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Ciencia

¿Todo lo que sabemos sobre el Universo está equivocado?

David Langness | Jul 26, 2024

PARTE 1 IN SERIES Nuestro universo misterioso

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David Langness | Jul 26, 2024

PARTE 1 IN SERIES Nuestro universo misterioso

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Durante más de un siglo, la ciencia nos ha asegurado que nuestro universo comenzó hace unos 14.000 millones de años con un Big Bang, pero algunos de los científicos más recientes han empezado a cuestionar y poner en tela de juicio esa suposición.

Este tipo de cuestionamiento de las principales conclusiones científicas suele producirse inmediatamente antes de que aparezca un Newton o un Einstein y lo ponga todo patas arriba. Entonces, ¿estamos en la cúspide de una revolución científica, no sólo en la forma de entender el universo, sino también en la forma de entendernos a nosotros mismos?

Tal vez.

No cabe duda de que esas revoluciones ya se han producido antes. Galileo y Copérnico, cuando descubrieron que la Tierra no era el centro del universo, ayudaron a los seres humanos a reconocer su relativa insignificancia. Darwin creó una revolución similar. Einstein y su teoría de la relatividad nos hicieron relacionarnos con el universo de una forma nueva y diferente, cambiando nuestras percepciones del tiempo y la eternidad.

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El telescopio espacial James Webb, que ahora observa el universo desde su ubicación a un millón de kilómetros de distancia, ha contribuido enormemente a esta revolución inminente. Su capacidad para retroceder en el tiempo cósmico hasta algunas de las galaxias más antiguas del universo nos ha mostrado un espectáculo asombroso: sistemas galácticos maduros y completamente formados que surgieron mucho antes de lo que las interpretaciones convencionales de la teoría del Big Bang consideraban posible.

Recientemente, dos conocidos y respetados físicos –el astrofísico Adam Frank, de la Universidad de Rochester, y el físico teórico Marcelo Gleiser, de Dartmouth– escribieron sobre este asombroso descubrimiento en el New York Times. Su ensayo, titulado «The Story of Our Universe May Be Starting to Unravel» («La historia de nuestro Universo podría estar empezando a desvelarse»), exponía una idea científica hasta entonces herética:

Según el modelo estándar [de cosmología], en el que se basa prácticamente toda la investigación en este campo, existe una secuencia fija y precisa de acontecimientos que siguieron al Big Bang: Primero, la fuerza de la gravedad atrajo las regiones más densas del gas cósmico en enfriamiento, que crecieron hasta convertirse en estrellas y agujeros negros; después, la fuerza de la gravedad atrajo las estrellas hasta formar galaxias.

Sin embargo, los datos del Webb revelaron que algunas galaxias muy grandes se formaron realmente rápido, en un tiempo demasiado corto, al menos según el modelo estándar. No se trata de una discrepancia menor. El hallazgo es semejante a la aparición de padres e hijos en una historia cuando los abuelos aún son niños.

La teoría del Big Bang, que durante mucho tiempo se consideró ciencia consolidada, ha resistido desafíos científicos durante un siglo y se ha convertido en un pilar central de lo que los físicos llaman el «modelo estándar de la cosmología». Pero las observaciones más recientes del telescopio Webb, así como un creciente debate científico sobre el ritmo de expansión del universo conocido como la constante de Hubble, han empezado a socavar los cimientos de ese modelo estándar. Frank y Geisler escribieron:

Los físicos y astrónomos están empezando a tener la sensación de que quizá algo está realmente mal. No es sólo que algunos de nosotros creamos que podríamos tener que replantearnos el modelo estándar de la cosmología; también podríamos tener que cambiar la forma en que pensamos sobre algunas de las características más básicas de nuestro universo –una revolución conceptual que tendría implicaciones mucho más allá del mundo de la ciencia. …

Puede que nos encontremos en un punto en el que necesitemos una desviación radical del modelo estándar, que incluso nos exija cambiar nuestra forma de pensar sobre los componentes elementales del universo, posiblemente incluso la naturaleza del espacio y el tiempo.

Cuando ocurra, ¿qué nos deparará esa «revolución conceptual»? Las enseñanzas bahá’ís ofrecen a la humanidad algunas pistas.

En primer lugar, uno de los principios fundamentales de la Fe bahá’í, expresado aquí en los escritos de Abdu’l-Bahá, sostiene que la religión y la ciencia deben estar de acuerdo: «… entre las enseñanzas de Bahá’u’lláh está que la religión debe estar en conformidad con la ciencia y la razón… Los cimientos deben ser sólidos y no deben consistir en imitaciones».

En segundo lugar, las enseñanzas bahá’ís dicen claramente que la religión sin ciencia es mera superstición. En una charla que dio en Washington, D.C., en 1912, Abdu’l-Bahá dijo:

… la religión y la ciencia están en completo acuerdo. Toda religión que no está de acuerdo con la ciencia establecida es superstición. La religión debe ser razonable. Si no cuadra con la razón, es superstición y no tiene fundamento.

En tercer lugar, los escritos bahá’ís ofrecen una visión expansiva, ilimitada e irrestricta de la creación, del mismo modo que revelan un Creador ilimitado e inconcebible:

El Creador siempre ha tenido una creación y los rayos siempre han emanado e irradiado del Sol de la Verdad, pues un sol sin luz sería una impenetrable oscuridad. Los nombres y atributos de Dios requieren la existencia de las cosas, y no puede concebirse un cese de las efusiones de la antigua gracia de Dios, ya que eso sería contrario a las perfecciones divinas.

Ese pasaje, de «Contestaciones a unas preguntas» de Abdu’l-Bahá, no sólo plantea un Creador eterno, sino también una creación eterna, sin límites de tiempo ni de espacio.

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Por último, Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe bahá’í, afirma a la humanidad que, al igual que el Creador es eterno, también lo es la creación:

… has de saber, con toda seguridad, que la creación de Dios ha existido desde la eternidad, y continuará existiendo para siempre. Su principio no ha tenido principio y su fin no conoce fin. Su nombre, el Creador, presupone una creación…

No es fácil para la gente sostener conceptos tan vastos como éste, especialmente cuando estamos acostumbrados a pensar en nosotros mismos como criaturas limitadas y temporales, circunscritas por el tiempo y el espacio y las limitaciones de nuestras experiencias personales. Pero las enseñanzas bahá’ís nos piden que demos ese salto, tanto científica como espiritualmente, para intentar ver más allá de las fronteras de lo físico y contemplar el universo sin fronteras, sabiendo que todos existiremos eternamente.

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