Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Toda la estructura y filosofía de las enseñanzas bahá’ís gira en torno de la unidad de la humanidad. Los bahá’ís creemos que todos nosotros venimos de los mismos antepasados; que todos tenemos una humanidad común; que compartimos nuestro ADN, nuestra herencia, nuestro hogar terrenal y nuestro Creador. Dirigiéndose a toda la raza humana, Bahá’u’lláh dijo:
Sois los frutos de un solo árbol y las hojas de una misma rama. Trataos unos a otros con el mayor amor y armonía, con amistad y compañerismo. – Epístola al hijo del lobo, página 16
La revelación de Bahá’u’lláh unifica a la humanidad, enseñándonos a todos que provenimos de un mismo Dios amoroso. Si esta idea visionaria y progresiva de la unidad de la humanidad le parece verdad, usted ya cree en esta enseñanza central de Bahá’u’lláh. ‘Abdu’l-Bahá explica:
Ante la vista de Dios no existe diferencia de raza entre vosotros. No, más bien, todos son siervos de Dios y todos están sumergidos en el océano de su unicidad. Ni una sola alma está privada. Por el contrario, todos son receptores de las bondades de Dios. Toda criatura humana tiene una porción de sus dones y una parte de las efulgencias de Su realidad. Dios es bondadoso con todos. La humanidad son Sus ovejas, y Él es su verdadero Pastor. Ninguna otra escritura contiene tal amplitud y universalidad de expresión; ninguna otra enseñanza proclama este inequívoco principio de la solidaridad de la humanidad. En lo referente a cualquier distinción posible, lo más que Bahá’u’lláh dice es que las condiciones varían entre los hombres, que algunos, por ejemplo, son defectuosos. Por tanto, esas almas deben ser educadas para que puedan alcanzar el grado de perfección. Algunos están enfermos y achacosos; deben ser tratados y cuidados hasta que se curen. Algunos están dormidos; necesitan ser despertados. Algunos son inmaduros como niños; debería ayudárselas a alcanzar la madurez. Pero todos deben ser amados y queridos. Los niños no deben ser mal mirados sólo porque son niños. No, más bien deberían ser educados pacientemente. El enfermo no debe ser evitado ni menospreciado solamente porque es un doliente. No, más bien, debe considerársele con simpatía y afecto y tratarlo hasta que se cure. Al alma dormida no debe mirársela con desprecio, sino que debe despertársela y conducirla a la luz. – La promulgación de la paz universal, página 414
Las enseñanzas bahá’ís proclaman la unidad de la humanidad y la unidad del mundo mismo. En última instancia, los bahá’ís creen, el mundo trascenderá las fronteras entre las naciones, razas y etnias y se unirá. Las distinciones y barreras entre las gentes caerán. Las viejas divisiones – este y oeste, norte y sur, occidente y oriente; primero, segundo y tercer mundo; países desarrollados y en vías de desarrollo – desaparecerán. Viviremos como uno, como ciudadanos del mundo, como habitantes de nuestro hermoso y unido planeta. Los escritos bahá’ís comparan este período en la historia humanidad con la edad adulta del individuo:
… hay períodos y estados en la vida conjunta del mundo de la humanidad, la cual, en una época ha pasado a través del período de la infancia, en otro tiempo por su juventud y ahora ha iniciado su largo período de madurez, cuyas evidencias son visibles y aparentes en todas partes. Es así, que los requisitos y condiciones de períodos anteriores han cambiado y se funden dentro de las exigencias que caracterizan distintamente la presente edad del mundo humano. Aquello que podía aplicarse a las necesidades humanas durante los comienzos históricos de la raza, no podría hacer frente ni satisfacer las actuales necesidades y períodos de innovación y consumación. La humanidad se ha levantado de sus primitivos grados de limitación y preliminar aprendizaje. El hombre debe ahora saturarse de nuevas virtudes y poderes, nueva moralidad, nuevas capacidades. Nuevas gracias, dádivas y perfecciones le esperan y están ya descendiendo sobre él. Los dones y gracias de su período de juventud, no obstante ser apropiados a su tiempo y suficientes durante la adolescencia de mundo humano, son ahora incapaces de hacer frente a las necesidades de su madurez. Los juguetes de la infancia ya no satisfacen los intereses de la mente adulta. – ‘Abdu’l-Bahá, Fundamentos de la unidad mundial, página 9
Esta etapa de maduración, de adultez de nuestra especie, puede sólo lograrse con una nueva conciencia de la unidad de la humanidad. Sabemos científicamente que todos los seres humanos somos primos, relacionados entre sí con alguno de nuestros ancestros africanos comunes. Ahora, Bahá’u’lláh ha proclamado, el tiempo ha llegado para que todos nosotros abracemos nuestros aspectos comunes, de fomentar el reconocimiento de nuestra unidad y de hacer un compromiso para actuar con amor y bondad hacia toda la familia humana.
Comentarios
Inicia sesión o Crea una Cuenta
Continuar con Googleo