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¿Quiero ser bahá'í?
Espiritualidad

Sin unidad, no hay paz mundial

David Langness | Jun 28, 2021

PARTE 4 IN SERIES Este único y maravilloso sistema bahá'í

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David Langness | Jun 28, 2021

PARTE 4 IN SERIES Este único y maravilloso sistema bahá'í

Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.

El propósito y principio central de la Fe bahá’í -la promulgación de la paz universal- no es solo un objetivo bahá’í. Como dijo Abdu’l-Bahá en Estados Unidos en 1912, la paz universal es el objetivo de toda religión:

El propósito central de las religiones divinas es el establecimiento de la paz y la unidad entre la humanidad. Su realidad es una; por tanto, su consumación es una y universal… la contienda y la guerra son las destructoras de los fundamentos humanos, en tanto la paz y la amistad construyen y salvaguardan el bienestar humano… Cuán urgente es su necesidad y demanda de paz, con su comodidad y progreso, en vez de la guerra que acalla y destruye la base de todo logro humano.

La visión bahá’í de nuestro futuro como humanidad se centra en el reconocimiento y la realización de la unidad del planeta, en el establecimiento de lazos de unidad entre todos los pueblos y naciones, y en encontrar nuestro camino, como especie, hacia una paz global justa y duradera. Cada día, millones de bahá’ís celebran, honran y trabajan con diligencia para lograr este imperioso ideal, a la vez que participan en una comunidad global cuyo núcleo es la paz.

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Shoghi Effendi, el Guardián de la fe bahá’í y un erudito e historiador educado en Oxford, resumió cómo podría ser ese notable logro cuando esbozó la visión bahá’í de la unificación de la humanidad en su libro «El Orden Mundial de Bahá’u’lláh», escrito en marzo de 1936:

La unidad de la raza humana, tal como es concebida por Bahá’u’lláh, implica el establecimiento de una mancomunidad mundial en la que todas las naciones, razas, creencias y clases estén estrecha y permanentemente unidas, y en la que la autonomía de sus Estados miembros y la libertad personal y la iniciativa de los individuos que la componen estén definitiva y completamente resguardadas.

Esa mancomunidad, en la medida en que podemos visualizarla, debe estar constituida por un cuerpo legislativo mundial cuyos miembros, en calidad de representantes de toda la humanidad, controlarán en última instancia la totalidad de los recursos de todas las naciones integrantes, y promulgarán las leyes que fueren requeridas para reglamentar la vida, satisfacer las necesidades y ajustar las relaciones de todas las razas y pueblos.

Un poder ejecutivo mundial, respaldado por una fuerza internacional, llevará a cabo las decisiones a que haya llegado ese cuerpo legislativo mundial, y aplicará las leyes dictadas por éste, y protegerá la unidad orgánica de toda la mancomunidad.

Un tribunal mundial fallará y formulará su veredicto obligatorio y final en todas las disputas que surjan entre los diversos elementos constituyentes de este sistema universal.

Se ideará un mecanismo de intercomunicación mundial que abarque al planeta entero, libre de trabas y restricciones nacionales, y que funcione con maravillosa rapidez y perfecta regularidad.

Una metrópolis mundial actuará como el centro nervioso de una civilización mundial, el foco hacia el que convergerán las fuerzas unificadoras de la vida, y desde el que se difundirán sus influencias dinamizadoras.

Un idioma mundial será inventado o seleccionado de entre los idiomas existentes, y será enseñado en las escuelas de todas las naciones federadas como auxiliar del idioma materno.

Una escritura mundial, una literatura mundial, un sistema monetario y de pesas y medidas uniforme y universal simplificarán y facilitarán el intercambio y el entendimiento entre las naciones y razas de la humanidad.

En semejante sociedad mundial, la ciencia y la religión, las dos fuerzas más potentes de la vida humana, se reconciliarán, cooperarán y se desarrollarán armoniosamente.

La prensa, bajo tal sistema, en tanto que dará plena libertad a la expresión de los variados puntos de vista y convicciones de la humanidad, cesará de estar maliciosamente manipulada por intereses creados, ya sean privados o públicos, y será liberada de la influencia de gobiernos y pueblos en pugna.

Los recursos económicos del mundo serán organizados, sus fuentes de materias primas serán explotadas y plenamente utilizadas, sus mercados serán coordinados y desarrollados, y será equitativamente regulada la distribución de sus productos.

Cesarán las rivalidades, odios e intrigas nacionales, y la animosidad y el prejuicio raciales serán reemplazados por la amistad, el entendimiento y la cooperación entre las razas.

Las causas de la contienda religiosa serán eliminadas permanentemente, las barreras y restricciones económicas serán completamente abolidas y será suprimida la excesiva distinción entre clases.

Por un lado, desaparecerá la indigencia y, por otro, la acumulación excesiva de bienes.

La enorme energía disipada y desperdiciada en la guerra, ya sea económica o política, será consagrada a aquellos fines que extiendan el alcance de las invenciones humanas y del desarrollo tecnológico, al aumento de la productividad de la humanidad, al exterminio de las enfermedades, a la extensión de la investigación científica, a la elevación del nivel de salud física, a la agudización y refinamiento del cerebro humano, a la explotación de los recursos no utilizados e insospechados del planeta, a la prolongación de la vida humana y al fomento de todo organismo que estimule la vida intelectual, moral y espiritual de toda la raza humana.

Esta conmovedora y poderosa visión bahá’í de un nuevo orden mundial caracterizado por la justicia, la paz y la unidad inspira a los bahá’ís y a sus simpatizantes en todo el mundo. Juntos, trabajan para que llegue el día en que las fuerzas unificadoras de la vida culminen en un mundo rebosante de esperanza, alegría y armonía.

¿Cómo pretenden los bahá’ís lograr este mundo pacífico?

Principalmente, los bahá’ís creen que la unidad precede a la paz. En sus escritos, Bahá’u’lláh lo expresó así:

El bienestar de la humanidad, su paz y seguridad son inalcanzables, a menos que su unidad sea firmemente establecida. Esta unidad no podrá jamás lograrse mientras se permita que los consejos que ha revelado la Pluma del Altísimo pasen desatendidos.

RELACIONADO: ¿Qué enseñó Bahá’u’lláh?

La frase «la Pluma del Altísimo» se refiere al propio Bahá’u’lláh, en su papel de mensajero divino y el más reciente fundador de una Fe mundial. Sus consejos, contenidos en las voluminosas enseñanzas bahá’ís, construyen un detallado y a la vez amplio plan de paz global, que se completa con un esquema completamente esbozado de los elementos necesarios para su establecimiento. Esta serie de ensayos trata de exponer ese plan y su proyecto.

Si esta visión única conmueve su alma e intriga su mente, es posible que quiera saber más sobre cómo el plan de paz bahá’í aspira realmente a hacer realidad un mundo justo y pacífico. Para lograr este objetivo, primero examinaremos, en el siguiente ensayo de esta serie, cómo las enseñanzas bahá’ís recomiendan que desarmemos nuestro planeta.

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