Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Suelo rezar regularmente por mi curación y la de los demás, por las almas de mis familiares y amigos difuntos, por el perdón, por una fe más fuerte, por la paz y la justicia en el mundo. ¿Funciona?
Creo que sí, pero Dios responde a su tiempo y de maneras que yo quizá no vea ni entienda.
En los escritos bahá’ís, Bahá’u’lláh explicó el propósito y el proceso de la oración:
Entona, oh Mi siervo, los versículos de Dios que has recibido, como son entonados por aquellos que se han acercado a Él, para que la dulzura de tu melodía encienda tu propia alma y atraiga los corazones de todos los hombres. Siempre que alguien recite en la intimidad de su aposento los versículos que Dios ha revelado, los ángeles esparcidores del Todopoderoso difundirán por doquier la fragancia de las palabras emanadas de su boca, y harán que palpite el corazón de todo hombre recto. Aunque al principio permanezca inconsciente de su efecto, sin embargo, la virtud de la gracia que le ha sido concedida debe necesariamente ejercer tarde o temprano influencia sobre su alma.
Este pasaje no se centra en los resultados, sino en el proceso. Bahá’u’lláh dice que rezando me transformo a mí mismo e incluso a otras personas. No me habla de resultados materiales.
Cuando dice: «La gracia que le ha sido concedida», me ayuda a reconocer que la gracia no se gana, por lo que la oración es un don de Dios, para mi beneficio. No rezo como un niño que pide deseos. Una carta escrita en nombre de Shoghi Effendi, el Guardián de la fe bahá’í, lo explica:
El verdadero adorador, mientras esté orando, debería esforzarse no tanto de pedir a Dios que cumpla sus deseos, más bien ajustarlos y hacerlos conformarse a la Voluntad Divina. Sólo por medio de tal actitud se puede derivar aquel sentimiento de paz interna y contento que solo el poder de la oración puede conferir.
Permítanme ofrecer un ejemplo personal. En 2017, mi esposa Terri pasó los últimos meses de su vida en hospitales. Además de lupus, problemas cardíacos e insuficiencia renal, padecía otra enfermedad prácticamente terminal. Recé a su lado durante esos meses. Una vez que mi esposa ingresó en el primer hospital aquel año, nunca volvió a casa y falleció en diciembre.
¿Significa eso que mis oraciones no funcionaron?
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La cita anterior responde a la pregunta. No recé para que se cumplieran mis deseos, sino para ajustar mis deseos y anhelos a la voluntad de Dios. Abdu’l-Bahá, hijo y sucesor de Bahá’u’lláh, escribió lo siguiente acerca de orar por la curación:
Las oraciones que han sido reveladas para pedir curación son aplicables a la curación tanto física como espiritual. Recítalas, entonces, para curar tanto el alma como el cuerpo. Si la curación es lo que el paciente requiere, ciertamente le será concedida; pero para ciertas personas dolientes, la curación sólo sería la causa de otros males y, por tanto, la sabiduría no permite una respuesta afirmativa a la oración.
Parece que a la gente le encantan las historias de curaciones milagrosas, de personas cercanas a la muerte que se recuperan y vuelven a funcionar plenamente. Esta expectativa hace que resulte tentador enfadarse con Dios si un ser querido enfermo muere a pesar de las muchas oraciones, o incluso negar la existencia de Dios porque no parece responder. Con fe, sin embargo, acepto la voluntad de Dios, a la que se hace referencia a menudo en los escritos bahá’ís con palabras como «Él hace lo que desea». Esto desmiente la afirmación de algunos escépticos de que la religión infantiliza a las personas. Por el contrario, puede proporcionarnos una forma madura de comprender y aceptar la realidad.
Los siguientes consejos de Abdu’l-Bahá sobre la oración abarcan desde la esperanza hasta la resignación:
¡Oh tú que vuelves el rostro hacia Dios! Cierra los ojos a todo lo demás y ábrelos al dominio del Todoglorioso. Pídele solamente a Él cuanto desees; solicítale sólo a Él todo lo que requieras. Con una mirada Él otorga cien mil esperanzas, de un vistazo Él cura cien mil enfermedades incurables, con un gesto Él pone bálsamo en toda herida, con una ojeada Él libra los corazones de los grillos del dolor. Él hace lo que hace y ¿qué recurso tenemos nosotros? Él lleva a cabo Su Voluntad, Él ordena lo que desea. Así que es mejor que inclines la cabeza en sumisión y deposites tu confianza en el Señor Todomisericordioso.
A la luz de este pasaje, intento rezar con la fe de que Dios tiene el poder de conceder esperanza, curar males y aliviarme de la pena, y con la fe de que cualquier respuesta o aparente falta de respuesta es voluntad de Dios y está fuera de mi control.
¿Desearía que mi esposa se hubiera recuperado y hubiera vivido más tiempo? Terri había estado enferma durante la mayor parte de nuestro matrimonio. Se agotaba sirviendo a los demás, incluso a mí. Casi todas las personas que conoció la querían; marcó la diferencia en muchas vidas como terapeuta, trabajadora social, profesora, madre y «tía». A pesar de todo, luchó contra el dolor, la fatiga, el lupus y los problemas cardíacos.
Casi al final de su vida, Terri sufría dolores constantes y solo era vagamente consciente de lo que la rodeaba. Habría sido egoísta y cruel por mi parte intentar prolongar su sufrimiento. Así que opté por ingresarla en un centro de cuidados paliativos, un servicio que hace que los enfermos terminales se sientan cómodos, pero no trata su enfermedad ni intenta reanimar a los pacientes cuando se acerca su muerte. Seguí rezando, por supuesto.
Terri falleció, y creo que en el otro mundo está libre de las cargas físicas de esta vida y que su espíritu está haciendo cosas más grandes. De vez en cuando siento su presencia. Agradezco a Dios que su sufrimiento haya terminado. No deseo privarla de esas bendiciones.
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Estoy de luto, pero sigo rezando por su alma y también por mi propia curación. Tengo Parkinson y fibrilación auricular. ¿Quiero curarme? Me alegraría si me curara, pero en mi fe, acepto que «Él hace lo que desea». A nuestra manera meramente humana, podríamos acusar a Dios de injusticia y crueldad. Mi fe dice que la injusticia y la crueldad no son atributos de Dios, sino defectos de los seres humanos que no siguen los mandamientos de Dios.
Las enseñanzas bahá’ís también me dicen que no puedo entender a Dios, excepto en la medida en que Él se revela a través de Sus mensajeros. Ese mensajero es hoy Bahá’u’lláh, quien escribió al describir al Creador:
La quintaesencia del conocimiento es incapaz de comprender tu naturaleza, y la más recóndita realidad de toda alabanza a Ti, no puede alcanzar la sede de tu gran gloria y de tu poder todo compelente. Toda palabra que procura describirte, y todo conocimiento que trata de comprenderte, no es sino una expresión de tu propia creación, y está engendrado por tu voluntad y es moldeado en conformidad con tu propósito.
Por eso, cuando rezo, lo hago sabiendo que la oración es un don de Dios que me beneficia y me transforma de un modo que no puedo comprender plenamente, y que cualquier resultado que pueda tener mi oración es conforme a la voluntad y la sabiduría de Dios. ¿Funciona la oración? A mí me funciona.
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