Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Según la creencia bahá’í, el mensajero y la manifestación más reciente de Dios es Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe bahá’í.
Bahá’u’lláh, título que significa «la Gloria de Dios», se refiere a Mirza Husayn-Ali, uno de los primeros seguidores del Báb que nació en Teherán, fue encarcelado y luego exiliado respectivamente a Bagdad, Constantinopla, Adrianópolis y finalmente a Akka.
Bahá’u’lláh falleció en 1892, y sus restos están enterrados en un santuario en las afueras de Akka, en el norte de Israel, considerado como el Qiblih, el punto de adoración, o el lugar más sagrado, por la comunidad mundial bahá’í.
Nacido en el seno de una familia noble, Mirza Husayn-Ali tuvo la oportunidad de suceder a su padre, Mirza Buzurg, que sirvió como visir y como gobernador bajo el rey de Persia, Muhammad Shah. En 1839, cuando Mirza Husayn-Ali tenía 22 años, su estimado padre murió, pero el joven no deseaba heredar un cargo público y rechazó la oportunidad de ocupar su lugar. Durante el resto de su vida seguiría rechazando cualquier tipo de cargo público, centrando en cambio toda su atención en las preocupaciones espirituales, ya fuera ayudando a los pobres a su alrededor o preparándose para el momento en que él mismo recibiera los primeros indicios de su propia revelación.
Al igual que en el caso de Cristo, Muhammad y el Báb, la educación de Mirza Husayn-Ali y los relatos relacionados con su infancia demuestran el conocimiento inherente de Bahá’u’lláh y su asombrosa sabiduría, (este a continuación es del historiador H.M. Balyuzi, «El Rey de la Gloria»):
Cuando Bahá’u’lláh era un niño de cinco o seis años, soñó que estaba en un jardín en el que unos enormes pájaros volaban por encima de él y le atacaban, pero no podían hacerle daño; luego fue a bañarse en el mar, y allí fue atacado por los peces, pero tampoco podían causarle daño. Bahá’u’lláh relató este extraño sueño a Su padre, y Mirza Buzurg mandó llamar a un hombre que decía interpretar sueños. Después de hacer sus cálculos, le dijo a Mirza Buzurg que la extensión del mar era este mundo en su totalidad, y los pájaros y los peces eran los pueblos del mundo asaltando a su Hijo, pues Él promulgaría algo de vital importancia relacionado con las mentes de los hombres. Sin embargo, ellos serían impotentes para hacerle daño, pues Él triunfaría sobre todos ellos para lograr un propósito trascendental.
Una carta del Bab
Poco después de declarar su estación a Mulla Husayn en mayo de 1844, el Báb envió a este primero de sus seguidores en una misión estratégica: llevar un pergamino envuelto en tela que contenía una carta del Báb a «Aquel a quien Dios hará manifiesto». Para lograr esto, el Báb le dijo a Mulla Husayn que viajara desde Shiraz «hacia el norte, y visitara en su camino Isfahan, Kashan, Qum y Tihran». El Báb continuó explicando que Mulla Husayn debía:
Suplica a la Providencia todopoderosa que te permita alcanzar, en esa capital, la sede de la verdadera soberanía, y entrar en la mansión del Amado. Un secreto se esconde en esa ciudad. Cuando se manifieste, convertirá la tierra en un paraíso. Mi esperanza es que puedas participar de su gracia y reconocer su esplendor.
Mulla Husayn se dirigió a Teherán según las instrucciones del Báb. Finalmente, logró entregar este mismo pergamino a Mirza Husayn-Ali consiguiendo la ayuda de un joven estudiante que le sirvió de intermediario para ello. Al leer la tabla que le transmitió el joven estudiante, Bahá’u’lláh reaccionó con un reconocimiento instantáneo de la estación del Báb, el autor del mensaje. El informe del estudiante a Mulla Husayn, tal como se relata en la obra de Nabil Los rompedores del alba, describe el acontecimiento:
Desdobló el rollo, dio una ojeada a su contenido y comenzó a leer en voz alta para nosotros, algunos de sus pasajes. Sentado, me sentí extasiado, al escuchar el sonido de Su voz y la dulzura de Su melodía. Había leído una página del rollo cuando, volviéndose a Su hermano dijo: «¿Músá, que tienen que decir a esto? En verdad Yo digo, quienquiera cree en el Corán y reconoce su origen Divino y sin embargo vacila, aunque sea por un instante, en admitir que estas palabras conmovedoras poseen el mismo poder regenerador, sin lugar a dudas se ha equivocado en su juicio y se encuentra perdido, lejos del sendero de la justicia».
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A partir de este momento, Bahá’u’lláh fue un acérrimo seguidor del Báb, al igual que Cristo siguió inicialmente a su heraldo Juan el Bautista, e inmediatamente comenzó a promulgar la Causa del Báb en toda su provincia natal de Mazindaran.
Más tarde, en su revelación, Bahá’u’lláh aconsejó a toda la humanidad:
Contempla con tu vista interior la cadena de Revelaciones sucesivas que ha unido la Manifestación de Adán con la del Báb. Atestiguo ante Dios que cada una de estas Manifestaciones ha sido enviada por la acción de la Voluntad y Propósito divinos, que cada una ha sido portadora de un Mensaje determinado, que a cada una se le ha confiado un Libro divinamente revelado y cada una ha sido comisionada para descifrar los misterios de una poderosa Tabla. La medida de la Revelación con la cual cada una de ellas ha sido identificada, había sido definitivamente preordinada.
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