Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
En algún momento, quizás hace unos cuantos miles de millones de años, el Creador puso en marcha nuestro universo e inauguró un plan divino en desarrollo, un diseño evolutivo y progresivo.
Ahora conocemos gran parte de la parte física de ese plan gracias al descubrimiento del Big Bang, el acontecimiento cósmico que comenzó hace unos 14.000 millones de años, inaugurando una evolución progresiva del universo conocido, todo ello guiado por leyes físicas.
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También conocemos la parte metafísica del plan, principalmente a través de nuestra conciencia humana en desarrollo, que nos ha permitido ver el universo y nuestra experiencia continua en él como algo divino, glorioso y lleno de propósito.
Nuestra conciencia nos revela una fuerza creativa consciente que quiere ser conocida, y que deja herramientas y huellas mediante las cuales podemos descubrir a ese Creador. La propia evolución es una de esas huellas: posee un vector de creación y un propósito –autorizar y sostener la vida– y reúne todo, aunque sea al azar, para lograr ese fin. La conciencia humana es otra huella; a través de ella podemos conocer a Dios en cierta medida y experimentar la obra de Dios a nuestro alrededor.
Sin embargo, el proceso de la creación no terminó al principio. Siempre ha estado con nosotros y ha irrumpido periódicamente produciendo nuevas y fantásticas creaciones, físicas y metafísicas, pues ambas están unidas. La materia nunca ha carecido de leyes que la guíen, y juntas ambas tienen un propósito. Todo está vivo, se desarrolla y participa continuamente en los sistemas de creación en curso.
Las enseñanzas bahá’ís señalan que, a nivel social, Dios también ha insuflado periódicamente nueva vida a la humanidad a través de la acción de Sus elegidos: los profetas evolutivos, los mensajeros y los educadores divinos que han fundado nuestras grandes religiones. En un discurso que ofreció en la Iglesia Universalista de Washington, DC, en 1912, Abdu’l-Bahá resumió esta antigua verdad:
Todos los Profetas de Dios, incluyendo Jesucristo, aparecieron en el mundo para la educación de la humanidad, para hacer evolucionar hacia la madurez a las almas inmaduras, para transformar en conocedores a los ignorantes de la humanidad, estableciendo con ello el amor y la unidad mediante la instrucción y educación divina. Los Profetas no han venido para causar discordia y enemistad. Pues Dios ha deseado todo el bien para Sus siervos …
Los Profetas han parecido en este mundo con la misión de que las almas humanas se conviertan en las expresiones del Misericordioso, para que puedan ser educadas y desarrolladas, logren el amor y la amistad y establezcan la paz y el acuerdo…
Los Profetas de Dios han venido para mostrar al hombre la senda de la rectitud para que no siga su propio impulso natural sino que gobierne su acción a la luz de Sus preceptos y ejemplo.
La historia de la humanidad es, en gran medida, la historia de nuestra respuesta a estos hálitos divinos.
Los hindúes han respondido a sus rishis y avatares. El Buda ha dirigido a los budistas. Abraham y sus descendientes han impulsado a los hebreos. Los cristianos han respondido a Jesús y los musulmanes a Muhammad. Hubo muchos otros maestros divinos, por supuesto. Todos los pueblos, nos dice Dios en el Corán, han recibido un mensajero divino. Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe bahá’í, escribió:
No hay otro Dios salvo Él. Él ha hecho existir a Sus criaturas, para que conozcan a Aquel que es el Compasivo, el Todomisericordioso. A las ciudades de todas las naciones Él ha enviado a Sus Mensajeros, a Quienes ha dado la misión de anunciar a los hombres las nuevas del Paraíso de Su complacencia, y de atraerlos al Refugio de perdurable seguridad, la Sede de la eterna santidad y trascendente gloria
Dios ha obrado entre nosotros muchas veces, y aunque las enseñanzas de los profetas varían necesariamente en las distintas regiones según las circunstancias, los valores morales esenciales necesarios para construir una sociedad progresista y consciente de Dios han sido notablemente congruentes en todas las confesiones, como ha demostrado esta serie de artículos.
Pero el plan de Dios nunca ha sido solo de alcance regional. El plan siempre ha tenido dimensiones planetarias. Todos los mensajeros divinos han trasladado a sus seguidores desde su lugar de origen hacia el exterior, hasta que ahora se ha producido una mezcla global. Se puede discernir un nuevo viento que toca a todos los pueblos, reuniéndonos, haciéndonos cuestionar nuestras divisiones y planteando la pregunta: ¿Qué está ocurriendo en esta nueva era global?
En el próximo ensayo de esta serie, exploraremos esa importante cuestión y examinaremos lo que las enseñanzas bahá’ís tienen que decirnos sobre estas respuestas.
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