Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Cualquier persona que haya vivido alguna vez se ha hecho esta pregunta fundamental: ¿por qué estamos aquí?
Al argumentar que la ciencia refuta a Dios, el físico y ateo Lawrence Krauss sugiere que no hay respuesta a la pregunta de por qué estamos aquí, y que incluso hacer la pregunta es algo erróneo. Recapitulemos su proposición:
“[…] los seres humanos también están inevitablemente programados para preguntar ‘¿Por qué?’ como ya hemos oído. Pero la pregunta ‘¿Por qué?’ Está mal planteada, porque supone propósito […] ¿Qué pasa si no hay ningún propósito?”
Si no hay propósito, entonces los filósofos son realmente, como sugieren las enseñanzas bahá’ís, tan sabios como las vacas, las cuales han llegado a su falta de propósito sin necesidad de estudiar, pensar o angustiarse. De hecho, los comentarios de ‘Abdu’l-Bahá sobre este tema, realizados en una reunión de librepensadores en San Francisco en 1912, parecen responder a la pregunta de Krauss directamente:
“La ciencia existe en la mente del hombre como una realidad ideal. La mente en sí misma, la razón, es una realidad ideal, no tangible.
Pero a pesar de ello algunos hombres sagaces declaran que hemos alcanzado el grado superlativo de sabiduría; que nos hemos introducido en el laboratorio de la naturaleza, estudiando las artes y las ciencias; hemos logrado la más alta posición del conocimiento en el mundo humano; hemos investigado los hechos y hemos llegado a la conclusión de que nada es aceptable excepto lo tangible, que es la única realidad digna de crédito; todo lo intangible es imaginación y disparate.
Es ciertamente extraño que después de veinte años de estudio en colegios y universidades el hombre llegue a una posición tal que niegue la existencia de lo ideal o de aquello que es imperceptible a los sentidos. ¿Alguna vez os habéis detenido a pensar que el animal ya se ha graduado en tal universidad? ¿Os habéis dado cuenta de que la vaca es ya un profesor emérito de esta universidad? Porque ella, sin estudios ni duro esfuerzo, es ya un filósofo de alto rango en la escuela de la naturaleza. La vaca rechaza todo lo que no es tangible, diciendo: ‘¡Lo puedo ver, lo puedo comer! ¡Por lo tanto, sólo creo en lo que es tangible!’. ¿Para qué hemos de ir a las universidades? ¡Vayamos con la vaca!” – ‘Abdu’l-Bahá, La promulgación de la paz universal, páginas 349-350.
Los seres humanos sin propósito son las criaturas más peligrosas, destructivas (y autodestructivas) del planeta. La evidencia de esto es irrefutable. Pero creo que la cuestión aquí no es que Krauss y compañía crean que no hay ningún propósito en el universo o en la vida humana (y por lo tanto en sus propias vidas), el punto es que su incredulidad es sólo superficial. Su comportamiento indica una creencia en el propósito y la unicidad humana tan inmersivos que no lo pueden reconocer.
Los biólogos afirman que estamos programados genéticamente para reproducirnos y continuar la existencia de nuestra especie, éste es un propósito que compartimos con todo ser vivo. Pero aun así es un propósito. Cada biólogo que he leído o con los que he hablado admiten y reconocen ese hecho. Así que cuando Krauss y otros ateos hablan de que las leyes naturales no tienen propósito, tengo que preguntar cómo se aplica esto a la genética y a la evolución. Si existe un propósito en un nivel tan básico, ¿cómo no puede existir en el nivel de la conciencia humana?
De hecho, ¿de dónde surgió esa conciencia única, si ésta existe en un universo sin propósito gobernado de forma determinista y únicamente por leyes naturales? Y si las leyes naturales son deterministas, ¿de dónde podría afirmar Krauss que la aleatoriedad es una propiedad de la evolución? El propio determinismo de ciertas leyes implica propósito y milita en contra de la aleatoriedad.
Para probar esa afirmación, veamos la idea de la falta de propósito en el reino de la conciencia humana, el lugar donde todos en realidad vivimos.
Si la vida no tiene ningún propósito, ¿para qué estudiar la ciencia? ¿para qué construir comunidades? ¿para qué tener familias, escuelas, hospitales, gobiernos y la medicina? ¿para qué preocuparse por el medio ambiente, o la crueldad con otros seres humanos, mucho menos con los animales, algunos de los cuales utilizamos como alimento? En última instancia, ¿para qué crear leyes de conducta humana si no hay ningún propósito para ellas excepto permitirnos imaginarnos a nosotros mismos de alguna manera superiores a otras criaturas?
Por ejemplo, ¿por qué deberíamos educar a nuestros hijos o protegerlos de peligros tales como los depredadores sexuales? Otros animales no hacen una distinción entre sexo «sano» y sexo abusivo, así que ¿por qué deberíamos hacerlo nosotros? De hecho, ¿por qué invertir tanto en el cuidado y la alimentación de los niños, ya que ellos sólo nos sirven para distraernos de los placeres puramente animales que una existencia sin propósito permitiría (y que realmente lo hace)?
Ser humano es exponencialmente más complicado que ser una vaca, y aunque aprecio el impulso detrás de la necesidad de Krauss de simplificar y ordenar la existencia humana asumiendo que es sólo una cuestión de «aumentar en la comprensión física» (palabras de Krauss), esta trivializa nuestra existencia humana. Entonces podríamos ahora culpar a nuestros genes y las leyes de la física por nuestra estación, y no deberíamos preocuparnos por toda clase de disparates que la enseñanza religiosa nos pide que adoptemos, como por ejemplo la necesidad de evolucionar espiritualmente, así como lo hemos hecho físicamente, de modo que podamos disponer de toda nuestra ciencia y las matemáticas para un buen uso. Las enseñanzas bahá’ís tienen respuestas para esas preguntas importantes:
“Todos los hombres han sido creados para llevar adelante una civilización en continuo progreso. El Todopoderoso es Mi testigo: Actuar como las bestias salvajes no es digno del hombre. Las virtudes que corresponden a su dignidad son la tolerancia, la misericordia, la compasión, y bondad hacia todos los pueblos y razas de la tierra. Di: ¡Oh amigos! Bebed a plenitud de esta corriente cristalina que fluye por la gracia celestial de Aquel que es el Señor de los Nombres. Dejad que, en Mi nombre, otros participen de sus aguas, para que los gobernantes de los hombres en todos los países reconozcan plenamente el propósito para el cual la Verdad Eterna ha sido revelada, y la razón por la cual ellos mismos han sido creados.” – Bahá’u’lláh, Pasajes de los escritos de Bahá’u’lláh, página 245.
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