Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
A lo largo de los años, he visto cómo el amor entre una pareja puede fortalecer su espiritualidad y su compromiso con el servicio a la comunidad, e incluso he escuchado historias de amigos de la familia sobre cómo sus matrimonios interraciales inspiraron a sus parientes a superar sus prejuicios y barreras raciales.
Estas historias conmovedoras e inspiradoras me hacen pensar: ¿Existen las almas gemelas? Y si existen, ¿cuál es ese momento exacto en el que una persona se da cuenta de que alguien es el amor de su vida con el que decide pasar la eternidad? ¿Experimentan una intensa atracción física, una fuerte conexión emocional, una conciencia de que esa persona tiene las cualidades espirituales que han estado buscando, o todo lo anterior?
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El diccionario Merriam-Webster define «alma gemela» como «una persona que se adapta perfectamente a otra en su temperamento». Aunque la palabra «alma gemela» no aparece en ninguna parte de los escritos bahá’ís, los bahá’ís sí creen que los cónyuges deben estar tan unidos como si fueran una sola alma, para que su unión dure para siempre. Como escribió Abdu’l-Bahá, una de las figuras centrales de la Fe bahá’í, «el esposo y la esposa se unan tanto espiritual como físicamente, para que siempre se mejoren mutuamente la vida espiritual y gocen de unidad sempiterna en todos los mundos de Dios».
Teniendo esto en cuenta, creo que Dios puede guiarnos hacia nuestra pareja ideal, si eso es lo que deseamos. Considero que el concepto de alma gemela es la persona con la que te casas y con la que compartes una atracción y conexión física, emocional y espiritual. Por eso decidí pedir a varios amigos bahá’ís que compartieran conmigo sus historias sobre cómo y cuándo supieron que habían conocido y encontrado a sus «almas gemelas».
Una conexión de alma instantánea: Hoda y Sam Hosseini
Hoda y Sam Hosseini, residentes en Fort Lauderdale, Florida, supieron al instante que habían encontrado su alma gemela cuando se conocieron. Se conocieron en 1983 en una reunión bahá’í cuando ambos tenían 23 años. Sam cuenta que vio cómo Hoda se subía al podio y empezaba a hablar sobre la capacidad espiritual de los jóvenes.
«Me gustó su energía y la forma en que se expresaba», dice Sam. «Todo lo que tenía que ver con su espíritu me atrapó, me atrajo. Le pregunté a mi hermano: ’¿Quién es ella?’ y mi hermano me dijo: ’No te metas con ella’». Pero después de saber un poco más sobre Hoda, Sam le dijo a su hermano: «No voy a andar con tonterías. Ella va a ser mi esposa».
Hoda tuvo una reacción similar cuando conoció a Sam durante uno de los almuerzos de la convención. Sus zapatos eran incómodos y le estaba contando a una amiga que le dolían los pies. «Y de repente», dice Hoda, «oí a este tipo decir: ’Sí, si yo llevara zapatos de tacón como tú, también me dolerían. Deberías llevar botas como yo’. Y tenía un acento de vaquero persa. Me di la vuelta y le miré, y vi su sonrisa, y fue como si mi corazón se hubiera hundido. Y luego pensé: ’¡Vaya, él es lindo!’».
La primera vez que Sam le cogió la mano, sintieron electricidad. «Los dos recibimos un shock», dice Hoda. «Fue muy especial para los dos».
«Estaba muy claro que ella era una mujer fuerte», dice Sam. «Yo también tengo una personalidad fuerte», añade. «Y quería a alguien que me retara también a crecer».
Sam le propuso matrimonio a Hoda dos semanas después de conocerla, el 5 de octubre de 1983, y se casaron ese verano siguiente, en 1984.
«Formas tu carácter, desarrollas tu alma dentro de tu matrimonio y desarrollas ese amor incondicional por otro ser humano». Sam dice: «Es algo que será eterno. Durará para siempre. Es como el destino». Por eso, cuando se preguntó con qué pareja querría «atravesar los otros mundos de Dios», dice que tenía una respuesta: «Definitivamente, ella».
Convirtiéndose en una sola alma: Carmen y Culous Brown
Los escritos bahá’ís dicen que Dios “ha hecho que el hombre y la mujer habiten juntos en la más estrecha compañía, y que sean incluso como una sola alma. Son dos colaboradores, dos amigos íntimos que deben ocuparse del bienestar del otro”.
