Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
En la mitad de la Segunda Guerra Mundial, cuando los alemanes empezaban a perder batallas cruciales en Europa, Hitler y Himmler incrementaron sus esfuerzos por exterminar a personas que ellos denominaban “Untermensch”, infrahumanos.
Más allá de los campos de concentración y los campos de trabajo, aceleraron las actividades del “Todeslager”, los campos de exterminio, cuya misión era, de manera masiva, exterminar a todo aquel que el régimen nazi consideraba infrahumano.
Estos campos de genocidio no tienen paralelo en cuanto al horror. Algunos historiadores estiman que aproximadamente seis millones de personas fueron asesinadas en estos campos de la muerte. Otros estiman que el número pudo llegar hasta 15 o 20 millones de muertos en total. Nadie sabrá jamás cuál fue el costo exacto en vidas humanas.
Para los seres humanos resulta muy difícil entender este tipo de cifras o aún tratar de entender semejante salvajismo. Todo artista, escritor, estudioso, historiador, cineasta y cronista del holocausto (o Shoah, como lo conocen muchos) ha enfrentado la enormidad de tan incomprensible e inhumano mal, y se ha preguntado si sería posible, aunque remotamente, representarlo.
Una historia de la periodista y autora húngara Renee Szanto-Felbermann en sus memorias Rebirth describe la escala humana de esta monstruosa tragedia al relatar la historia de amigos improbables:
El primer nuevo bahá’í que llegó a nosotros luego del fin de la guerra era un estudiante de medicina…
Durante la guerra, era un joven de 18 años que se vio obligado a trabajar en un batallón de trabajos forzosos por su origen judío y fue deportado a Weimar Neustadt en Austria… Ahí conoció a un bahá’í de Polonia, un hombre con gran educación, quien le contó acerca de Bahá’u’lláh y de la Fe bahá’í y le dio la fortaleza moral para soportar las terribles dificultades a las que estaban sujetos. Llegó el momento en que no había nada de comer. Los dejaron sin comer pues habían sido seleccionados para ser enviados a la cámara de gas de Auschwitz. El joven estaba tan débil que pensaba iba a morirse. El bahá’í polaco aun tenía una zanahoria que había recogido en un campo y que guardaba como su última reserva. Le entregó la zanahoria a su joven amigo diciéndole: “Soy más viejo que tú y he vivido mi vida. Toma esta zanahoria que quizás te salve la vida y recuerdes a Bahá’u’lláh”. La zanahoria le dio la fortaleza para poder salir a buscar agua, cuando de pronto se encontró con un conocido de Hungría de descendencia alemana, ahora soldado vistiendo el uniforme alemán. “¿Qué estás haciendo acá?” le preguntó el soldado sorprendido. Luego de escuchar la historia del joven le dijo: “Rápido, puedo salvarte. Estoy aquí con un camión y estoy a punto de salir de regreso a Budapest. Te puedo esconder en el camión y llevarte conmigo de regreso a Budapest”.
Así fue como escapó.
El bahá’í polaco, al igual que los otros miembros del batallón de trabajos forzosos, fue llevado a Auschwitz donde todos murieron. – Rebirth, página 160.
Las atrocidades nazis convencieron a millones de personas de que Dios había muerto. Según su lógica, si existiera un Dios amoroso, ¿cómo es que puede ocurrir semejante sufrimiento y muerte? Especialmente de manos de personas supuestamente civilizadas.
Las enseñanzas bahá’ís abordan esta pregunta seminal de manera directa. Los bahá’ís creemos que un Dios amoroso y bondadoso aborrece el sufrimiento humano; pero nos ha dotado con libre albedrío para que determinemos nuestros propios destinos. Los bahá’ís creen que la humanidad misma tiene la responsabilidad de poner un alto a tales males desenfrenados. También creen que los seres humanos existen en un punto pivotante de lo espiritual y lo material; que si nos concentramos en nuestras vidas interiores y en nuestra realidad espiritual, nos elevaremos a las alturas de aquello que los seres humanos son capaces de ser y de lograr. Pero si ignoramos nuestras almas y permitimos que el odio rija nuestros corazones y mentes, nos hundiremos en las profundidades de la depravación, estaremos por debajo del animal más fiero:
En el ser humano existen dos naturalezas; su naturaleza superior o espiritual, y su naturaleza inferior o material. Con una se acerca a Dios, con la otra vive sólo para el mundo. Los signos de estas dos naturalezas se hallan presentes en cada persona. En su aspecto material, expresa falsedad, crueldad e injusticia; todas éstas son el producto de su naturaleza inferior. Los atributos de su naturaleza divina se manifiestan en amor, misericordia, bondad, verdad y justicia; todas y cada una de ellas son la expresión de su naturaleza superior. Todos los buenos hábitos, todas las cualidades nobles, pertenecen a la naturaleza espiritual del ser humano, mientras que todas sus imperfecciones y acciones pecaminosas nacen de su naturaleza material. – ‘Abdu’l-Bahá, La Sabiduría de ‘Abdu’l-Bahá, páginas 75-76.
Los nazis fueron derrotados en la Segunda Guerra Mundial gracias a un esfuerzo global enorme, pero su ideología, de la supremacía racial, aún existe en las naturalezas inferiores de muchas personas. Las enseñanzas bahá’ís le presentan a la humanidad un plan que exige la eliminación de esos prejuicios y odios.
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