Cómo puede la humanidad crear por fin una sociedad global pacífica

Mucha gente se ha dado por vencida y no cree que exista la posibilidad de construir una sociedad global pacífica. En su lugar, reina el pesimismo y volvemos a la noción negativa de que la humanidad siempre tendrá guerras y rumores de guerras.

Sin embargo, la religión nos promete lo contrario: que un día el león se acostará con el metafórico cordero, y que las naciones tendrán paz.

Por ejemplo, en el libro bíblico de Romanos, capítulo 1, versículos 19-20, leemos esta promesa:

… porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.

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Las enseñanzas bahá’ís afirman que esta antigua promesa religiosa pronto se hará realidad. Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe Bahá’í, escribió que en esta era moderna tendremos paz:

El propósito de la religión, tal como ha sido revelado desde el cielo de la Santa Voluntad de Dios, es el de establecer la unidad y la concordia entre los pueblos del mundo… La religión de Dios y su ley divina son los más potentes instrumentos y el más seguro de todos los medios para hacer que la luz de la unidad alboree entre los hombres. El progreso del mundo, el desarrollo de las naciones, el bienestar de los pueblos y la paz de todos los que habitan en la tierra se hallan entre los principios y ordenanzas de Dios. La religión otorga al hombre el más preciado de los dones, ofrece la copa de la prosperidad, da la vida eterna y derrama beneficios imperecederos sobre la humanidad.

Cuando contemplamos este vasto universo, podemos ver cómo todo emana de la Voluntad divina de Dios, operando con precisión, siguiendo un curso inmutable y acatando un conjunto universal de leyes. Toda la creación está sujeta a estas leyes y no puede desviarse de su perfecto diseño y ejecución. El inmenso sol y las estrellas, los planetas y las galaxias, hasta el átomo más pequeño, todo sigue obedientemente los dictados del mandato creador de Dios.

Los seres humanos, como parte de esta vasta creación, también estamos sujetos a esta misma ley natural, pero no nos regimos por ella en la misma medida que el resto del mundo natural. Nuestro libre albedrío nos diferencia de la naturaleza, y poseemos cualidades que la naturaleza no comparte: las cualidades de nuestra alma. A través de su realidad espiritual, es decir, el poder de la mente y el espíritu del alma, poseemos conciencia, voluntad, reflexión y capacidad de conocimiento. La naturaleza carece de todo ello.

Además, nuestras almas poseen la capacidad espiritual de expresar todas las virtudes divinas, como la dulzura, el amor, la bondad, la compasión, la apreciación de la belleza y el amor y el conocimiento de Dios; la naturaleza no tiene ninguna de estas cualidades. Estamos hechos a imagen y semejanza espiritual del Creador, y esta capacidad única, que nos diferencia del resto de la creación, es un don divino, nuestra mayor recompensa.

Si la Voluntad de Dios expresa Su perfección, entonces se deduce que si nos alineamos con Sus leyes espirituales, si nos familiarizamos con Sus mandamientos, los interiorizamos, obedecemos su guía e implementamos sus requisitos, entonces a través de nuestro ser y acción podemos construir una sociedad armoniosa, vibrante, pacífica, próspera y justa –los frutos de los mandamientos de Dios.

En ello reside nuestra capacidad para la paz.

Es nuestro derecho de nacimiento y está totalmente en nuestras manos. Sólo tenemos que elegir que así sea.

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El sufrimiento, la confusión, la división, la agitación y la lucha que vemos hoy en día son consecuencia directa de que la luz de la religión se está apagando en nuestros corazones colectivos. Con el fin de encontrar la voluntad y el poder para la transformación, es necesario, como dice otro versículo de Romanos:

… que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.  No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

Las relaciones moldeadas y formadas por estos principios espirituales garantizan la paz, ya sea entre individuos o entre naciones enteras. Al igual que las leyes físicas universales funcionan con precisión y orden, las leyes espirituales también lo hacen; la diferencia es que nosotros tenemos que elegir ese camino.

No releguemos lo esencial de la religión a la periferia de nuestras vidas, sino que utilicemos y absorbamos su poder para sanar y construir un mundo unificado, pacífico y seguro.