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Cómo ser verdaderamente afectivos

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Tomemos tiempo para más afecto – es decir, un tiempo para una mayor reflexión sobre el afecto como una perfección divina y una buena virtud, expresada no sólo en el sentimiento, sino en la acción, la expresión última de cualquier emoción.

El artículo anterior de esta serie asociaba el atributo divino del afecto con la noble virtud humana de la compasión. En el pasaje siguiente, Bahá’u’lláh conecta las cuatro virtudes espirituales de «amor, afecto, compasión y armonía»:

En toda condición, ya sea en la adversidad o en la holgura, en el honor o en la aflicción, este Agraviado ha ordenado que todos los hombres muestren amor, afecto, compasión y armonía. – Bahá’u’lláh, Tablas de Bahá’u’lláh, página 91

La palabra para el afecto aparece más a menudo en los escritos bahá’ís en persa, más que en árabe. La declaración de ‘Abdu’l-Bahá con respecto a los «Catorce Principios» del Presidente Woodrow Wilson es un buen ejemplo de la ética del «afecto» para todas las personas, no sólo para aquellos que están cerca y son queridos:

En cuanto al presidente Wilson, los catorce principios que él ha enunciado se encuentran en su mayoría en las enseñanzas de Bahá’u’lláh y, por tanto, espero que sea él confirmado y asistido. Ahora es la alborada de la paz universal; es mi esperanza que despunte su mañana completamente, haciendo que la oscuridad de la guerra, la contienda y la lucha se conviertan en la luz de la unión, la armonía y el afecto. – ‘Abdu’l-Bahá, Selección de los escritos de ‘Abdu’l-Bahá, página 408

En los escritos bahá’ís, el afecto no sólo está asociado con la compasión; a veces se traduce como compasión. Este atributo amoroso de Dios también aparece como un «Nombre de Dios», especialmente en su forma árabe, al-Wadud, que significa «El Amoroso», «El Cariñoso» o «El Compasivo».
Este «Nombre de Dios» se remonta al Corán, el libro sagrado del islam: “y Él es el Perdonador, el Afectuoso.” – Corán, 85:14

Aquí hay tres ejemplos en los escritos bahá’ís:

Así fue irrevocablemente decretado en la corte de la presencia de tu Señor, el Todoglorioso, el Amoroso. – Bahá’u’lláh, Pasajes de los escritos de Bahá’u’lláh, página 152

Él es Quien ha hecho que grite la Roca y que la Zarza Ardiente levante su voz en el Monte que se alza sobre Tierra Santa, proclamando: “¡El Reino es de Dios, el soberano Señor de todo, el Omnipotente, el Amoroso!”. – Bahá’u’lláh, El libro más sagrado, página 72

Estad firmemente asentados, cual montaña inamovible, en la Causa de vuestro Señor, el Fuerte, el Amoroso. – Bahá’u’lláh, Pasajes de los escritos de Bahá’u’lláh, página 158

En cada caso aquí, Bahá’u’lláh se refiere a Dios como «el Amoroso». Entonces, ¿cómo se traduce este «Nombre de Dios» en una virtud humana? ¿Cómo se expresa este atributo piadoso en buenas acciones? ‘Abdu’l-Bahá ofrece esta clara explicación:

Por esta razón, todos los seres humanos deben sostenerse con fuerza unos a otros e ir en busca de la vida sempiterna; y, por este motivo, los amantes de Dios, en este mundo contingente, deben llegar a ser las mercedes y las bendiciones que ha hecho llegar aquel Rey clemente de los dominios visible e invisible. Que purifiquen su vista y consideren a toda la humanidad como hojas, flores y frutos del árbol del ser. Que en todo momento se preocupen por hacer una buena obra para alguno de sus congéneres, ofreciendo a alguien amor, consideración, atenta ayuda.  Que a nadie consideren como un enemigo o malqueriente, sino piensen en toda la humanidad como amigos, viendo al forastero como a un allegado, al extraño como a un compañero, permaneciendo libres de prejuicio, sin hacer distinciones.

En este día, el predilecto ante el Umbral del Señor es quien hace pasar de mano en mano la copa de la fidelidad; quien concede, aun a sus enemigos, la joya de la munificencia, y presta ayuda incluso al opresor caído; es aquel que hasta para el más cruel de sus enemigos ha de ser un amigo cariñoso. Éstas son las Enseñanzas de la Bendita Belleza; éstos, los consejos del Más Grande Nombre. – ‘Abdu’l-Bahá, Selección de los escritos de ‘Abdu’l-Bahá, página 14

Usted puede ver fácilmente, sólo a partir de este ejemplo, cómo el amor y la compasión, el afecto y la empatía por los demás se mantiene en la jerarquía bahá’í de valores.

Las pasiones son humanas. La compasión es divina. Ambos implican afecto. Pero la naturaleza y la calidad de este afecto depende del motivo y del propósito, es decir, de la intención. Las pasiones son a menudo egoístas. La compasión siempre es desinteresada. Por lo tanto, la naturaleza y la calidad, la nobleza y la dignidad del afecto están ligadas con pureza de corazón e integridad de carácter.

La compasión puede brotar de la pasión, de tal manera que el afecto, expresado en su forma primitiva como un deseo o afecto por otro, puede evolucionar hacia algo que trasciende el yo y la gratificación. El amor nos entrena desde nuestra infancia:

¡Oh Hijo de la Munificencia! De los desiertos de la nada, con la arcilla de Mi mandato, te hice aparecer y dispuse para tu educación cada átomo existente y la esencia de todo lo creado. Así, antes de que salieras del vientre de tu madre, destiné para ti dos manantiales de reluciente leche, ojos que velasen por ti y corazones que te amasen. Por Mi amorosa bondad, a la sombra de Mi misericordia te crie, y por la esencia de Mi gracia y Mi favor cuidé de ti. Y Mi propósito en todo esto era que tu alcanzaras Mi dominio perdurable y te hicieras merecedor de Mis invisibles ofrendas. Y, sin embargo, permaneciste desatento y, cuando hubiste crecido, olvidaste todas Mis munificencias y te ocupaste con tus ociosas imaginaciones, de tal modo que te volviste completamente olvidadizo y, apartándote de los portales del Amigo, moraste en las cortes de Mi enemigo. – Bahá’u’lláh, Las palabras ocultas, páginas 70-71

Idealmente, con el tiempo, el afecto y el amor por la familia deben evolucionar hacia la compasión, la empatía y el amor por los demás, como parte de la familia humana.

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