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Por qué la creación de una sociedad unificada comienza en casa

Jennifer Boles , Gouya Zamani | Nov 23, 2020

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Jennifer Boles , Gouya Zamani | Nov 23, 2020

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Dios nos programó para buscar conexión con otros, para buscar el contacto humano. Todos quieren pertenecer a algún lugar, sentirse conectados y saber que son amados, valorados y protegidos, incluso los miembros de nuestra familia. Anhelan sentirse apreciados y respetados por lo que son: seres nobles. Amar y buscar la paz de nuestros hogares y familias significa que debemos ser humildes y mostrar – y sentir – reverencia por nuestros seres queridos.

¿Cómo lo hacemos? Debemos recordar quiénes somos a través de la auto-reflexión, la oración, la meditación de la palabra de Dios, y luego tomar medidas para mostrar ese amor. Como escribió Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe bahá’í:

Di: Que la veracidad y la cortesía sean vuestro adorno. No permitáis ser privados del manto de la paciencia y justicia, para que los dulces aromas de santidad sean exhalados desde vuestros corazones sobre todas las cosas creadas. Di: Cuidado, oh pueblo de Bahá, no sea que andéis por los caminos de aquellos cuyas palabras difieren de sus hechos…

Acerca de esto, Bahá’u’lláh también escribió: “¡OH HIJO DEL POLVO! En verdad te digo: de todos los hombres el más negligente es aquel que disputa inútilmente y trata de sobresalir por encima de su hermano. Di: ¡Oh hermanos! Que las acciones, y no las palabras, sean vuestro adorno”.

Sin embargo, en nuestra avanzada era digital, una de las preocupaciones predominantes con respecto a la creciente irrupción de la soledad en el mundo consiste en cómo nos hemos vuelto menos atentos hacia los demás. Nuestra propia supervivencia depende de las relaciones de confianza y apoyo. La conectividad familiar es esencial, y aquellos que la tienen saben lo útil que es sentir que tienes una unidad familiar que siempre estará de tu lado.

Fundamentalmente, no importa cuán sofisticados nos hayamos vuelto tecnológicamente; la conectividad emocional sigue siendo una parte esencial del ser humano. Nos necesitamos unos a otros – tal vez no en las formas que nos han caracterizado evolutivamente, pero sí por una necesidad que sigue siendo esencial para la supervivencia psicológica y espiritual. En la sabiduría y benevolencia de Dios, Él nos diseñó para hacer dos cosas, conocerlo y amarlo, y amar a los demás.

En la Biblia, Mateo 22: 37-40 nos dice, «’Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente’. Este es el primer y más grande mandamiento. Y el segundo es parecido: ’Ama a tu prójimo como a ti mismo’. Toda la Ley y los Profetas se basan en estos dos mandamientos”.

Dado que hemos sido divinamente creados con la capacidad de amar, tenemos una necesidad inherente de amar a los demás. Especialmente en nuestras familias, queremos llenar de amor a nuestros seres queridos y queremos que prosperen. Debido a que nuestras familias son los bloques de construcción de la sociedad, nuestros hogares son un terreno fértil donde podemos crecer espiritualmente y ayudar a nuestros seres queridos en su viaje y relación con Dios.

Si el amor y el acuerdo se manifiestan en una familia, esa familia avanzará y se volverá iluminada y espiritual. Pero si la enemistad y el odio existen en la familia, la destrucción y la dispersión son inevitables. Si deseamos expresar nuestro amor por Dios y por nuestras familias debemos crear un espacio seguro y sagrado en el que el amor pueda florecer. Para mantener el amor y la armonía activos dentro de nuestra familia, es muy importante mostrar que nos preocupamos y valoramos verdaderamente a cada miembro de la familia.

Durante una charla en la Iglesia de la Ascensión en la ciudad de Nueva York en 1912, Abdu’l-Bahá, el hijo de Bahá’u’lláh y su sucesor designado, habló del papel de la familia – y los derechos y responsabilidades de sus miembros:

De acuerdo a las Enseñanzas de Bahá’u’lláh, ya que la familia es una unidad humana, debe ser educada según las reglas de santidad. A la familia le deben ser enseñadas todas las virtudes. La integridad del lazo familiar debe tenerse en cuenta constantemente y los derechos de sus miembros individuales no deben ser transgredidos. Los derechos del hijo, del padre, de la madre, ninguno de ellos debe ser transgredido, ningún de ellos debe ser arbitrario. Así como el hijo tiene ciertas obligaciones hacia su padre, de igual modo el padre tiene ciertas obligaciones hacia su hijo. La madre, la hermana y los otros miembros del hogar tienen sus prerrogativas precisas. Todos estos derechos y prerrogativas deben ser mantenidos, no obstante, la unidad familiar debe ser sostenida. El agravio a uno debe ser considerado como el agravio a todos; la comodidad de cada uno, como la comodidad de todos; el honor de uno, el honor de todos.

Los escritos bahá’ís ponen gran énfasis en la nobleza de los seres humanos y la importancia de que cada persona adquiera las más altas cualidades para servir a sus mejores intereses y a los de su familia.

Comparemos las diferentes naciones del mundo con los miembros de su familia. Una familia es una nación en miniatura. Simplemente agranda el círculo de la familia, y podrás abarcar a todos los países del mundo.  Si ampliamos el círculo de naciones, entonces abarcarás a toda la humanidad. Las condiciones que rodean a la familia rodean a la nación. Los acontecimientos en la familia son los acontecimientos en la vida de la nación. ¿Aumentaría el progreso y el avance de una familia si la desunión y las luchas surgieran entre sus miembros, si compitieran entre ellos, se criticaran, pelearan o se saquearan unos a otros, o fueran celosos, vengativos y buscaran una ventaja egoísta? No, esto sería la causa del fin del progreso y el avance. Así es en la gran familia de las naciones, ya que las naciones no son más que una suma de familias.

Abdu’l-Bahá explicó el efecto dominó de la armonía en nuestros hogares:

Cuando hay unidad en una determinada familia, observad con qué facilidad se conducen los asuntos de esa familia, cómo progresan sus miembros, cómo prosperan en el mundo. Sus asuntos están en orden, gozan de comodidad y tranquilidad, están seguros, su posición está afianzada, llegan a ser la envidia de todos. Tal familia no hace sino acrecentar su situación y su honor perdurable con cada día que transcurre.

En una charla en Boston en 1912, Abdu’l-Bahá también dijo: Si el amor y la armonía se manifiestan en una sola familia, esa familia progresará, se volverá iluminada y espiritual; pero si la enemistad y el odio existen en su seno, la destrucción y dispersión son inevitables.

Como individuos, podemos concentrarnos en nuestra propia transformación, y una vez que hayamos trabajado en nosotros mismos y conozcamos nuestros propios defectos, podremos cumplir la gran y noble tarea de crear un resplandeciente jardín de rosas para nuestras familias.

La auto-reflexión, el control de nuestros egos y la responsabilidad es el primer y más importante paso en nuestro viaje espiritual porque fomenta aquel amor y unidad con los que la familia prospera.  Cada vez que intentamos poner en práctica nuestras cualidades espirituales, corremos el riesgo de fracasar – pero también podríamos tener éxito. De cualquier manera, el crecimiento espiritual toma tiempo.

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