Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Nuestras palabras son increíblemente poderosas. Tienen el poder de elevar, iluminar e inspirar, pero también de dañar, desanimar y deprimir. Por eso Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe bahá’í, nos aconsejó usar el tacto, la sabiduría y la moderación cuando hablamos. Él escribió:
Todas las palabras están dotadas de espíritu; por lo tanto, el orador o expositor debe pronunciar las palabras cuidadosamente en el momento y lugar oportunos, puesto que la impresión que produce cada palabra se manifiesta con nitidez y es claramente perceptible. El Gran Ser dice: Una palabra puede compararse con el fuego, otra con la luz, y la influencia que ambos ejercen es patente en el mundo.
… Y además dice Él: Una palabra es como la primavera, que hace que los tiernos retoños del rosal del conocimiento se vuelvan verdes y florecientes, mientras que otra palabra es como un veneno mortal.
No sé tú, pero yo creo que al mundo le vendría bien menos fuego y más luz, menos veneno y más amor. Esto empieza por ser impecables con nuestras palabras.
¿Qué significa ser impecable con la palabra?
En su libro «Los Cuatro Acuerdos», don Miguel Ruiz identificó el ser «impecable con la palabra» como el primer acuerdo que debemos hacer con nosotros mismos para evitar el sufrimiento innecesario y vivir una vida alegre y plena.
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Dado que la palabra ’impecable’ tiene su origen en el latín ’impeccabilis’, fusión del prefijo latino ’in-’ que significa ’no’, y el verbo ’peccare’ que significa ’pecar’, don Miguel Ruiz define ser impecable con la palabra como hablar sin pecado.
Basándonos en las enseñanzas de los escritos bahá’ís, he aquí cinco maneras de practicar la impecabilidad con nuestras palabras.
Cómo ser impecable con la palabra: 5 consejos
1. No rompas la confianza de nadie
En «Los Cuatro Acuerdos», don Miguel Ruiz comparte la historia de una hermosa niña a la que le encantaba cantar hasta que su madre, tensa por el trabajo y con un terrible dolor de cabeza, le dijo: «¡Cállate! Tienes una voz fea. ¿Puedes callarte?». Aunque su madre no creía realmente que su hija tuviera una voz fea, descargó su frustración con ella. A pesar de que la niña tenía una voz preciosa, creyó lo que decía su madre y no volvió a cantar.
Esta historia me resonó conmigo porque mi madre y yo experimentamos lo mismo, aunque con personas diferentes. Cuando mi madre era adolescente, cantaba a capella con sus hermanas. A la gente de su pueblo le encantaba su voz, y unos amigos de Detroit la animaron a presentarse a las audiciones de los cazatalentos que buscaban una versión femenina de The Jackson 5. Sin embargo, su confianza se vino abajo cuando una amiga le dijo: «No sé por qué cantas todo el tiempo. No tienes buena voz». Aún hoy rara vez canta en público, salvo las nanas que canta a sus nietos y las oraciones que entona en las reuniones bahá’ís.
Don Miguel Ruiz se refiere a este cruel uso de las palabras como «lanzar hechizos», porque, según explica, «siempre que oímos una opinión y la creemos, la convertimos en un acuerdo, y pasa a formar parte de nuestro sistema de creencias.» Cuando estas creencias son negativas y limitantes, pueden bajar nuestra autoestima, frustrar nuestra confianza y robarnos la alegría. Cuando estaba en la escuela primaria, solía cantar alegremente todo el tiempo hasta que un pariente cercano me dijo que no era buena cantante. Desde entonces, sólo dejo que me oiga cantar mi madre.
Así que entiendo por qué los escritos bahá’ís dicen que las palabras pueden ser «incluso como un veneno mortal». Necesitamos usar nuestras palabras para animar a la gente y no para derribarla.
2. Abstente de la murmuración y la calumnia
Una de las peores maneras de derribar a la gente es a través de la murmuración. Merriam-Webster define «murmuración» como decir «cosas malas o rencorosas sobre una persona (por ejemplo, alguien que no está presente)». La murmuración, la calumnia y la búsqueda de defectos están prohibidos en la Fe bahá’í. Bahá’u’lláh escribió:
¡Oh Hijo del Hombre! No murmures los pecados de otros mientras seas tú mismo pecador. Si desobedecieres este mandato serás maldecido, y esto Yo lo atestiguo.
Don Miguel Ruiz comparó el chisme con un virus informático. Explicó: «Una pequeña pieza de desinformación puede romper la comunicación entre las personas, haciendo que cada persona a la que toca se infecte y contagie a los demás. Imagina que cada vez que otros te chismorrean, introducen un virus informático en tu mente, haciendo que pienses cada vez con un poco menos de claridad. Luego imagina que, en un esfuerzo por limpiar tu propia confusión y aliviarte un poco del veneno, chismorreas y contagias estos virus a otra persona».
La murmuración y la calumnia no sólo pueden dañar las relaciones individuales, sino que también pueden causar un daño más generalizado en forma de estereotipos contra grandes grupos de personas. Como escribió don Miguel Ruiz, «Cuando vemos el mundo a través de un virus informático, es fácil justificar el comportamiento más cruel. Lo que no vemos es que el mal uso de nuestra palabra nos está hundiendo más en el infierno».
3. Evita maldecir e injuriar a los demás
Alguien me dijo una vez: «Yo no murmuro. Si alguien no me gusta, se lo digo a la cara». Aunque esa persona no estaba murmurando, ciertamente tampoco estaba creando relaciones armoniosas de esa manera. Bahá’u’lláh escribió:
No mancilléis vuestras lenguas con la maledicencia y la injuria de alma alguna… No seáis causa de dolor, mucho menos de discordias y peleas.
Tanto si insultas a alguien como si dices groserías, en general, para expresar frustración por tu situación actual, usar un lenguaje soez nunca te traerá alegría.
«Cuando eres impecable con tu palabra, te sientes bien; te sientes feliz y en paz», escribió don Miguel Ruiz. «Usa la palabra de la manera correcta. Usa la palabra para compartir tu amor».
4. Usa tus palabras para elevar a la gente
Bahá’u’lláh escribió:
Una lengua amable es el imán de los corazones de los hombres. Es el pan del espíritu, reviste las palabras de significado, es la fuente de la luz de la sabiduría y el entendimiento.
Los bahá’ís deben usar palabras y acciones amables:
¡Ayudad al pobre, levantad al caído, confortad al afligido, procurad remedio al enfermo, tranquilizad al temeroso, librad al oprimido, brindad esperanza al desesperad o, y albergue al desamparado!
Cuando nuestras palabras y actos son como bellas oraciones, difundimos más luz y amor en este mundo. Por supuesto, nada de esto puede hacerse sin veracidad.
5. Habla con veracidad
Los escritos bahá’ís dicen: «La veracidad es la base de todas las virtudes humanas. Sin la veracidad, el progreso y el éxito en todos los mundos de Dios son imposibles para cualquier alma. Cuando este sagrado atributo se establezca firmemente en el propio ser, se realizará la adquisición de todas las virtudes celestiales».
Para ello es necesario ser veraz en todas nuestras interacciones y llevar una vida honesta y digna de confianza. «Habla con integridad. Di sólo lo que creas. Evita usar la palabra para hablar contra ti mismo o para chismorrear sobre los demás. Usa el poder de tu palabra en la dirección de la verdad y el amor», aconseja don Miguel Ruiz.
«…La impecabilidad de la palabra puede conducirte a la libertad personal, al éxito inmenso y a la abundancia; puede quitarte todo miedo y transformarlo en alegría y amor».
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