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Liberándome de mi jaula mortal

Mahin Pouryaghma | Feb 27, 2025

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Vivir en una residencia de ancianos y ver a la gente ir y venir al cabo de un tiempo, ya sea debido a su recuperación física o a que se marchan a su hogar permanente en el otro mundo, es bastante interesante. Te sorprendería.

He aprendido mucho aquí entre los ancianos mientras se preparan para su muerte y su «segundo nacimiento», como lo llaman las enseñanzas bahá’ís:

La posición del hombre es grande, muy grande. Dios ha creado al hombre a Su imagen y semejanza. Lo ha dotado con una fuerza poderosa que es capaz de descubrir los misterios de los fenómenos. Mediante su uso, el hombre es capaz de llegar a conclusiones ideales en vez de estar restringido al mero plano de las impresiones sensoriales. Ya que posee el don de los sentidos en común con los animales, es evidente que se distingue de ellos por su poder consciente de penetrar las realidades abstractas. Adquiere sabiduría divina, investiga los misterios de la creación, contempla la brillantez de la omnipotencia, logra el segundo nacimiento – es decir, nace del mundo material igual que nace de la madre, alcanza la vida eterna, se acerca a Dios; su corazón rebosa del amor de Dios. Este es el fundamento del mundo de la humanidad; ésta es la imagen y semejanza de Dios… – Abdu’l-Bahá, La promulgación de la paz universal, p. 39.

A medida que se acerca la muerte, la mayoría de la gente parece comprender esa realidad y conformarse con su destino, pero algunos que van camino al otro mundo tienen tanto miedo que se tornan terriblemente agitados.

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Una de mis vecinas, de la que ya he hablado anteriormente, una mujer cuya salud se deteriora y empeora progresivamente, tiene mucho miedo a la muerte y a estar sola, y no para de subir y bajar de la cama con el tubo de oxígeno puesto, lo que la pone en peligro de caerse de la cama y hacerse daño.

En busca de compañía y consuelo, toca el timbre de llamada con bastante frecuencia y mantiene el volumen de la televisión extremadamente alto. De vez en cuando, cuando por la noche tengo algo de energía, la visito durante unos minutos e intento calmar su ansiedad orando y hablando con ella sobre la bondad, la amabilidad y la misericordia de nuestro Creador, lo que espero que reduzca sus temores. En esos momentos, parece tranquilizarse, pero no dura mucho. Espero no perder la confianza en la misericordia de Dios si alguna vez me encuentro en el estado en el que se encuentra ella.

Emocionalmente, poco a poco me he vuelto más feliz y tengo una creencia aún más profunda de que Dios siempre me cubrirá las espaldas; incluso durante esos momentos en los que experimento un poco de miedo sobre lo que pasará conmigo antes de morir. Cuando eso ocurre, casi inmediatamente, me detengo y mi confianza en Dios vuelve a ser plena. Me alegro mucho de este don de la certeza, y sé que nada puede sustituirlo. Gracias, querido Señor. 

Pero me siento muy bendecida. Hay un sentimiento positivo en mí que no puedo describir. Estaba orando a Dios y diciéndole que crecí sola y aislada, y estoy terminando (al menos eventualmente, parece, LOL) rodeada de personas que me muestran calidez, amor y gentileza. Siento mucho amor por ellos en mi corazón. Es realmente un buen lugar para estar, tanto emocional como espiritualmente.

Ayer se me ocurrió esta idea: las personas que pasan mucho tiempo en la cárcel adoptan a un ratón o a un insecto como amigo, y se vuelven realmente protectoras de esa pequeña criatura. Suena gracioso o incluso ridículo, pero cuando no tenemos libertad ni ninguna otra opción, tendemos a crear o encontrar algo que nos divierta para combatir el aburrimiento, y ese pequeño ser se convierte en una fuente de entretenimiento, o incluso puede darle a alguien la oportunidad de cuidar de algo.

Me parece que, a pesar de lo mucho que tengo en qué ocupar mi tiempo y mi mente, siento una gran empatía por los presos con condenas largas. Cuando alguien permanece en cualquier entorno confinado, naturalmente se aburre y busca algo nuevo. Precisamente por eso, aquí en la residencia de ancianos todos están confinados en esta esfera física, en esta vida mortal -que se ha convertido para ellos en una especie de prisión- y esperan volver a casa, porque a veces se instala una sensación de soledad profunda y no hay ningún remedio para ella.

La verdad es que, cuando estás en una residencia, la mayoría de la gente te olvida. Los amigos y parientes se acostumbran poco a poco a una nueva vida o a una nueva forma de vida sin ti a su alrededor. Otras prioridades entran en sus vidas, como es lógico, por lo que la frecuencia de las visitas, las llamadas telefónicas e incluso los correos electrónicos disminuye. En la mayoría de los casos, la soledad no es culpa de nadie.

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De modo que ambos grupos de personas –los presos y los residentes en residencias de ancianos– aprenden a reducir sus expectativas y a esperar el final de su encarcelamiento terrenal, para regresar a casa o, por fin, irse A CASA. Nos volvemos ansiosos por el día de la libertad. Por supuesto, todo eso suele empeorar cuando la mente empieza a fallar, con la demencia o el Alzheimer. Estoy tan contenta y agradecida de que mi mente todavía esté (algo) clara, y de poder mantenerme ocupada y productiva usando el ordenador, escribiendo estos artículos y, por supuesto, leyendo mis libros bahá’ís. También me encanta participar en las reuniones bahá’ís de Zoom. Pero incluso con toda esa bondad, no veo la hora de huir de esta prisión de mi existencia física, al igual que, como dicen los escritos de Bahá’u’lláh, todo pájaro enjaulado anhela volar libre:

¡Escuchadme, oh aves mortales! En el Rosedal de esplendor inmutable ha brotado una Flor, comparada con la cual toda flor no es sino una espina, y ante el brillo de cuya gloria palidece y se marchita la esencia misma de la belleza. Levantaos, por tanto, y, con todo el entusiasmo de vuestros corazones, con todo el anhelo de vuestras almas, el pleno fervor de vuestra voluntad y los esfuerzos concentrados de todo vuestro s e r, luchad por alcanzar el paraíso de Su presencia, y esforzaos por aspirar la fragancia de la Flor incor ruptible, respirar los suaves aromas de la santidad y obtener una porción de este perfume de gloria celestial. Quien siga este consejo romperá sus cadenas, gustará del abandono del amor arro b a d o r, logrará el deseo de su corazón y entregará su alma en manos de su Amado. Rompiendo su jaula, al igual que el ave del espíritu, emprenderá el vuelo a su santo y eterno nido . – Bahá’u’lláh, Pasajes de los escritos de Bahá’u’lláh, p. 360.

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