¿En qué consiste el verdadero perdón?

La gente siempre dice que cuando perdonas a alguien, no es solo por la persona a la que perdonas, sino también por ti mismo. Pero, ¿cómo funciona esto? ¿Qué es el verdadero perdón?

Poner en práctica esta idea suele ser muy difícil. A menudo nos cuesta perdonar a los demás y a veces no sabemos cómo es el verdadero perdón. Para tratar de entender el significado del verdadero perdón, he investigado las explicaciones que ofrecen los escritos bahá’ís.

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Los escritos bahá’ís abordan el perdón desde muchos ángulos. Uno de ellos es el perdón de los demás. Naturalmente, cuando somos agraviados, tenemos una reacción emocional – a veces nos sentimos abrumados por la ira, mientras que otras veces sentimos una ola de tristeza. A veces, nos sentimos traicionados e inseguros, y otras veces nos sentimos totalmente horrorizados por lo que otra persona nos ha hecho. Con esto en mente, me encontré con un pasaje de los escritos bahá’ís que me hizo preguntarme si entendía el perdón en absoluto.

En este pasaje, Abdu’l-Bahá, el hijo del profeta y fundador de la fe bahá’í, Bahá’u’lláh, dijo: “Si alguien comete un error o daño en vuestro perjuicio, debéis perdonarlo instantáneamente”.

Este pasaje me dejó perpleja. Me pregunté: ¿Cómo puedo perdonar a la gente de inmediato? ¿No necesito tiempo para procesar mi dolor antes de poder perdonar?

Al reflexionar sobre estas preguntas, me di cuenta de que tal vez el perdón no significa que dejemos atrás todas las emociones negativas. A menudo asumimos que alguien tiene que sentirse complaciente con lo sucedido para poder perdonar, pero esta definición podría quedarse corta respecto a la esencia del verdadero perdón. El verdadero perdón permite que afloren las emociones naturales que experimentamos, y puede significar reconocer que las personas que nos han hecho daño son complejas, defectuosas y nobles, igual que nosotros.

Otro pasaje me ayudó a comprender mejor que avanzar hacia el perdón y hacerlo lo antes posible es realmente beneficioso para nuestra salud interna. La Casa Universal de Justicia, el órgano de gobierno bahá’í internacional elegido democráticamente, escribió que el perdón «es una parte esencial del crecimiento espiritual de una persona que ha sido perjudicada. Alimentar un agravio u odio contra otra alma es espiritualmente venenoso para el alma que lo alimenta, pero esforzarse por ver a otra persona como un hijo de Dios y, por muy atroces que sean sus actos, intentar pasar por alto sus pecados por amor a Dios, elimina la amargura del alma y la ennoblece y fortalece» [Traducción provisional por Oriana Vento].

¿Pero qué pasa con la injusticia? ¿Significa esto que se espera que sociedades, organizaciones y comunidades enteras olviden la historia, o que dejen de lado el hecho de que la injusticia sigue floreciendo en nuestro mundo? Los escritos bahá’ís aclaran que tanto el perdón como la justicia son necesarios para crear un mundo más sano. Una cita de la Asamblea Espiritual Nacional de los bahá’ís de Estados Unidos, incluida en una recopilación de orientaciones para las Asambleas Espirituales Locales bahá’ís, lo aclara:

«Aunque se exhorta a los individuos a perdonarse mutuamente a nivel personal, esto no implica un derecho por parte de un individuo a excusar a otro de las consecuencias de una conducta grave o de un acto delictivo. El juicio en tales asuntos… solo puede ser proporcionado por instituciones debidamente constituidas». [Traducción provisional por Oriana Vento].

Además, cuando pensamos en poblaciones vulnerables específicas y en comunidades históricamente oprimidas, es responsabilidad de toda la comunidad practicar la vigilancia. No utilizamos el perdón como excusa para permitir la perpetuación de la injusticia. A menudo hablamos del perdón en el contexto de perdonar a los demás. Aunque aprender a perdonar a los demás requiere ciertamente nuestra atención, podemos olvidar la relación que existe entre la forma en que tratamos a los demás y la forma en que nos tratamos a nosotros mismos. Para tratar a los demás con amabilidad y perdón, tenemos que aprender a bañarnos en este mismo amor. Las enseñanzas bahá’ís dicen que debemos: «Ruega a Dios de día y de noche y suplícale indulgencia y perdón. La omnipotencia de Dios resolverá todas las dificultades».

Al orar por el perdón, cualquier vergüenza o culpa interna que alberguemos puede ser sanada. De hecho, este pasaje sugiere que toda dificultad puede resolverse pidiendo el perdón de Dios. En mi propia vida y en mis oraciones, me gusta recordarme a mí misma que, cuando oro a Dios, no estoy orando a una entidad lejana, sino que Dios está cerca e incluso dentro de mí.

Animar a este pequeño pedazo de Dios que existe dentro de mí a perdonar es un paso para eliminar las barreras que se interponen en el camino para contribuir a la salud y la felicidad de mí misma y de los demás.