Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Cuando a los científicos se les despierta la curiosidad sobre Dios y sobre la espiritualidad, a menudo surgen dos preguntas: “Fuera del campo de la materia del científico, ¿hay algo importante?”. Y, “¿Qué tipo de atracción puede una persona medianamente razonable (asumimos que el científico nos encuentra como ‘medianamente razonables’) encontrar en la religión?”
Aproximadamente el noventa porciento de la población del mundo dice que profesa un sistema de creencias. ¿Por qué existe tanta atracción por la religión? Algunas personas disfrutan el elemento social, las cenas en la iglesia, las visitas al templo, la relación con amigos y familiares, tanto vivos como difuntos. Si bien podemos reconocer la importancia de este aspecto social, este no es el tipo de asunto con el que muchos científicos podrían hacer compromisos que cambien sus vidas.
Sin embargo, los científicos pueden entender completamente que uno de los propósitos más elementales de la religión es mejorar la conducta del ser humano. Los escritos bahá’ís dicen:
El propósito de la religión… es establecer la unidad y la concordia entre los pueblos del mundo; no la convirtáis en causa de lucha y discordia. – Bahá’u’lláh, Tablas de Bahá’u’lláh , página 86.
Esta cualidad, tan enfatizada en la Fe Bahá’í, también incluye el corolario: si la religión no mejora la conducta humana, es preferible la ausencia de la religión. Todas las grandes religiones sostienen que hay dos mandamientos básicos o enseñanzas espirituales: (a) el amor a Dios y (b) tratar a los otros como nos gustaría que nos traten a nosotros.
Si bien el primer mandamiento puede resultar difícil de entender intelectualmente para algunos, la idea de intentar practicar cada vez mejor los atributos de Dios declarados por los Profetas, tales como el amor, la justicia, la misericordia, la paciencia y otros, le debe quedar clara a todos. La conocemos como la regla de oro y se ha mantenido constante durante toda la historia religiosa.
Para aquellos científicos que se basan en la creación de hipótesis comprobables, la regla de oro, de hecho, puede ser usada para crear varias. Por ejemplo, la gente que sigue la regla de oro ¿parece ser más feliz, más decente, tener mayor confianza, estar más satisfecha con la vida, ser miembros más productivos de la sociedad? Dicho sea de paso, formular esta hipótesis como “la gente que sigue la regla de oro…” también sirve igualmente como respuesta adecuada a preguntas como “¿no es acaso la cristiandad responsable de la inquisición?” o “¿no es el Islam responsable del terrorismo global?”
Al margen del nombre que uno se dé a si mismo, una persona solamente puede ser contada como seguidora de una religión si la persona cumple con la regla de oro también. De hecho, la pregunta anterior no requiere formularse en abstracto. De manera más específica, ¿no sería el científico más feliz, su vida familiar más agradable y etc. si el científico cumpliera la regla de oro en sus asuntos personales?
En este punto, el científico inteligente probablemente preguntará: “¿Cuál es la correlación entre la regla de oro y la religión? ¿Por qué necesito seguir la regla de oro? ¿Por qué no puedo ser una persona buena sin tener religión?
La respuesta. La verdadera religión, practicada en el espíritu correcto y conciencia similar por personas comprometidas, produce un efecto que todo científico puede entender: el poder de la unidad. Crea comunidad, una red de apoyo y de retroalimentación confiable de creencias, y tiene un efecto en la conducta. Por supuesto, esto hace que la práctica diaria de la regla de oro sea más fácil, sencilla y más efectiva.
Los Profetas, las Manifestaciones de Dios, esos Seres (por ejemplo: Krishna, Abraham, Moisés, Buda, Muhammad, Bahá’u’lláh, etc.) que representan sobre la tierra las muchas virtudes de Dios, son las manifestaciones más dramáticas e inspiradoras de la regla de oro. Muchos otros ejemplos menores de la regla de oro (la madre Teresa, Albert Schweitzer, etc.) han tenido vidas inspiradoras y de sacrificio gracias a la fortaleza de sus creencias religiosas. Además, el hecho de que las vidas de los profetas estuvieran en perfecta armonía con la regla de oro es una de las pruebas espirituales de sus misiones. El hecho de que los Fundadores de las grandes religiones del mundo afirmen que su inspiración y autoridad proviene de su relación con Dios, sugiere que un buen comportamiento y el reconocimiento de Dios están relacionados.
Por otro lado, si bien el contenido espiritual básico de la religión (amar a Dios, seguir la regla de oro) se ha mantenido sin cambio y continuará de esta manera a lo largo del tiempo, lo otro que los profetas hacen es actualizar las leyes sociales con el fin de mantenerlas de acuerdo a las necesidades y exigencias de la época. En la práctica, esta actualización de las leyes no procederá de no existir suficiente autoridad, como la que brinda la relación de los profetas con Dios. En retrospectiva, viendo la historia, resultan aparentes tanto el impacto de estos cambios en la ley social como el conocimiento único de los profetas en la realización de estos cambios.
Comentarios
Inicia sesión o Crea una Cuenta
Continuar con Googleo