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Miedo o esperanza: nuestra reacción emocional ante el COVID-19

Jaine Toth | Jul 26, 2021

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Jaine Toth | Jul 26, 2021

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Miedo o tranquilidad. Temor o esperanza. Desesperación o confianza. Nuestra reacción emocional ante la pandemia del COVID-19 es una cuestión de elección.

Es vital comprender que nuestros pensamientos tienen poder y ejercen una gran influencia, no solo sobre nosotros mismos sino también sobre los que nos rodean.

Abdu’l-Bahá, el hijo y sucesor de Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, aconsejó:

Cuando un pensamiento de guerra entre en tu mente, suprímelo y planta en su lugar un pensamiento positivo de paz. Estos pensamientos, vitales y dinámicos, afectarán las mentes de todos aquellos con los que entres en contacto, y como palomas de paz, crecerán y aumentarán hasta extenderse por toda la tierra. [Traducción provisional por Oriana Vento]

También dijo:

Os exhorto a todos para que cada uno de vosotros concentréis vuestros pensamientos y sentimientos en el amor y la unidad… Un pensamiento de odio debe ser destruido por uno más grande de amor.

La Madre Teresa comprendió el poder de nuestros pensamientos. Una vez declaró: «Nunca asistiré a una manifestación contra la guerra; si tienen una manifestación por la paz, invítenme«.

Al principio la diferencia puede pasar desapercibida, pero si reflexionamos sobre estos pensamientos durante un rato, comprenderemos que es más eficaz abordar los problemas con una perspectiva positiva. Recuerdo que alguien sugirió una vez que, en lugar de considerar si el vaso está medio vacío o medio lleno, hay que agradecer que el vaso contenga algo, es decir, desarrollar una actitud de gratitud.

Entonces, ¿cómo debemos afrontar emocional, racional y espiritualmente esta pandemia mundial? En todo el mundo ésta ha trastornado muchos aspectos de nuestras vidas, sin importar si somos ricos o pobres, sin importar nuestra raza, religión, nacionalidad, afiliación política, edad o género.

RELACIONADO: Reflexiones sobre el coronavirus y la unidad de la humanidad

Para empezar, todos podemos tratar de atender el mandato de Abdu’l-Bahá:

Ama a los hijos de los hombres y participa de sus pesares. Sé de aquellos que promueven la paz. Ofrece tu amistad, sé digna de confianza. Sé un bálsamo para toda herida, una medicina para todo mal.

La frase que sigue apareciendo en relación con la situación mundial es «Estamos todos juntos en esto». Es una indicación de que tenemos que darnos cuenta y actuar sobre el hecho de que lo que le ocurre a uno de nosotros nos afecta en última instancia a todos, por lo tanto, cuando somos conscientes de las necesidades del conjunto, cuando nos apoyamos unos a otros y actuamos por el bien de todos, los problemas se resolverán más rápida y eficazmente.

Esto me hace recordar las lecciones del libro que mi Club de Lectura Literati leyó el año pasado. A Train in Winter (Un tren en invierno), de Caroline Moorehead, relata con detalle gráfico las condiciones inhumanas [eufemismo] que sufrió un grupo de mujeres tras ser arrestadas y enviadas a un campo de concentración nazi por sus actividades en la Resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial. Mientras que muchas otras prisioneras, en condiciones de tortura (tanto mental como física) y de inanición, se concentraban en sus propias necesidades personales, estas mujeres comprendieron que sus mejores posibilidades de supervivencia pasaban por la solidaridad y sus esfuerzos por garantizar la seguridad de las demás. Moorehead nos dice:

Ninguna de las mujeres creía que sobreviviría sola. Solo cuando estaban juntas… era posible evitar la desesperación.

Algunas de las supervivientes compartieron historias sobre cómo se apoyaban mutuamente. Un ejemplo fue lo que hacían durante los llamados a lista de las 3:30 a.m., cuando las mujeres desnutridas y mal vestidas eran obligadas a permanecer fuera de las barracas en el frío y la nieve, algunas sin calcetines, otras sin zapatos, a veces hasta que salía el sol:

Desde el primer momento, las francesas se agarraron en grupos, cada una deslizando sus manos por debajo de los brazos de la mujer de enfrente, las filas cambiaban constantemente de lugar para que nadie pasara demasiado tiempo en la parte exterior, «Nos agarramos unas a otras… Si alguien tenía especial frío, la manteníamos en el centro». Utilizando el reloj de Charlotte, decidieron que cambiarían de sitio cada quince minutos.

Guardaban algunas de sus escasas raciones para compartirlas con otras que consideraban que estaban en peor estado que ellas. Una mujer explicó que:

…todo egoísmo individual parecía desvanecerse y, reducidas al límite de la supervivencia, cada una se elevaba a un comportamiento del que pocas personas se habrían creído capaces. No nos deteníamos a preguntarnos quién nos gustaba y quién no… No era tanto amistad como solidaridad. Nos asegurábamos de no dejar a nadie sola».

Me parece que esta pandemia, por muy grave que sea, no es peor -solo diferente- de lo que sufrieron aquellas mujeres. Su actitud, su elección de ser desafiantes en lugar de acobardarse por el miedo, su comprensión de que su propia supervivencia tenía más posibilidades si se esforzaban por la supervivencia de los demás, nos proporciona el modelo de cómo llevar nuestras vidas ahora.

Seamos conscientes de nuestras propias acciones y sigamos los consejos de los expertos en salud. Seamos prácticos y reflexivos en nuestro enfoque de la situación actual. Podemos asegurarnos de que nuestra familia tenga suficientes abastecimientos a la mano para esperar a que pase la crisis sin comprar en exceso y agravar la escasez causada por los compradores en pánico que están acaparando o, peor aún, esperando obtener un beneficio comprando los abastecimientos y luego revendiéndolos a un precio mucho más alto. Si tenemos vecinos que no pueden abastecerse por sí mismos, podemos, al comprar para nosotros, recoger lo que necesitan y entregarlo, o podemos hacer un pedido por Internet y que nos lo envíen tanto a nosotros como a ellos. Si tenemos vecinos que tienen que ir obligatoriamente a sus trabajos pero tienen hijos que no pueden ir a la escuela, tal vez, si nosotros mismos no corremos un gran riesgo, podemos ofrecernos a cuidar de los niños mientras los padres están fuera.

Todos podemos orar por la rápida resolución de esta crisis, o si no somos religiosos al menos mantener nuestros pensamientos positivos en lugar de enviar energía negativa. Hazlo por amor a Dios y por amor a toda la creación. Como dijo Abdu’l-Bahá «Los pensamientos de amor son los forjadores de hermandad, paz, amistad y felicidad».

Mientras oras, ayudas a los demás o mantienes una cuarentena, trata de no preocuparte por el aburrimiento. Solo ten en cuenta estas palabras de sabiduría (autor desconocido):

POR FAVOR, LEERLO DESPACIO

No está prohibido escuchar música.

No está prohibido pasar tiempo de calidad con nuestras familias.

No está prohibido leer libros.

No está prohibido compartir con los amigos.

No está prohibido cantar en voz alta.

No está prohibido reír.

No está prohibido compartir esperanza con los demás.

Abracemos lo que tenemos.

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