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Las opiniones y puntos de vista expresados en este artículo pertenecen al autor únicamente, y no necesariamente reflejan la opinión de BahaiTeachings.org o de alguna institución de la Fe Bahá'í. El sitio web oficial de la Fe Bahá’í es Bahai.org y el sitio web oficial de los bahá’ís de los Estados Unidos es Bahai.us.
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Las fuerzas que están transformando la faz de nuestro planeta

David Langness | Abr 3, 2023

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David Langness | Abr 3, 2023

Las opiniones y puntos de vista expresados en este artículo pertenecen al autor únicamente, y no necesariamente reflejan la opinión de BahaiTeachings.org o de alguna institución de la Fe Bahá'í.

¿Qué es lo más aterrador que puedes imaginar? Si nos fijamos en el arte contemporáneo de nuestra cultura (literatura, cine, música, teatro), podemos llegar a la conclusión de que el futuro nos da mucho miedo.

Si las artes reflejan nuestra psique colectiva, abundan los escenarios apocalípticos. En películas populares como «No mires hacia arriba», un cometa amenaza el planeta, quizá como metáfora del cambio climático, la guerra mundial o el colapso medioambiental. En muchos otros libros y películas, el holocausto nuclear convierte todo el planeta en un infierno premonitorio. La ficción postapocalíptica tiene ahora su propio género. La proliferación de espeluznantes historias de terror también refleja algo oscuro e inquietante sobre la condición humana, que implica que no tenemos esperanza ni alternativa. La muerte, la devastación y el desastre se han convertido en elementos básicos de la industria del entretenimiento. Su mensaje: el mundo es terrible y todos estamos condenados.

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Tal vez por eso parece tan difícil mantenerse feliz en esta cultura de pesimismo corrosivo y dolor, ¿verdad?

Entonces, como me preguntó un amigo después de que lo llevara a una reunión bahá’í especialmente alegre hace un tiempo, ¿qué hace que los bahá’ís del mundo tengan una visión tan positiva del futuro? Me dijo, y cito: «¿Qué les pasa a ustedes? ¿Por qué están tan felices?». (Debo añadir que es un cínico, con una visión cínica de la humanidad en general, lo que le convierte a veces en un tipo bastante divertido).

Aunque había hecho sus preguntas sonriendo y, al menos en parte, con la lengua bien metida en la mejilla, no dejaron de hacerme reflexionar. Desde una perspectiva, el mundo parece bastante desesperanzado, y cualquier optimismo parece injustificado. Pero a pesar de todo, los bahá’ís tienen mucha esperanza. ¿Por qué?

Tal vez esa perspectiva esperanzadora provenga, como sugiere el sorprendente mensaje de Abdu’l-Bahá en los escritos bahá’ís, del advenimiento de un nuevo mensaje espiritual destinado para toda la humanidad:

¡Oh pueblos del mundo! El Sol de la Verdad ha aparecido para iluminar la tierra entera y para espiritualizar a la comunidad humana. Loables son sus resultados y sus frutos, abundantes las santas evidencias que proceden de esta gracia. Ésta es pura misericordia y generosidad del todo inmaculada; es luz para el mundo y para todos sus pueblos; es armonía y confraternidad, y amor y solidaridad; realmente, es compasión y unidad y el fi n de la separación; es estar en armonía, en completa dignidad y libertad, con todos los que están en la tierra.

En 1863, cuando amaneció la nueva revelación de Bahá’u’lláh, él hizo este urgente llamamiento a la humanidad, pidiéndonos que viéramos, con nuestros ojos espirituales, la renovada efusión de la gracia de Dios:

¡Escuchadme, oh aves mortales! En el Rosedal de esplendor inmutable ha brotado una Flor, comparada con la cual toda flor no es sino una espina, y ante el brillo de cuya gloria palidece y se marchita la esencia misma de la belleza. Levantaos, por tanto, y, con todo el entusiasmo de vuestros corazones, con todo el anhelo de vuestras almas, el pleno fervor de vuestra voluntad y los esfuerzos concentrados de todo vuestro s e r, luchad por alcanzar el paraíso de Su presencia, y esforzaos por aspirar la fragancia de la Flor incorruptible, respirar los suaves aromas de la santidad y obtener una porción de este perfume de gloria celestial.

