Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
La razón principal por la que tú, y todos los demás, merecen riqueza es porque… redoble de tambores… existimos. Eres un ser humano que tiene derecho a una vida decente. Bahá’u’lláh, el fundador de la fe bahá’í, escribió:
Habiendo llegado a la etapa de la realización y alcanzado su madurez, el hombre necesita de la riqueza, y aquella riqueza que adquiere por medio de las artes y profesiones es aceptable y digna de alabanza a juicio de los hombres de sabiduría, y especialmente lo es a los ojos de los siervos que se dedican a la educación del mundo y a la instrucción de sus pueblos.
Esto no significa que merezcas una gran o excesiva riqueza, sino que el hecho de que existas significa que mereces comida, agua, refugio, ropa, educación y todos los demás derechos y libertades consagrados en la declaración universal de los derechos humanos.
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En la mayoría de las naciones democráticas esos derechos significan el derecho a votar, a poseer propiedades o a disponer de ellas, a trabajar y ganar un salario justo y a mantenerte a ti y a tu familia, y a pagar impuestos y recibir servicios, protecciones y beneficios del gobierno por esos impuestos. Las libertades incluyen el derecho a pensar, a votar, a expresar su opinión y a reunirse pacíficamente, a tener un nivel de vida justo, el derecho a la salud y a la atención sanitaria, y mucho más.
Haciendo realidad nuestros derechos y libertades universales
A pesar de los erráticos retrocesos en muchos lugares, el mundo ha hecho y está haciendo progresos hacia la realización de esos derechos universales, principalmente porque las masas de personas los exigen a sus gobiernos o se levantan en protesta cuando se los quitan.
Desde 1948, cuando se ratificó la DUDH, casi sesenta países han adoptado formas de gobierno republicanas o democráticas. Los gobernantes autoritarios y los déspotas han sido destronados o exiliados, y se han formado gobiernos constitucionales. Las épocas de gobierno absoluto de reyes y reinas -que habían gobernado durante miles de años, desde la época prebíblica- han pasado casi por completo, y muchos de ellos sirven ahora como figuras de representación, como Isabel II, reina de Inglaterra.
Cuando las monarquías gobernaban, una sola persona determinaba quién recibía riqueza y quién era esclavizado, si un país iba a la guerra o no, qué personas recibían el favor o el desprecio, quién vivía o moría. Afortunadamente, la mayor parte del mundo se ha graduado hacia formas de gobierno más ilustradas, y ese proceso de democratización sigue teniendo lugar.
Hoy en día, para muchas de las naciones del mundo, el Estado es el árbitro de las leyes y normas que rigen a sus habitantes. Aunque todavía existen algunos dictadores, casi universalmente sus pueblos anhelan libertades universales. Las noticias ya no se pueden ocultar en nuestro mundo globalizado y conectado, y la verdad sale a la luz. La gente quiere la verdad, y la justicia, y su parte de riqueza y oportunidades. Todo el mundo en la Tierra quiere el mismo derecho básico a vivir libre y ser feliz.
¿Cómo nos alejamos de la monarquía absoluta?
Los bahá’ís creen que la nueva revelación de Bahá’u’lláh ayudó a precipitar este giro de las monarquías absolutas con su propia declaración en 1868 de que «De dos rangos entre los hombres se ha tomado el poder: los reyes y los eclesiásticos».
En sus mensajes a los reyes y gobernantes del mundo, Bahá’u’lláh proclamó además un movimiento progresista bahá’í hacia la libertad y la democracia, la unidad y la diversidad, la cooperación y la paz. Estos ideales han inspirado a hombres y mujeres desde tiempos inmemoriales, y hoy estamos más cerca de su materialización a escala mundial. Tenemos entidades como las Naciones Unidas y sus dependencias, la Organización Mundial de la Salud, la UNESCO, la Organización Mundial del Comercio, y uniones internacionales como la Unión Europea, la OTAN, la Corte Penal Internacional, la ASEAN, el G20 y muchas más, todas ellas proporcionando marcos estables interconectados que apuntan en gran medida a la sostenibilidad, la salud económica y el progreso de normas justas para toda la humanidad.
Estas organizaciones quieren mantener y defender la libertad para que florezcan los derechos humanos y la paz, para que las economías prosperen y no se marchiten. Si la economía no prospera, habrá pocos o ningún empleo, y la riqueza será imposible. Como Jean Valjean en Los Miserables de Víctor Hugo, nos vemos obligados a robar el pan, y millones no tienen suficiente pan.
Tener riqueza no significa que todos vivamos en mansiones o conduzcamos los coches más nuevos. Todos no podemos. En sus tablas, Bahá’u’lláh declaró:
…el hombre debe conocer su propio ser y distinguir lo que conduce a lo sublime o a la bajeza, a la gloria o a la humillación, a la riqueza o a la pobreza. Habiendo llegado a la etapa de la realización y alcanzado su madurez, el hombre necesita de la riqueza, y aquella riqueza que adquiere por medio de las artes y profesiones es aceptable y digna de alabanza a juicio de los hombres de sabiduría, y especialmente lo es a los ojos de los siervos que se dedican a la educación del mundo y a la instrucción de sus pueblos.
Todos necesitamos riqueza. Todo el mundo merece tener suficiente comida, un lugar donde vivir y una forma de ganarse el sustento. En la visión bahá’í del futuro, todos tendremos esas oportunidades.
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