Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
«Cierra los ojos, cruza los brazos, pon los dos pies en el suelo»: de niña, escuchaba estas instrucciones de los adultos cada vez que se hacían oraciones en las reuniones familiares o en las clases de los niños.
Estas instrucciones parecen sencillas, pero no lo son para una niña neurodivergente no diagnosticada. Cada vez que cerraba los ojos, los pensamientos me invadían. Cuando los abría, contaba el número de personas que tenían los ojos cerrados o seguía cómo movía los labios la persona que oraba en voz alta.
Aún recuerdo los diferentes dibujos de las alfombras de las casas de nuestros amigos: era allí donde se posaban mis ojos mientras los demás oraban. Intentaba no cruzar las piernas ni dar golpecitos con los dedos, pero rara vez lo conseguía.
RELACIONADO: Cómo superar 9 obstáculos a la oración
Mi batalla constante no era solo con mi cuerpo; también era con mi mente, que no me dejaba salir de esas rutinas repetitivas. Necesitaba que la gente me dijera exactamente qué acciones eran aceptables en determinados entornos sociales. No podía orar como lo hacían los que me rodeaban. Tampoco nadie me decía que hubiera otra manera.
A medida que fui creciendo, mi inquietud se convirtió en ansiedad. Era incapaz de concentrarme durante mis oraciones diarias y no sabía qué hacer al respecto. La ansiedad fue en aumento y, con el tiempo, se convirtió en culpa. Cuando pensaba en la oración, solo sentía vergüenza. Recordando el pasado, me gustaría decirle a mi yo adolescente que Dios la ama sin importar cómo o cuánto rece.
A los veintiún años, por fin supe que mis dificultades para concentrarme y seguir instrucciones se debían a que padecía TDAH y me encontraba dentro del espectro autista. Empecé a buscar en los escritos bahá’ís para encontrar la guía que necesitaba para entender lo que debía hacer, y encontré estas reconfortantes palabras de Abdu’l-Bahá: “La oración no siempre tiene que hacerse con palabras, sino en pensamiento e intención”. De repente, sentí que desaparecía de mi alma el peso de la culpa. Entonces supe lo que podía hacer para desarrollar mi vida espiritual y orar eficazmente como bahá’í, ¡aunque no fuera capaz de sentarme a orar durante largos periodos!
En una charla que Abdu’l-Bahá dio en Londres en 1912, alguien le preguntó si la oración podía adoptar la forma de acción. Él respondió con un rotundo sí:
En la Causa Bahá’í, las artes, las ciencias y todos los oficios son [considerados como] adoración. La persona que fabrica un pedazo de papel con toda la habilidad de que es capaz, concienzudamente, concentrando sus fuerzas en perfeccionarlo, está alabando a Dios. En pocas palabras, todo esfuerzo y dedicación realizados por una persona con todo su corazón, es adoración, si están inspirados en motivos elevados y el deseo de servir a la humanidad. Esto es adoración: servir a la humanidad y proveer las necesidades de las gentes. El servicio es oración.
Cuando leí esas palabras, me di cuenta de que podía canalizar mi inquietud en actos espirituales. No tenía por qué preocuparme si no podía orar de forma convencional o durante largo tiempo. Como Bahá’u’lláh escribió en Las Palabras Ocultas:
En verdad te digo: de todos los hombres el más negligente es aquel que disputa inútilmente y trata de sobresalir por encima de su hermano. Di: ¡Oh hermanos! Que las acciones, y no las palabras, sean vuestro adorno.
RELACIONADO: El corazón del arte: cómo vivir artísticamente en un estado de oración
Al leer las palabras de Bahá’u’lláh y Abdu’l-Bahá, ¡por fin me sentí en paz! Si realizaba las tareas que tenía ante mí con el motivo espiritual de servir a la humanidad, esa podría ser mi oración. Decidí dedicar mi vida a ese tipo de servicio.
Para mí y para la gente como yo, es difícil romper con mentalidades rígidas, sobre todo en lo que se refiere a cómo creemos que debemos cumplir nuestras obligaciones espirituales diarias. He aprendido que, si no podemos cumplir con nuestras obligaciones espirituales de forma convencional, podemos encontrar formas alternativas de hacerlo.
Que las palabras de Abdu’l-Bahá sean un consuelo para las personas neurodivergentes que tienen dificultades para orar, y que todos se sientan alentados por el hecho de que cada acto desinteresado que realizamos, cuando se hace con espíritu de servicio a la humanidad, es una poderosa oración.
Comentarios
Inicia sesión o Crea una Cuenta
Continuar con Googleo