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Historia

Un modelo revolucionario y espiritual de la historia de la humanidad

Bob Ballenger | Oct 17, 2022

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Bob Ballenger | Oct 17, 2022

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¿Cómo podemos saber si alguna de las teorías de la historia es válida y útil? En general, una teoría es una idea o propuesta que puede ponerse a prueba mediante el uso de diversas pruebas que demuestran su exactitud o revelan su falacia.

En un discurso que ofreció en París hace más de un siglo, Abdu’l-Bahá describió brevemente la revolucionaria teoría bahá’í de la historia humana:

En la Enseñanza de Bahá’u’lláh se halla escrito: «Únicamente por medio del poder del Espíritu Santo puede progresar el ser humano, pues su poder es limitado, y el Poder Divino es infinito.» El análisis de la historia nos lleva a la conclusión de que todas las personas verdaderamente notables, las benefactoras de la raza humana, aquellos que han inducido a las gentes a amar el bien y a detestar el mal, y que han sido la causa del verdadero progreso, todas ellas han sido inspiradas por la fuerza del Espíritu Santo.

Los Profetas de Dios no se graduaron en las escuelas de erudición filosófica; por el contrario, de hecho fueron muy a menudo de humilde origen, en apariencia totalmente ignorantes, personas anónimas y sin importancia a los ojos del mundo; algunas veces, careciendo incluso del conocimiento de la lectura y la escritura.

Fue el poder del Espíritu Santo lo que elevó a estos grandes seres humanos por encima de los demás, y los capacitó para convertirse en Maestros de la Verdad. Su influencia sobre la humanidad, en virtud de esta poten te inspiración, fue grande y penetrante.

La influencia de los más sabios filósofos, carentes de este Divino Espíritu, ha sido comparativamente de escasa importancia, a pesar de la amplitud de su saber y la profundidad de su erudición.

En aras de la brevedad, llamaré a esto el modelo teofánico, porque la palabra «teofánico» significa «una manifestación visible del Creador a la humanidad». Para los bahá’ís, todos los profetas, los santos mensajeros y las manifestaciones de Dios fundaron las grandes religiones y trajeron enseñanzas de amor, compasión y unidad al mundo humano. Las enseñanzas bahá’ís dicen que estos mensajeros divinos son en realidad uno:

A cada Profeta a Quien el Creador Todopoderoso e Incomparable ha determinado enviar a los pueblos de la tierra Le ha sido confiado un Mensaje, y Se Le ha encargado actuar de la forma que mejor satisfaga los requisitos de la época en que aparece. Dios tiene dos propósitos al enviar a Sus Profetas a los hombres. El primero es librar a los hijos de los hombres de la oscuridad de la ignorancia y guiarlos a la luz del verdadero entendimiento. El segundo es asegurar la paz y tranquilidad del género humano y proveer todos los medios por los cuales éstas pueden ser establecidas.

Los Profetas de Dios deben ser considerados como médicos cuya tarea es fomentar el bienestar del mundo y sus pueblos para que, mediante el espíritu de la unicidad, curen la dolencia de esta humanidad dividida.

Ese pasaje de Bahá’u’lláh contradice directamente la opinión contemporánea de que la historia es el producto de muchas influencias sociales y culturales transitorias, sin ninguna fuerza de control. Ciertamente, innumerables acontecimientos e individuos influyen en la historia. Sin embargo, estos acontecimientos están lejos de ser iguales en su impacto. La elección de una persona de comprar una determinada clase de frijoles en la tienda, que es un acontecimiento histórico, no se equipara con la decisión de Adolf Hitler de invadir Polonia en 1939, desencadenando la Segunda Guerra Mundial.

La noción de aleatoriedad domina el pensamiento de muchos historiadores modernos, pero parece haber pocas pruebas de que desempeñe algún papel crucial, aunque incomprensible, en el curso de los acontecimientos humanos. Cualquier teoría de la aleatoriedad parece demasiado borrosa para comprobar su validez. Pero sí podemos poner a prueba la teoría de la unicidad de los mensajeros divinos comparando sus enseñanzas fundamentales y su capacidad para alterar la suerte de la humanidad.

¿Quiénes fueron las mayores influencias de la historia?

La teoría de Carlyle sobre los «grandes hombres» de la historia tiene sin duda sus atractivos, y presenta algunos puntos legítimos. La historia de la humanidad está poblada por cientos de individuos carismáticos, tanto mujeres como hombres, cuyo carácter, fuerza de la personalidad y acciones han influido fuertemente y dado forma a los acontecimientos humanos.

En la serie de conferencias públicas que constituyeron la base de su libro, Carlyle señaló a William Shakespeare, Oliver Cromwell, Napoleón Bonaparte y Muhammad (aunque omitió a Jesús y a Moisés) como algunos de sus héroes de la historia. Carlyle proponía que las sociedades, al igual que otros organismos vivos, evolucionan a lo largo del tiempo, surgiendo, prosperando y luego decayendo antes de colapsar. En su opinión, los héroes de la historia son aquellos hombres (las mujeres no se consideraban héroes en el modelo de Carlyle) que comprenden y aceptan este proceso. Además, Carlyle escribió al comienzo de la Revolución Industrial, cuando la industria manufacturera empezaba a tener un impacto como fuerza económica y social en el mundo.

