuestro género no está atado a nuestra verdadera esencia, se hace más fácil superar los anticuados roles de género y las agudas divisiones entre la masculinidad y la feminidad. Nuestras almas no tienen un género. Como dijo Abdu’l-Bahá en un discurso en 1912: “En la estimación de Dios no existe el sexo. Aquel cuyas acciones son más loables, cuyos dichos son mejores, cuyos logros son más útiles, está más cerca y es más apreciado en la estimación de Dios, sea hombre o mujer”.
Hasta donde puedo saber, el principio bahá'í de igualdad no designado como feminismo en ninguno de los Escritos y textos oficiales de la Fe, ni antes ni recientemente.Lógicamente hay puntos comunes con el feminismo.