El retorno de Cristo: ¿Encarnación o Manifestación?

Un ensayo en un foro religioso en Internet, escrito por una mujer a la que he llamado «Jen», se oponía a las enseñanzas de la fe bahá’í sobre la unidad humana.

Jen afirmaba que esta unidad sería provocada por el espíritu de un anticristo, que algunos teólogos cristianos han personificado.

Como Jen se identificaba a sí misma como cristiana, me sorprendió que sus profundas ideas erróneas sobre diversos aspectos de la fe bahá’í se extendieran a sus ideas sobre lo que Cristo Jesús había enseñado en realidad.

Criada yo misma como cristiana, en su día compartí su visión del mundo y me expresé con igual vehemencia, así que en general sabía qué esperar, pero ella me dejó atónita un par de veces con afirmaciones que no había visto antes. Afirmó, por ejemplo, que los bahá’ís estábamos «esperando ansiosamente» a este anticristo para que trajera la paz mundial, que creemos que la ONU es el vehículo que traerá la unidad religiosa, que la fe bahá’í prescribe un «gobierno de estilo comunista» y que pretendemos «eliminar» a cualquiera cuyas creencias difieran de las nuestras.

Vaya. Cada una de esas afirmaciones es completa y absolutamente falsa.

Exploraré todas estas ideas erróneas en el transcurso de esta serie de artículos, pero en éste quiero abordar otra afirmación incorrecta que Jen hizo basándose en las percepciones erróneas de algunos de los primeros buscadores (por ejemplo, del famoso poeta y artista Khalil Gibran) acerca de que Abdu’l-Bahá, el hijo y sucesor de Bahá’u’lláh, era el profeta predicho en las escrituras reveladas. Muchas personas conocieron a Abdu’l-Bahá y, comprensiblemente, se sintieron asombradas por él, pero sus repetidas afirmaciones de que no era un profeta no siempre parecieron convencerles.

Jen escribió: «La ’encarnación de Dios’ bahá’í, Abdu’l-Bahá, dijo: ’la religión es el mayor de todos los medios para el establecimiento del orden en el mundo’». 

En primer lugar, quiero dejar muy claro que la «encarnación de Dios» no forma parte de la creencia bahá’í. Más bien, los bahá’ís consideran a esos seres semejantes a gemas que Dios envía para revelarse como «… el resplandor de su gloria y la imagen misma de su persona», tal y como se describe en el Libro de Hebreos del Nuevo Testamento (1:3).

En 2 Corintios 3:17-18, el apóstol Pablo describió así el reflejo del Espíritu Santo en el espejo de Jesucristo:

Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.  Pero todos nosotros, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.

También compartí con Jen esta oración de Cristo en Getsemaní, de Juan 17,6-7, en la que dice:

He manifestado Tu nombre a los hombres que me diste del mundo. Tuyos eran, Tú me los diste, y ellos han guardado Tu palabra. Ahora han conocido que todas las cosas que Tú Me has dado provienen de Ti.

Los bahá’ís creen que Bahá’u’lláh es, como Cristo, una Manifestación del Espíritu de Dios, es decir, un reflejo perfecto del Espíritu Santo tal como refleja un espejo. Abdu’l-Bahá, por otra parte, era «meramente» un ser humano ejemplar. De hecho, Bahá’u’lláh exhortó a los bahá’ís a considerar a Abdu’l-Bahá como nuestro ejemplo, pues él es literalmente el tipo de ser humano que resultaría de seguir la Palabra de Dios en espíritu y en letra.

¿No es esto de lo que habló el Apóstol Pablo cuando dijo que al contemplar «como en un espejo, la Gloria del Señor» los creyentes se transforman ellos mismos «en la misma imagen»?

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En sus escritos Bahá’u’lláh también utilizó los conceptos de reflejo y manifestación para describir la relación entre Dios y Sus mensajeros:

Estos Espejos santificados, estas Auroras de antigua gloria, son todos y cada uno los Exponentes en la tierra de Aquel que es el Astro central del universo, su Esencia y Propósito último. De Él procede su conocimiento y poder; de Él proviene su soberanía. La belleza de su semblante es solamente un reflejo de Su imagen; y su revelación, un signo de Su gloria inmortal… A través de ellos se transmite una gracia que es infinita, y por ellos se revela la Luz que jamás palidece… Esos Tabernáculos de Santidad, esos Espejos Primordiales que reflejan la luz de gloria inmarcesible, no son sino expresiones de Aquel que es el Invisible de los Invisibles. Por la revelación de estas Joyas de virtud divina se ponen de manifiesto todos los nombres y atributos de Dios, tales como conocimiento y poder, soberanía y dominio, misericordia y sabiduría, gloria, munificencia y gracia.

Así pues, junto con nuestros hermanos y hermanas cristianos, los bahá’ís afirman su creencia inquebrantable de que Cristo es exactamente el tipo de ser que describe Bahá’u’lláh. Los bahá’ís creen que Bahá’u’lláh es un espejo prístino que refleja la «luz de gloria inmarcesible». Creemos que Abdu’l-Bahá, cuyo nombre significa «Siervo de la Gloria» y cuyo Padre se refirió a él como el «Misterio de Dios», es alguien que había sido, como dice el apóstol Pablo, «transformado de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor».