Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Durante las últimas semanas, por alguna razón, me he sentido un poco «fuera de juego». Mis pensamientos eran confusos, mi atención estaba desenfocada y tenía la sensación de que no conseguía hacer las cosas.
En un esfuerzo por corregir el problema, cambié mi dieta, bebí más agua, y empecé a levantarme de la cama y empezar las tareas del día sin mi tiempo habitual para la oración y la meditación.
«Hoy no hay tiempo para eso», pensé. «¡Tengo que ponerme al día!».
Pero a medida que pasaban las semanas, por mucho que madrugara y repasara frenéticamente la agenda, mi mente no se tranquilizaba. Finalmente, me sentí tan angustiada que decidí orar.
«De todos modos, no consigo hacer nada», pensé una mañana. «No me vendrá mal orar».
No tardé mucho. Cuando cerré los ojos y calmé mi mente, oí inmediatamente la frase «sed espiritual».
«¡Sí, eso es!» dije en voz alta. «¡Tengo sed espiritual!». Durante semanas, me había estado privando de tiempo de oración y meditación, pensando: «Oh, lo haré más tarde, y de repente ya es el día siguiente y el siguiente. Estoy espiritualmente deshidratada».
¿Es para tanto? ¿Es posible que unas semanas de ignorar mi lado espiritual puedan tener un efecto tan grande? Yo creo que sí. Creo que eso es lo que empezó el problema en primer lugar, decir una oración en rapidísimo por la mañana y salir corriendo por la puerta en lugar de alimentar mi espíritu con el tiempo de oración y meditación que necesito. ¿No es interesante que haya pensado en cambiar mi dieta física pero no mi dieta espiritual? Por supuesto. Al no alimentar mi espíritu, estaba dejando que el «lado oscuro» ganara ventaja.
La naturaleza material y espiritual en el ser humano
Los bahá’ís, al igual que muchas otras tradiciones espirituales, ven la vida como un drama continuo entre dos fuerzas que actúan cada día en todas y cada una de las personas. Estas dos fuerzas pueden denominarse lo material frente a lo espiritual, o la oscuridad frente a la luz, o la naturaleza inferior frente a la naturaleza superior. Abdu’l-Bahá, el hijo y sucesor de Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, dijo lo mismo en su libro Contestación a unas preguntas:
Has de saber que en el hombre hay dos naturalezas: la física y la espiritual… La primera es la fuente de toda imperfección; la segunda es la fuente de toda perfección.
También afirmó que estas dos vertientes actúan en oposición dinámica diaria entre sí y que la inmovilidad, en este sentido, no existe realmente. En una conferencia pronunciada en París en 1911 sobre «la evolución o el progreso del espíritu», subrayó que el movimiento y el cambio son inherentes a toda forma de vida:
En la naturaleza, el reposo absoluto no existe. Todas las cosas progresan o retroceden. Todo se mueve hacia adelante o hacia atrás, nada existe sin movimiento.
Así que, cuando empecé a ignorar mi lado espiritual, lo experimenté, especialmente mentalmente, en falta de concentración y sintiéndome confundida e ineficaz.
Abdu’l-Bahá explicó esto cuando habló en París en 1911 sobre cómo el alma, a la que llamó «la esencia de la vida», funciona de dos maneras principales: primero, a través de su comunicación con el cuerpo a través del cerebro y el cuerpo; y segundo, a través de su actividad independiente en el reino del espíritu, al que llamó «el mundo de la visión». Dijo:
El alma tiene dos facultades esenciales: a) Así como las circunstancias exteriores son transmitidas al alma por los ojos, los oídos y el cerebro del ser humano, así también el alma comunica sus deseos y propósitos a través del cerebro a las manos y a la lengua del cuerpo físico, utilizando a éstos como un medio de expresión. El espíritu en el alma es la esencia misma de la vida. b) La segunda facultad del alma se expresa en el mundo de la visión, donde el alma, animada por el espíritu, tiene su existencia y funciona sin la ayuda de los sentidos materiales del cuerpo. Allí, en el reino de la visión, el alma ve sin la ayuda del ojo físico, oye sin la mediación del oído material, y viaja sin depender del movimiento físico.
La oración sacia nuestra sed de energía espiritual
Reflexionando más profundamente sobre este drama cotidiano de lo espiritual frente a lo material, me quedó claro que mantenerme centrada en mi realidad espiritual es absolutamente esencial. Cuando no lo hago, surgen diversas distracciones, deseos y pensamientos materialistas que me desvían del camino.
Abdu’l-Bahá explicó por qué esto es cierto. Continuando con la cita anterior y comparando a una persona con una lámpara encendida, dijo:
Por ejemplo, observad esta lámpara: ¿no es acaso su luz superior a la lámpara que la sostiene? No obstante lo hermosa que pueda ser la forma de la lámpara, si no tiene luz no cumple su propósito, no tiene vida, es una cosa muerta. La lámpara necesita de la luz, pero la luz no necesita de la lámpara.
El espíritu no necesita un cuerpo, pero el cuerpo necesita del espíritu, de lo contrario no puede vivir. El alma puede vivir sin un cuerpo, pero el cuerpo sin un alma muere.
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Cuando una persona se une a la fe bahá’í, se compromete a la práctica diaria de la oración y la meditación. Creo que esta idea de que es «obligatorio» es un regalo de Bahá’u’lláh: ese «empujoncito» necesario para no desviarme del camino, manteniendo mi ser material en segundo plano y mi ser espiritual en primer plano. Durante las semanas que no lo había hecho, había pagado el precio. Abdu’l-Bahá escribió:
La oración obligatoria es la base misma de la Causa de Dios. A través de ella, el corazón se llena de vitalidad y júbilo. Aunque me encuentre rodeado de todas las penas, en cuanto entablo conversación con Dios a través de la oración obligatoria, todas mis tristezas desaparecen y alcanzo regocijo y alegría. Me sobreviene un estado que soy incapaz de describir o expresar. Cuando, con total consciencia y humildad, nos dispongamos a hacer la oración obligatoria ante Dios, y la recitemos con ternura de corazón, sentiremos una dulzura tal como para dotar de vida eterna a toda la existencia.
La meditación representa la segunda parte de nuestro sustento espiritual diario. Es un gran tema, ya que es fundamental para una vida bahá’í, pero también es ahora una estrategia popular de «bienestar», con aplicaciones, vacaciones, revistas e incluso vehículos.
La segunda parte de esta serie de tres partes examina la historia de la meditación, sus beneficios y las tendencias actuales. En la tercera parte, hablaremos del trabajo de Herbert Benson, un pionero en los usos médicos de la meditación, ¡disfrazada bajo un nombre diferente!
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