Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
No hay nada más importante que la confianza para crear una empresa y generar capital social. Las enseñanzas bahá’ís afirman que esta confianza, basada en la justicia, es uno de los activos más importantes de cualquier empresa.
Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe bahá’í, escribió:
Lo más amado de todo ante Mi vista es la Justicia; no te apartes de ella si Me deseas y no la descuides, para que Yo pueda confiar en ti. Con su ayuda, verás con tus propios ojos y no por los ojos de otros, y conocerás con tu propio conocimiento y no mediante el conocimiento de tu prójimo. Pondera en tu corazón cómo te corresponde ser. En verdad, la justicia es Mi ofrenda a ti y el signo de Mi amorosa bondad. Tenla, pues, ante tus ojos.
La justicia es esencial para generar confianza. Las naciones y regiones que prosperan económicamente se caracterizan por un Estado de Derecho en el que la gente puede confiar. Por ejemplo: cuando uno compra una propiedad o participa en el capital de una empresa, puede confiar en que es realmente su propietario y que podrá venderla en el futuro. En muchos países no se puede confiar en este simple principio de propiedad. Este aspecto de la justicia es absolutamente esencial para el comercio y el desarrollo de la riqueza frente a la pobreza.
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La Comunidad Internacional Bahá’í, en su mensaje titulado La prosperidad de la humanidad, se refiere a la justicia como «esa facultad del alma humana que permite a cada persona distinguir la verdad de la falsedad»:
Requiere imparcialidad de juicio y equidad en el trato con los demás, lo que hace de ella una compañera constante, aunque exigente, en todas las ocasiones de la vida… En el plano social, la preocupación por la justicia constituye el rasero indispensable en toda toma colectiva de decisiones, pues ella constituye el único instrumento mediante el cual se logra la unidad de pensamiento y acción.
Los gobiernos deben establecer y aplicar normas como base de la confianza y la justicia. Al igual que las reglas que rigen un deporte, con los árbitros que las hacen cumplir, la administración equitativa de la justicia permite la sana competencia del comercio en lugar de la corrupción del comercio.
Algunos que no están familiarizados con el mundo de los negocios sostienen la creencia de que los ejecutivos de las empresas preferirían un enfoque sin ataduras ni restricciones a cualquier regulación o norma. Solo los ideólogos más extremistas sostienen esta opinión. La mayoría de los ejecutivos empresariales, como la mayoría de los atletas en el campo de juego, simplemente quieren que las normas comprensibles se apliquen de forma equitativa. Si alguien cree que la ausencia de justicia o de normas es ventajosa para el comercio, debería examinar aquellas sociedades en las que no existe el Estado de Derecho. En esas sociedades la pobreza, y no la prosperidad, se convierte en la norma. Con la existencia del estado de derecho, es posible la búsqueda de soluciones, como señaló Abdu’l-Bahá en su libro «Contestaciones a unas preguntas»:
Cuando se plantea un pleito entre dos particulares con referencia a sus derechos privados, se hace necesario que un tercero resuelva la cuestión… ¿Cómo es posible que viendo a uno de sus semejantes muriéndose de hambre, carente de todo, un hombre pueda descansar y vivir confortablemente en su lujosa mansión?
El sistema económico a lo largo de la mayor parte de la historia de la humanidad ha sido uno en el que los poderosos y los ricos percibían la legitimidad en su acumulación de riqueza creciente –riqueza que de ninguna manera podrían utilizar plenamente– mientras que los pobres a los que empleaban sufrían casi de inanición sin ningún tipo de asistencia sanitaria o seguridad en sus años de vejez.
En las mentes de los ricos, esta situación se percibía como justa, porque creían que se habían ganado su riqueza gracias a su mayor inteligencia, o como un acto otorgado por Dios. Aunque todavía no hemos escapado del todo a esta lógica perversa, hemos progresado gracias a la imposición de leyes de fiscalidad progresiva, seguridad social y asistencia sanitaria patrocinada por el gobierno. Está claro que, con el tiempo, avanzamos hacia una sociedad más justa.
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¿Cuál es la compensación «justa»? ¿Qué es la tributación justa? ¿Qué es la justicia en la prestación de servicios por parte de un gobierno? No conocemos las respuestas precisas a ninguna de estas preguntas. Lo que sí sabemos es que la justicia es una «cualidad del alma», una sensibilidad espiritual que todos reconocemos, ejercitamos y desarrollamos gradualmente. Todo directivo y todo propietario de una empresa tiene la responsabilidad de buscar no sólo el beneficio personal, sino de procurar el establecimiento de un sistema justo que aumente la prosperidad de todos, como señala claramente la declaración «La prosperidad de la humanidad»:
La justicia es ese poder capaz de transformar la conciencia emergente de la unidad de la humanidad en voluntad colectiva sobre la que erigir confiadamente las estructuras globales de vida comunitaria que el empeño precisa. Una época que ve cómo las gentes del mundo disfrutan de mayor acceso a información e ideas de toda suerte comprobará que la justicia se reafirma como el principio rector de toda organización social fructífera.
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