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Cómo sobrevivir y prosperar frente a las fuerzas caóticas de la vida moderna

David Langness | Mar 25, 2023

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David Langness | Mar 25, 2023

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¿Te sientes exhausto, agotado, ansioso, como si estuvieras viviendo una época muy, muy dura? ¿La rápida y perturbadora evolución de la sociedad te hace añorar volver a una época más sencilla y menos complicada?

¿Te sientes poco preparado para los grandes cambios que se están produciendo en el mundo? ¿La pandemia ha alterado tu equilibrio? ¿Las guerras y los rumores de guerras hacen que todo parezca inestable? ¿Tienes la sensación de que el acelerado ritmo de los cambios te dejará anticuado e irrelevante? ¿La caótica y frenética vida moderna te ha agotado?

Si has respondido afirmativamente a alguna de estas preguntas, no estás solo. El estrés de la sociedad contemporánea y el miedo a un futuro desintegrador parecen impregnar todos los aspectos de nuestra existencia cotidiana. Todos estos factores estresantes han contribuido a una era global de ansiedad.

Los expertos denominan a este sentimiento «discontinuidad»: una clara ruptura de nuestro sentido normal de continuidad, una marcada diferencia entre el presente y el pasado reciente. Normalmente, la discontinuidad le ocurre a cualquiera que atraviese un periodo repentino de grandes cambios. Cuando la sociedad cambia a gran velocidad, sufrimos un latigazo cervical.

Cuando ocurre una tragedia –una pandemia, una guerra, una catástrofe natural– nos sumergimos en lo inesperado a una velocidad vertiginosa. Esto genera ansiedad, miedo y discontinuidad.

La periodista Elizabeth Weil, en un reciente artículo en el New York Times, definió lo que significa nuestro pavor a la discontinuidad, y cómo puede afligir a cualquiera:

La mayoría de nosotros hemos arrastrado los pies y nos hemos engañado a nosotros mismos durante demasiado tiempo sobre el estado del mundo. Mientras seguimos estancados, nuestro mundo se aleja de nuestro entendimiento de él. Hemos caído en una brecha en nuestra comprensión de la realidad. Tenemos que reconocerlo, medir la ruptura y saltar por encima de ella.

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Los bahá’ís creen que podemos superar esa brecha profundizando en nuestro conocimiento de la realidad espiritual de la era actual. Esa realidad subyacente, enseñó Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe bahá’í, implica el concepto de coherencia y continuidad de toda la revelación divina:

Te resulta claro y evidente que todos los Profetas son los Templos de la Causa de Dios… Si observaras con ojo perspicaz, Los verías a todos habitando en el mismo tabernáculo, remontándose hacia el mismo cielo, sentados en el mismo trono, pronunciando las mismas palabras y proclamando la misma Fe.

Pero hoy parece que vivimos en una época de discontinuidad significativa, de alteraciones rápidas y cada vez más aceleradas, de una ruptura importante con el pasado. ¿Cómo conciliamos estas dos realidades, una de ellas permanente y continua, la otra fragmentada y llena de caos?

Para empezar, reflexionemos brevemente sobre la historia reciente de la humanidad. En poco más de un siglo, durante el lapso de vida más largo de los más de siete mil millones de personas que ahora vivimos en la Tierra, los seres humanos hemos experimentado una aceleración brusca y repentina de la ciencia, la tecnología y nuestra relación mutua. Tras incontables siglos de evolución muy lenta y casi imperceptible, hemos logrado avances sin precedentes. El mundo, rodeado ahora por el comercio, la comunicación y un intercambio cultural sin precedentes, se ha encogido y contraído hasta convertirse en un vecindario virtual. Nuestra conciencia colectiva se ha ampliado masivamente. El antiguo reinado absoluto de reyes y gobernantes ha desaparecido en gran medida. Ahora nos encontramos precipitándonos hacia un futuro desconocido desde un pasado cada vez más lejano, avanzando tan rápido que incluso el propio ritmo del cambio puede desorientarnos y confundirnos.

Los bahá’ís creen que todas estas discontinuidades señalan el amanecer de una nueva realidad en nuestro planeta: hemos empezado a comprender nuestra unidad humana esencial. Las fronteras de todo tipo se han vuelto menos restrictivas. La ciencia confirma continuamente la interdependencia de todos los seres vivos. Las nuevas revelaciones sobre el ADN y nuestra ascendencia humana han hecho que cada vez seamos más conscientes de nuestra humanidad compartida. Muchos han actuado para redefinir o incluso desechar las viejas categorías de religión, raza, nacionalidad y clase. Los problemas globales –derechos humanos, migración, cambio climático, terrorismo, la pandemia del coronavirus– han eclipsado a todos los demás, pasando a ocupar el primer plano de nuestras preocupaciones.

A pesar de estos grandes avances –o quizá debido a ellos–, la gente comparte una sensación de grave discontinuidad. Los sistemas tradicionales parecen rotos. Las alianzas, antaño fiables, han cambiado. Los enfoques probados ya no producen los mismos resultados. Para muchos, el mundo parece estar al borde de la ruptura, de la debacle, del desastre. Muchos han desarrollado la intuición de que la realidad se ha roto.

Tenemos estos sentimientos porque, para muchos, nuestra experiencia pasada ha dejado de proporcionarnos un marco viable para una vida futura. Eso es la discontinuidad: la estresante constatación de que ya no comprendemos plenamente nuestro mundo y no podemos predecir hacia dónde se dirige. El escritor y futurólogo Alvin Toffler lo denominó » shock del futuro», que significa que la realidad que creíamos habitar ya no sobrevive y que nuestras habilidades para navegar por esa existencia pasada ya no funcionan en la nueva.

