Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Hoy, en Starbucks, aquí en Pittsburgh, he oído conversaciones en persa, francés y mandarín, en ese orden, en las tres mesas de al lado. Vivimos en un mundo multilingüe.
Mientras escribo, un señor sentado detrás de mí habla por el móvil en lo que parece ruso u otra lengua eslava. Aquí en Estados Unidos, ¡hoy he oído más conversaciones en otros idiomas que en inglés!
Es maravilloso oír todas esas lenguas, porque demuestra que el mundo se ha convertido en una vecindad y que avanzamos cada vez más hacia la unidad global. Si no existe la necesidad de entender lo que se está hablando, no hay problema. Pero si existe esa necesidad, entonces sí que hay un problema.
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¿No sería mucho más fácil la comunicación si todos pudiéramos entendernos?
Imagínatelo: a los ojos de unos y otros, los demás parecerían menos «extranjeros». (Todo el mundo se sentiría como en casa. En grandes proyectos, una lengua común hablada por todos resultaría extremadamente útil en la pacificación, en la construcción de comunidades cohesionadas, en los negocios y en casi cualquier otro contexto social. En una charla que dio en Nueva York en 1912, Abdu’l-Bahá dijo que Bahá’u’lláh:
… ha declarado la necesidad de una lengua universal para que sirva de medio de comunicación internacional y así eliminar los malentendidos. Esta enseñanza sobre la importancia de una lengua universal se expone en [el Libro Más Sagrado de Bahá’u’lláh], o «Libro de las Leyes», publicado hace cincuenta años. – [Traducción provisional de Oriana Vento].
En su «Primera Tabla a La Haya», escrita el 17 de diciembre de 1919, Abdu’l-Bahá aclaró ese principio:
Y entre las enseñanzas de Bahá’u’lláh está la creación de un idioma único que se difunda universalmente entre las gentes. Esta enseñanza ha sido revelada por la pluma de Bahá’u’lláh a fin de que ese idioma universal elimine los malentendidos entre la humanidad.
Este principio bahá’í, expresado como una acción dinámica, puede concebirse de esta manera: «Adoptar un lenguaje auxiliar universal». He aquí el pasaje original de Bahá’u’lláh de su Libro Más Sagrado:
¡Oh parlamentarios de todo el mundo! Elegid un solo idioma para uso de todos los que están en la tierra y adoptad así. mismo una escritura común. Dı. os, de cierto, os expone claramente lo que ha de aprovecharos y permitiros ser independientes de los demás. Él es, en verdad, el Más Generoso, el Omnisciente, el Informado de todo. Ello será causa de unidad, si pudierais comprenderlo, y el mayor instrumento para promover la armonía y la civilización, ¡ojalá pudierais entenderlo! Hemos fijado dos signos para la mayoría de edad de la raza humana: el primero, que es el fundamento más firme, lo hemos consignado por escrito en otras de Nuestras Tablas, en tanto que el segundo ha sido revelado en este maravilloso Libro.
Shoghi Effendi, el Guardián de la Fe bahá’í, declaró que Bahá’u’lláh:
…en Su Libro Más Sagrado, ha ordenado la selección de un solo idioma y la adopción de una escritura común para uso de todos los habitantes de la tierra, lo que al cumplirse constituiría –como Él mismo lo afirma en dicho Libro– uno de los signos de la “mayoría de edad de la raza humana”.
Bahá’u’lláh se refiere a la adopción de una lengua universal y una escritura mundial como «el mayor instrumento para promover la armonía y la civilización», en tanto Abdu’l-Bahá concuerda con este pronunciamiento al afirmar que una lengua universal «puede eliminar los malentendidos de la humanidad».
Al igual que la invención del esperanto, introducido en 1887 por el lingüista y médico polaco Dr. Ludwig Lazarus Zamenhof (1859-1917) de Varsovia, en la actual Polonia, la promoción y eventual adopción de una lengua mundial es esencialmente un proceso secular. Sin embargo, adquiere un profundo significado religioso en forma de principio bahá’í unificador del mundo dentro de un proceso de sacralización de lo secular. La hija del Dr. Zamenhof, Lidia Zamenhof, abrazó la Fe bahá’í alrededor de 1925.
¿Y qué hay de la profecía relacionada con este principio? En este célebre pasaje, Abdu’l-Bahá se refirió a este principio como la «séptima vela», que es la «unidad de lenguaje» entre las siguientes profecías:
Ve cómo su luz despunta ahora en el oscuro horizonte del mundo. El primer cirio es la unidad en el dominio político, cuyos primeros destellos ya se distinguen. El segundo cirio es la unidad de pensamiento en tareas mundiales, la consumación de la cual pronto será presenciada. El tercer cirio es la unidad en libertad, la cual sin duda ha de llegar. El cuarto cirio es la unidad de religión, la piedra angular de los cimientos mismos, que, por el poder de Dios, será revelada en todo su esplendor. El quinto cirio es la unidad de las naciones, una unidad que seguramente será establecida en este siglo, haciendo que todos los pueblos del mundo se consideren a sí mismos como ciudadanos de una sola patria común. El sexto cirio es la unidad de las razas, que hará de todos cuantos habitan la tierra pueblos y linajes de una misma raza. El séptimo cirio es la unidad de idioma, es decir, la selección de una lengua universal en que sean instruidos y conversen todos los pueblos. Inevitablemente habrá de acontecer cada uno de ellos, por cuanto el poder del Reino de Dios prestará ayuda y apoyo en su realización.
Para una profecía más precisa, echemos un vistazo a esa misma bola de cristal por la que hemos mirado antes, una visión extraordinaria que no deja de sorprenderme e inspirarme.
Vivimos ahora «en una época que puede designarse como el período de maduración de la Mancomunidad Mundial prevista por Bahá’u’lláh», según Shoghi Effendi en El Orden Mundial de Bahá’u’lláh. En ese contexto, Shoghi Effendi ofreció esta emocionante visión de una futura Edad de Oro de la civilización mundial en lo que se refiere a la adopción de una lengua y una escritura mundiales:
Un idioma mundial será inventado o seleccionado de entre los idiomas existentes, y será enseñado en las escuelas de todas las naciones federadas como auxiliar del idioma materno. Una escritura mundial, una literatura mundial, un sistema monetario y de pesas y medidas uniforme y universal simplificarán y facilitarán el intercambio y el entendimiento entre las naciones y razas de la humanidad.
Así que este principio y profecía bahá’ís clave, en pocas palabras, puede captarse en una simple frase acuñada por la Casa Universal de Justicia: «La paz mundial a través de una lengua mundial». Por sí sola, la adopción de una lengua y escritura auxiliares mundiales no traerá la paz mundial. Pero sin duda ayudará. Por eso, un segundo idioma mundial debe ser nuestra prioridad.
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