Sin embargo, Bahá’u’lláh no prometió a la humanidad que todo serían rosas sin espinas. En una de sus Tablas, escribió esta profecía:

¿Hasta cuándo persistirá la humanidad en su extravío? ¿Hasta cuándo continuará la injusticia? ¿Hasta cuándo reinará el caos y la confusión entre los hombres? ¿Hasta cuándo la discordia agitará la faz de la sociedad? …

Los vientos de la desesperación soplan, por desgracia, desde todas las direcciones, y la contienda que divide y aflige a la raza humana aumenta cada día. Los signos de convulsiones y caos inminentes pueden ahora discernirse, en la medida en que el orden prevaleciente parece ser lamentablemente defectuoso. [Traducción Provisional de Oriana Vento].

A primera vista, esta desoladora evaluación de Bahá’u’lláh parecería alinearse con el punto de vista apocalíptico tan predominante en nuestra cultura contemporánea. Pero en esa misma tabla, Bahá’u’lláh acompaña «los vientos de la desesperación» con una admonición universal a sustituir «el orden imperante» considerando a toda la tierra como un solo país:

Si el hombre comprendiera la grandeza de su posición y la sublimidad de su destino, no manifestaría nada que no fuese un carácter excelente, unas obras puras y una conducta decorosa y digna de alabanza. Si los eruditos y sabios de buena voluntad orientasen al pueblo, la tierra entera sería considerada como un solo país. Verdaderamente, ésta es la indudable verdad. Este siervo, por el amor que siente por Dios, el Único, el Sin Par, el Todopoderoso, el Benévolo, ruega a toda alma diligente y emprendedora que haga el máximo esfuerzo y se levante para corregir la situación en todas las regiones y reanimar a los muertos con las aguas vivas de la sabiduría y la prolación.

Entonces, ¿cómo armonizan las enseñanzas bahá’ís estas dos visiones aparentemente divergentes del futuro de la humanidad?

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Shoghi Effendi, el Guardián de la Fe bahá’í, ofreció más tarde, en su libro de 1941 «El día prometido ha llegado», una forma de conceptualizarlas y reconciliarlas. Contrastó la alegría que sienten los bahá’ís por la llegada de un nuevo mensajero divino con una comprensión lúcida de la lamentable condición actual del mundo:

 El propósito de Dios no es otro que el de inaugurar, por medios que sólo Él puede producir, y cuyo pleno significado sólo Él puede desentrañar, la Gran Edad Dorada de una humanidad durante tanto tiempo dividida y afligida. Su estado actual, y aun su futuro inmediato, es sombrío, dolorosamente sombrío. Sin embargo, su futuro lejano es resplandeciente, gloriosamente resplandeciente; tan resplandeciente que ningún ojo puede imaginarlo.

Esta advertencia –escrita durante la época en que el mundo entero había comenzado a sumirse en el horror sin precedentes de su guerra mundial más destructiva y mortífera– explica cómo los bahá’ís del mundo pueden mantener simultáneamente una visión realista de nuestras condiciones actuales y una perspectiva optimista sobre las perspectivas futuras de la humanidad. Aunque las enseñanzas bahá’ís reconocen plenamente los peligros de esta fase violenta y virulenta en la madurez colectiva de la humanidad, también dirigen nuestra mirada hacia la culminación de esa turbulencia en una era futura que será testigo del surgimiento de una comunidad global, una conciencia colectiva de ciudadanía planetaria y la fundación de una civilización y una cultura mundiales pacíficas y armoniosas.

Esa visión, le dije a mi amigo, explica por qué soy bahá’í.

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