La teoría del gran hombre y el impacto de los tiranos

No parece que Carlyle pudiera prever que la industrialización crearía los medios tecnológicos para permitir que personalidades históricas tiránicas como Adolf Hitler o Josef Stalin o el presidente Mao, o incluso la sucesión de presidentes estadounidenses cuyas políticas genocidas acabaron con la mayor parte de los pueblos indígenas del continente, se alzaran y masacraran a millones de víctimas en su afán por establecer sus versiones de sociedades humanas ejemplares, aunque eso significara exterminar a grupos enteros de personas. Los regímenes de estos poderosos líderes y de muchos otros tuvieron consecuencias desastrosas para la historia. Fuerte no significa necesariamente bueno.

Karl Marx adoptó un enfoque totalmente nuevo de la historia, utilizando la economía como base. A nadie se le había ocurrido hacerlo antes de él. La teoría marxista de la historia es interesante, pero también está condenada al fracaso, en gran parte porque la solución de Marx, la creación de un estado económico comunista, ha sido un fracaso absoluto. El comunismo como modelo fiscal y social se ha intentado repetidamente sin éxito. En un momento dado, entre 1950 y 1985 aproximadamente, más de la mitad de la población mundial vivía en sociedades comunistas que se extendían desde Europa central en el oeste, hasta Asia y China y el sudeste asiático.

El problema del marxismo es que no ha funcionado bien como modelo económico. La economía dirigida del marxismo es ineficiente y esclerótica. Nunca ha cumplido su promesa de elevar a las masas populares a la prosperidad económica.

El impacto duradero de las grandes religiones

La teoría teofánica de la historia puede ser validada por el registro histórico de la aparición de profetas con autoridad e influencia divina. Su aparición, y su enorme influencia, es un hecho histórico que ningún observador imparcial niega. Pero se conocen menos de una docena de casos de intervenciones proféticas importantes, y la mayoría de ellos ocurrieron en un pasado lejano, lo que hace difícil reunir pruebas convincentes para este modelo de historia.

Sin embargo, podemos argumentar con fuerza a favor de un motivo de inspiración divina en la historia si nos fijamos en el ejemplo más reciente del Islam. Consideremos las pruebas: Según todos los testimonios, Muhammad (570-632 d.C.) era un hombre analfabeto (bastante común para la época) y comerciante (también una ocupación común) que vivía y trabajaba en La Meca, Arabia, hasta que recibió una revelación religiosa.

La religión que fundó Muhammad -el Islam- cuenta hoy con adeptos en prácticamente todos los países del mundo, con 1.800 millones de musulmanes, es decir, aproximadamente el 25% de la población mundial. La influencia del Islam en la ciencia, las matemáticas, la filosofía, la literatura y otros aspectos de la cultura humana es innegable para cualquier persona objetiva. Que un individuo que no sabía leer ni escribir y que había surgido de circunstancias muy modestas creara un movimiento tan poderoso y difundido ofrece suficientes pruebas de que Dios interviene en la historia de la humanidad en momentos estratégicos como para que esta teoría de la historia sea, al menos, digna de consideración y merezca más respeto académico.

La Fe bahá’í acepta y respalda este modelo teofánico de la historia. Pero, en parte debido a que la intervención de Dios a través de los profetas es un fenómeno tan raro, puede que pasen cientos de años antes de que el impacto histórico de la revelación bahá’í pueda ser ampliamente aceptado y la religión pueda ser validada como la fuerza principal que impulsa la historia humana. Sin embargo, los bahá’ís creen firmemente que un Ser Supremo interviene en la historia de la humanidad inspirando a mensajeros espirituales para que nos guíen, y que el más reciente de esos mensajeros, Bahá’u’lláh, ha traído un nuevo y a la vez antiguo llamamiento espiritual a la humanidad. Shoghi Effendi, el Guardián de la Fe bahá’í, esbozó ese llamamiento en su libro de 1938 El orden mundial de Bahá’u’lláh:

Por primera vez en la historia de la humanidad ha sido seriamente considerado, discutido y probado el sistema de seguridad colectiva prefigurado por Bahá’u’lláh y dilucidado por ‘Abdu’l-Bahá. Por primera vez en la historia se ha reconocido oficialmente y se ha declarado públicamente que, para que este sistema de seguridad colectiva sea establecido efectivamente, son esenciales tanto la fuerza como la flexibilidad, una fuerza que implique el empleo de un poder adecuado para asegurar la eficacia del sistema propuesto, y una flexibilidad que permita que los mecanismos concebidos satisfagan las legítimas necesidades y aspiraciones de sus defensores perjudicados. Por primera vez en la historia humana las naciones del mundo han hecho esfuerzos tentativos por asumir la responsabilidad colectiva y por complementar sus promesas verbales con una efectiva preparación para la acción colectiva. Y, nuevamente, por primera vez en la historia, un movimiento de la opinión pública ha puesto de manifiesto su apoyo al veredicto que han pronunciado los jefes y representantes de las naciones, y en garantía de una acción colectiva para el cumplimiento de esa decisión.

Cuán claras y cuán proféticas resuenan las palabras pronunciadas por Bahá’u’lláh a la luz de los recientes acontecimientos internacionales: «Estad unidos, oh reyes de la tierra, pues así será apaciguada la tempestad de la discordia entre vosotros, y vuestros pueblos hallarán descanso, ojalá fuerais de los que comprenden. Si alguno de vosotros se levantara en armas contra otro, levantaos todos contra él, porque esto no es sino justicia manifiesta».

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