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Las opiniones y puntos de vista expresados en este artículo pertenecen al autor únicamente, y no necesariamente reflejan la opinión de BahaiTeachings.org o de alguna institución de la Fe Bahá'í. El sitio web oficial de la Fe Bahá’í es Bahai.org y el sitio web oficial de los bahá’ís de los Estados Unidos es Bahai.us.
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Espiritualidad

¿Por qué morimos?

John Hatcher | Ago 14, 2017

PARTE 3 IN SERIES Comprendiendo la muerte

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PARTE 3 IN SERIES Comprendiendo la muerte

Las opiniones y puntos de vista expresados en este artículo pertenecen al autor únicamente, y no necesariamente reflejan la opinión de BahaiTeachings.org o de alguna institución de la Fe Bahá'í.

Cuando usted se hace la pregunta «¿por qué morimos?» Automáticamente lo hace considerar al Creador.

Cuando mi clase y yo revisamos los atributos básicos del Creador que las enseñanzas bahá’ís describen: cariñoso, bondadoso, misericordioso, comprensivo, sabio, etc., no pudimos encontrar nada de lo que preocuparnos o temer. Hicimos una larga lista, pero no pudimos encontrar ningún capricho, irracionalidad o imprevisibilidad.

“Basta”, dije después de un rato. «Puesto que los atributos de Dios son infinitos y nuestro tiempo de la clase no lo es, supongamos que tenemos una idea bastante buena de quien es Dios, cómo opera y cómo reacciona ante cualquier situación dada».

«Entonces, ¿por qué deberíamos temerle?» dijo la mujer que puso en marcha toda la conversación.

“No deberíamos” dijo otra mujer, algo mayor, y que hasta ahora había permanecido callada. Hablaba con un fuerte acento persa, y se había convertido recientemente en ciudadana de los Estados Unidos. «Lo que tememos es a nosotros mismos, si nos alejamos de Dios, porque esto podemos llegar a hacer si no tenemos cuidado. Créanme, lo sé. He visto esto con mis propios ojos”.

La clase se quedó en silencio. Ya que con la atroz persecución a los bahá’ís en Irán, sólo podíamos imaginar lo que ella en realidad había presenciado durante su vida como bahá’í. Al final sentí la necesidad de cerrar la discusión de Dios, pero antes de que yo pudiera hablar, la mujer con la preocupación que generó todo, dijo: «Pero ¿qué pasa con la idea de que ‘Dios hace lo que a Él le place’?”

“El espíritu que anima al corazón humano es el conocimiento de Dios, y su mejor adorno es el reconocimiento de la verdad de que: ‘Él hace todo lo que desea y ordena lo que Le place’.» –Bahá’u’lláh, Pasajes de los escritos de Bahá’u’lláh, página 327.

«Díganme esto», pregunté, «este amoroso Dios que describimos, ¿haría alguna vez algo que no sea para el beneficio de la humanidad, o haría algo que estuviese destinado a ser perjudicial para cualquier alma?»

«No, claro que no.»

«Entonces, ¿no deberíamos temer que Dios haga algo que nos haga daño? ¿Dios siempre hará lo que nos brinde nuestro mejor bienestar, nuestro beneficio mayor?»

«Simplemente tiene sentido», dijo ella.

“¿Porque Dios haría lo que es lógicamente mejor para lograr el objetivo final de ayudarnos y educarnos?”

«Él es perfecto, ¿verdad?», respondió ella.

«Entonces volvamos a aquel individuo que ha vivido una vida de servicio y abnegación pero que, por cualquier razón, pierde su fe en el momento de la ascensión de su alma. ¿Cómo respondería un Dios racional, amoroso y perdonador a tal alma? O pongamos la pregunta en términos más personales. ¿Qué haría usted con tal alma si fuera Dios por un día?»

“Lo perdonaría” dijo ella. «Yo regaría esa alma con amor y perdón. Después de todo, esa persona vivió una buena vida y sirvió a la humanidad». En su tono e inflexión estaba la clara indicación de que lo que ella haría podía ser diferente de lo que ella infirió que esta Deidad omnipotente podría hacer.

“¿Y piensas que Dios es menos bueno, menos ‘Dios’ que tú?” Ella se rio a carcajadas al principio, pero luego regresó al resto del pasaje que estábamos leyendo.

“Pero ¿Qué pasa con el ‘fuego más profundo’? ¿Por qué Dios los haría caer en el fuego más profundo?”, continuó ella.

«Espere. Usted agregó algo allí. El pasaje no dice que Dios ‘los hace caer’. Su propia duda y la repentina pérdida de fe provocan esta caída. Además, ¿qué es lo que dice Bahá’u’lláh que representan términos simbólicos como ‘satanás’ y el ‘fuego del infierno’?”

“El yo”, expresó un bahá’í quien anteriormente fue judío. “El insistente yo. Las alusiones a satanás y a lo satánico simbolizan nuestra propia vanidad y deseos egoístas. Y el fuego representa la agonía, el dolor espiritual y emocional de cómo se siente el estar alejado de Dios».

“Hay un problema más con esto”, concluí. «Noten que el pasaje no dice que esta persona que ha vivido una buena vida vaya a permanecer en tal condición. Después de todo, si Dios es como el buen pastor, ¿no deberíamos presumir que, si uno ha caído en el fuego, los ayudantes de Dios bajarían rápidamente hasta donde está el alma temporalmente angustiada y desesperada para enviarla de regreso?”

Este relato tocó una fibra en mi amiga Leland, así como la conversación en clase tocó una fibra en mí. Al igual que tantas reflexiones sobre preguntas complejas que ocurren en cualquier clase, gran parte de la iluminación que un maestro adquiere, se deriva de la necesidad de formular respuestas a las preguntas. Este es quizás el mayor beneficio complementario de la enseñanza: el maestro invariablemente aprende más que los estudiantes. O dicho de otra manera, usted descubre que empieza a comprender las cosas aún mucho mejor, cuando usted trata de articular algo que piensa que sabe.

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