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La agonía de la muerte del viejo orden

Bahá’u’lláh predijo esta discontinuidad personal y social en el siglo XIX cuando escribió: “Pronto el orden actual será enrollado y uno nuevo será desplegado en su lugar”. En 1934, Shoghi Effendi, el Guardián de la Fe bahá’í, dijo: “Nos encontramos ante el umbral de una era cuyas convulsiones proclaman la agonía de la muerte del viejo orden y los dolores de parto del nuevo”.

¿No te sientes preparado para la desaparición del orden social existente en el mundo? Mucha gente sí. Todos dependemos de ese viejo orden, a pesar de sus deficiencias, para nuestro sustento, nuestros medios de vida y nuestra sensación general de estabilidad. A pesar de ello, en el mundo actúan fuerzas mayores que ejercen una poderosa influencia gravitatoria sobre el futuro de la humanidad. Esas fuerzas mayores pueden parecer misteriosas, invisibles e incluso amenazadoras, pero si tratamos de comprenderlas mejor, pueden ayudarnos a liberarnos de nuestros inquietantes y perturbadores sentimientos de discontinuidad.

Las enseñanzas bahá’ís identifican y explican esas fuerzas mayores, no sólo analizando y evaluando nuestro estado actual de la sociedad, sino también proporcionando una amplia visión de lo que nuestra familia humana puede esperar en ese futuro estado de civilización hacia el que nos dirigimos a toda velocidad. De hecho, la comunidad mundial bahá’í ofrece a la humanidad un antídoto contra la discontinuidad: un plan para alcanzar un futuro más esperanzador y prometedor. Tanto si eres bahá’í como si no, comprender esas fuerzas mayores puede ayudarte a navegar por una realidad en rápida evolución.

Bahá’u’lláh, no mucho después de proclamar el advenimiento de este nuevo sistema espiritual, escribió:

El equilibrio del mundo ha sido trastornado por la vibrante influencia de este más grande, este nuevo Orden Mundial. La vida ordenada de la humanidad ha sido revolucionada por medio de este Sistema único y maravilloso, nada semejante al cual jamás han presenciado ojos mortales.

Las enseñanzas bahá’ís afirman que cuando amaneció la revelación de Bahá’u’lláh se produjo un terremoto global extremadamente poderoso en los fundamentos espirituales de toda la humanidad. Un nuevo mensajero divino trajo a todos los pueblos un conjunto de enseñanzas destinadas a revolucionar «la vida ordenada de la humanidad». Del mismo modo que las revelaciones de Cristo, Muhammad y Buda tuvieron un impacto profundamente transformador en la humanidad, esta nueva revelación ha tenido un efecto similar y seguirá impulsando el cambio.

El conjunto de esas enseñanzas y su influencia duradera, creen los bahá’ís, han causado y seguirán causando una gran discontinuidad en «el equilibrio del mundo». Comprender la dinámica de esta agitación social puede ayudar a todos a navegar por un cambio tan rápido y revolucionario.

El nacimiento del nuevo orden

En su libro El Orden Mundial de Bahá’u’lláh, Shoghi Effendi examinó las dos grandes fuerzas sociales y espirituales que la revelación de Bahá’u’lláh liberó, y hábilmente las resumió de esta manera:

Al contemplar el mundo que nos rodea, nos vemos obligados a observar las múltiples evidencias de esa efervescencia generalizada que, en cada continente del globo y en cada compartimento de la vida humana, ya sea religioso, social, económico o político, purifica y reorganiza a la humanidad en espera del Día en que se habrá reconocido la integridad de la raza humana y será establecida su unidad. Sin embargo, se distingue un doble proceso, cada uno de los cuales tiende, a su propio modo y con acelerado ímpetu, a conducir hacia un clímax las fuerzas que transforman la faz de nuestro planeta. El primero es esencialmente un proceso de integración, mientras que el segundo es fundamentalmente destructivo. El primero, en su constante evolución, revela un Sistema que bien puede servir de modelo de ese orden político hacia el cual avanza sin parar un mundo extrañamente perturbado; mientras que el otro, al ahondarse su influencia desintegradora, tiende a derribar, con creciente violencia, las caducas barreras que intentan impedir el progreso de la humanidad hacia su meta predestinada. El proceso constructivo está relacionado con la naciente Fe de Bahá’u’lláh y es el precursor del Nuevo Orden Mundial que esta Fe, dentro de poco, ha de establecer. Las fuerzas destructivas que caracterizan al otro proceso deben identificarse con una civilización que ha rehusado responder a la expectativa de una nueva era y que, por consiguiente, sucumbe al caos y la declinación.

Una contienda titánica, espiritual, sin paralelo en su magnitud y, con todo, inefablemente gloriosa en sus consecuencias finales, se libra como resultado de esas tendencias opuestas…

Ver la acelerada evolución del mundo, y los problemas que provoca, en el contexto de estas fuerzas duales integradoras y desintegradoras puede ayudarnos a empezar a entender las razones que subyacen a tan desconcertante discontinuidad.

En la próxima entrega de esta breve serie de ensayos, exploraremos las ramificaciones de la «fermentación universal… que purga y remodela la humanidad», y examinaremos cómo podemos reaccionar y responder cada uno de nosotros a esas fuerzas titánicas que transforman la faz de nuestro planeta.

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