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Espiritualidad

Usando nuestros ojos espirituales

Keng-Liang Huang | Abr 9, 2021

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Vemos y vivimos basándonos en nuestros ojos físicos. Pero, ¿qué queremos decir con ver con «ojos espirituales»? ¿Qué ven nuestros ojos espirituales y cómo podemos mejorar nuestra vista espiritual?

Aunque valoramos mucho nuestra vista física, a menudo olvidamos nuestra vista espiritual: el poder que nos ayuda a identificar y comprender tanto las condiciones espirituales del mundo que nos rodea, como la condición de nuestra alma.

RELACIONADO: Si somos seres espirituales, ¿por qué vivimos en un mundo físico?

La siguiente imagen me resulta útil cuando exploro el concepto de ojos espirituales. La capa superior de la imagen representa el reino físico, la segunda capa representa la condición de nuestro ser interior, y la tercera capa representa el reino divino, del cual el alma humana recibe el poder espiritual.

Usando nuestros ojos espirituales para ver los apegos

El mundo físico puede afectar a nuestro mundo interior a través del apego. El apego puede ser cualquier cosa a la que nos aferramos con nuestra naturaleza inferior: nuestros deseos, ilusiones y vanas imaginaciones. Usando nuestros ojos espirituales, podemos empezar a encontrar nuestros apegos.

Cuando nos sentimos felices, a menudo no nos damos cuenta de nuestros apegos, representados en la ilustración como pájaros con cuerdas. Esto no significa que los apegos no estén ahí. Es como si las cuerdas a las que están atados los pájaros estuvieran sueltas. Pero cuando surgen dificultades, las cuerdas se tensan y podemos sentir la tensión de las mismas. Si sólo nos centramos en los pájaros -los problemas que tenemos- en lugar de nuestro apego a los pájaros, nunca nos daremos cuenta de que son los apegos los que nos molestan, no los pájaros.

RELACIONADO: Vida y desprendimiento

Por ejemplo, hubo un período en el que muchas cosas que hacía mi hija me molestaban mucho. Pensaba que mi irritación se debía a lo que ella hacía. Pero cuando miré más profundamente, descubrí que debajo de mi irritación había un sentimiento de celos. ¿Pero de dónde venían esos celos? Cuando oré pidiendo orientación y miré más profundamente, descubrí que estaba celosa de los diferentes estándares a los que ella y yo habíamos sido sometidos. Relacioné las acciones de mi hija (el pájaro) con la forma en que me trataban a mí, entonces tiré del hilo y experimenté emociones negativas.

Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, escribió: “Tu ojo es mi depósito, no permitas que el polvo de los vanos deseos ofusque su lustre. Tu oído es un signo de mi munificencia, no dejes que el tumulto de motivos indecorosos lo aparte de mi Palabra que envuelve toda la creación. Tu corazón es mi erario, no consientas que la traicionera mano del yo te despoje de las perlas que he atesorado dentro de él. Tu mano es un símbolo de mi amorosa bondad, no le impidas asirse firmemente a mis resguardadas y ocultas Tablas”.

La luz de nuestra vida interior brilla para sostenernos. Es como una montaña que no se puede ver debido a la contaminación del aire. Cuando eliminamos el polvo mundano del apego, podemos ver la luz con claridad.

Usando nuestros ojos espirituales para crecer

Descubrir los apegos nos ayuda a ver qué cualidades espirituales necesitamos cultivar. Al reconocer las ilusiones que arrastraba desde la infancia y soltar los sentimientos de celos causados por esas ilusiones, me liberé de los sentimientos de irritación. Cuanto más practiquemos el uso de nuestra perspicacia para desprendernos, más nos liberaremos de esa esclavitud, y más perspicacia obtendremos para poder observar nuestro crecimiento espiritual.

Nuestro ser interior (la segunda capa de la ilustración) es como otro mundo que podemos ver con nuestros ojos internos. Cuando podemos reconocerlo nosotros mismos, empezamos a ver algo de lo que Dios ve. Bahá’u’lláh escribió: “¡Oh hijo del trono! Tu oído es Mi oído, oye con él. Tu vista es Mi vista, mira con ella, para que en lo más íntimo de tu alma atestigües Mi exaltada santidad, y Yo dentro de Mi ser dé testimonio de una exaltada posición para ti”.

Dios es Omnisciente; conoce nuestra condición y sabe cómo ayudarnos a mejorarla. Cuanto más le pidamos que nos guíe, más podremos purificar nuestro corazón y agudizar nuestra visión interior para ver la luz de Dios.

Con esta comprensión, reconocemos qué cualidades espirituales nos faltan y cuáles debemos cultivar. Al cultivar las cualidades espirituales, cambiamos nuestra forma de afrontar las situaciones, lo que nos lleva a nuevos patrones de acción y transformación en nuestra vida.

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