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Espiritualidad

¿Por qué tememos a la muerte si esta no existe?

Mahin Pouryaghma | Ene 17, 2025

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Mahin Pouryaghma | Ene 17, 2025

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Aquí, en la residencia de ancianos, tengo una vecina y una amiga, ambas en proceso de muerte. Por supuesto, todos estamos en alguna etapa de ese proceso, no importa nuestra edad o salud.

Mi vecina parece estar en vías rápidas hacia el otro mundo, y me acaban de decir que tiene miedo.

¿Tienes miedo a la muerte? Puede que ahora no lo creas, porque tu viaje hacia el otro mundo puede parecer tan lejano, tan remoto, pero cuando te acerques, cuando te llegue la hora, como nos llega a todos, puede que cambies de opinión. He descubierto que muchas personas tienen mucho miedo a morir.

RELACIONADO: Cómo el alma humana sobrevive a la muerte

Cuando me enteré de que mi vecina estaba a punto de morir, quise ir a hablar con ella, pero al final se quedó dormida en su cómodo sillón, y ahora es la 1:17 de la madrugada, así que pienso ir a hablar con ella mañana.

Intentaré consolarla. Me doy cuenta, sin embargo, de que es muy diferente para mí como bahá’í, que veo el final de nuestra vida física de esta manera, como Bahá’u’lláh escribió en Las Palabras Ocultas:

He hecho de la muerte una mensajera de alegría para ti. ¿Por qué te afl iges? He hecho que la luz resplandezca sobre ti. ¿Por qué te ocultas de ella? – p. 37.

Quizás tenga miedo de ir al infierno. Intentaré persuadirla, utilizando la sabiduría de las enseñanzas bahá’ís, de que el infierno no existe, de que, como Bahá’u’lláh prometió, todos vamos a una vida celestial después de la muerte:

La primera vida, que pertenece al cuerpo físico, llegará a su fin, tal como ha revelado Dios: “Toda alma probará la muerte”[42]; pero la segunda vida, que surge del conocimiento de Dios, no sabe de muerte … –  Gemas de misterios divinos, p. 23.

Mi otra amiga, que tiene 101 años, está lo bastante sana como para seguir viva quizá unas semanas más.

Mi cáncer me ha puesto en la misma trayectoria. Físicamente, me estoy debilitando poco a poco y soy un poco más inestable al andar, pero todo sucede muy lentamente. Mi tensión arterial parece empeorar, lo que me pone en peligro de sufrir un infarto, que es lo que me gustaría tener porque encierra la esperanza de una salida rápida. Pero mi tensión arterial también me pone en peligro de sufrir un derrame cerebral, algo que temo debido a la prolongada discapacidad mental que puede acarrear, pero sigo confiando en Dios, que cuidará de mí como ha hecho toda mi vida.

Al fin y al cabo, estas enfermedades son temporales. Todo lo físico pasa, y todo lo espiritual es inmortal.

En realidad, por eso he emprendido esta tarea de escribir los capítulos de la historia del final de mi vida, para llamar la atención de quienquiera que esté leyendo esto, ya sea mientras viva o después de que me haya ido a mi hogar, de que la muerte no es nada que debamos temer.

Ahora, es la mañana siguiente, y acabo de visitar a mi vecina que está en proceso de morir. Estaba confundida y trató de levantarse de la cama cuando vine a verla. Su cama es muy alta y ella no es alta, por lo que podría caerse fácilmente. Cuando se relajó y hablamos, me confirmó que tiene miedo de morir y, por tanto, de estar sola.

Me encuentro en una posición muy buena para llegar a ella y ayudarla a mitigar sus temores, ya que yo también estoy en el proceso de mi tan esperada muerte. Le aseguré que nuestro Creador, nuestro Padre amoroso y misericordioso, la perdonará, como hace con todos nosotros cuando nos volvemos hacia él y le pedimos perdón.

Como mi vecina fue educada como cristiana, cité una cita de la Sagrada Biblia, cuando San Pedro preguntó a Jesucristo cuántas veces podemos pecar y aun así ser perdonados. Cristo dijo a Pedro que podemos pecar 7×70 veces al día y que, si nos arrepentimos, Dios nos perdonará. Esto pareció ofrecerle cierto consuelo.

También recité una oración bahá’í para que nuestro viaje fuera tranquilo, sin miedo ni dolor, y ella emitió sonidos de aceptación. Estoy muy agradecida por haber estudiado la Biblia durante tres años, porque ese conocimiento y comprensión me han ayudado mucho a lo largo de los años con mis clientes y otros amigos. Parecía que mi conversación con ella le reconfortaba en cierta medida, así que pienso seguir visitándola tan a menudo como mi nivel de energía y su estado me lo permitan.

Estoy muy contenta de que Dios me haya dado la oportunidad de servir a la gente de esta manera, aunque sea en muy pequeña medida. Gracias, Dios, por esta bendición.

RELACIONADO: ¿Qué llevaremos con nosotros a la otra vida?

Me estoy dando cuenta de que la pérdida de amigos y vecinos se está convirtiendo en un acontecimiento habitual para mí, como lo es para cualquiera que viva o trabaje en un centro de mayores como éste. Me siento triste durante un breve periodo de tiempo, pero me alegro de que se vayan de este mundo. Sigo deseando acompañarles en su viaje y, una vez más, me digo a mí misma que debo ser paciente. A decir verdad, tener paciencia no es fácil.

En mi vida personal, sigo viendo tantos milagros a diario que ya no me sorprendo. Sé que no son realmente milagros porque se supone que los milagros son grandes. Pero de vez en cuando, los percibo como milagrosos, y me digo: «¿Y qué? Él es Dios, y ése es Su trabajo, y nada es imposible de conceder para Dios si es según Su voluntad».

Así que últimamente doy por sentados esos milagros cotidianos. Supongo que se podría decir que sigo a lo mío y los espero. Me he dado cuenta de que Dios abre puertas que no parecían estar ahí. Mi trabajo es simplemente disfrutarlas, emocionarme con ellas, darme cuenta por millonésima vez de que tenemos un Creador asombroso, y atravesar las puertas que Él abre.

Me estoy dando cuenta de que la pérdida de amigos y vecinos se está convirtiendo en un acontecimiento habitual para mí, como lo es para cualquiera que viva o trabaje en un centro de mayores como éste. Me siento triste durante un breve periodo de tiempo, pero me alegro de que se vayan de este mundo. Sigo deseando acompañarles en su viaje y, una vez más, me digo a mí misma que debo ser paciente. A decir verdad, tener paciencia no es fácil.

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