Eso describe a Carmen y Culous Brown, una pareja que vive en Nashville y que lleva 34 años casada. Se conocieron en 1985, cuando él tenía 20 años y ella 22. Trabajaban en el mismo restaurante: ella era una estudiante universitaria que trabajaba como camarera y él era cocinero. Carmen me contó por un correo electrónico que Culous «le dijo a los otros compañeros de trabajo: ’Esa va a ser mi esposa un día’. Y los otros compañeros le dijeron: ’Hombre, no la vas a conseguir, ella es una estudiante universitaria’. Así que, un día él estaba sentado en una de las mesas en el trabajo, y me preguntó, ’¿Quisieras almorzar conmigo?’. Y lo hice, y hemos estado juntos desde entonces».
Carmen y Culous se conocieron durante un año y medio antes de casarse en 1987. Después de reflexionar sobre lo que le hizo darse cuenta de que Culous era el indicado para ella, Carmen escribió: «Dicen que uno busca a su padre en su cónyuge masculino. Veo en él algunas de sus cualidades, como proveedor, protector, trabajador. Y también tratas de encontrar a ese compañero para sanar partes de ti que no fueron sanadas con tu padre. Ahora puedo ver claramente eso. Tengo a alguien que no se irá, no importa lo difícil que sea. Tengo a alguien que me ama incondicionalmente y no me abandonará por mucho que intente cerrarme en mí».
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«Como éramos jóvenes, de veintipocos años, tuvimos que crecer juntos», escribió Carmen. Y debido a que ellos «empezaron como verdaderos amigos» y se aceptan mutuamente, han podido «superar todas las pruebas con las que nos hemos enfrentado». Carmen explica que «seguimos casados después de [la] pérdida de un hijo, la pérdida de nuestros padres, el corte accidental de tres de los dedos de él, y seguimos con fuerza. Nos queremos y nos cuidamos mucho. Uno de los amigos de la infancia de mi esposo nos dijo hace un mes: ’Cuando ves a uno (a mí o a mi marido), ves al otro’, y eso es hermoso».
Un vínculo espiritual a través del servicio: Oriana Vento y Nabil Grueso
Oriana Vento, de 27 años, y Nabil Grueso, de 25, no sabían que eran el uno para el otro cuando se conocieron en Haifa, Israel, en 2018. Pero con el tiempo, su amistad se profundizó en algo más.
«Recuerdo bien el día en que nos dimos cuenta de que queríamos casarnos», escribió Oriana en un correo electrónico. «Estábamos comiendo en un restaurante vegetariano el día de mi cumpleaños. Yo vivía en Perú y fui a visitarlo a Colombia. Y durante todo el viaje, la sensación de que estábamos haciendo lo correcto se sintió tan poderosa, como si Dios me dijera: ’¡Este es el camino! Sigue adelante». Creo que no solo nos enamoramos el uno del otro, sino también de la vida espiritual y del servicio que podíamos tener juntos, de nuestros ideales, de los propósitos de la vida y del amor por nuestra Fe.»
Y Abdu’l-Bahá escribió que cuando los bahá’ís “decidan unirse en matrimonio, la unión debe ser una relación verdadera, una reunión tanto espiritual como física, para que esa unión perdure en todas las etapas de la vida y en todos los mundos de Dios; pues esta unicidad real es un destello del amor de Dios”.
«En ese momento era muy evidente que, además de sentirnos enamorados, había un fuerte sentimiento espiritual de que íbamos por el camino correcto», añadió Oriana.
Oriana y Nabil, que viven en Bogotá (Colombia), celebraron recientemente su primer aniversario de boda. «Sentí que podía hablar con él de mis aspiraciones e ideales espirituales, de la vida y de lo que quería de ella, de mí y de la vida, y él lo entendía completamente», escribió Oriana.
Amor y servicio: Anisa y John Everett
Anisa Everett, residente de Grand Rapids, Michigan, de 24 años, conoció a su marido, John, de 29 años, en 2013 en una conferencia de servicio comunitario para jóvenes adultos del noroeste. «John era uno de los facilitadores en la conferencia, e inmediatamente me fijé en él», escribió Anisa en un correo electrónico. «Irradiaba la más pura alegría de corazón. Cuando estaba en una sala, tenía una manera de hacer que todo el mundo sintiera cómodo; incluso trataba a las personas que conocía por primera vez como si fueran sus amigos más queridos”.
Anisa explicó que «no estaban siempre en el mismo grupo, así que no tuve muchas oportunidades de interactuar con él». Sin embargo, durante una comida con otras 10 personas, John mostró una compasión tan sincera por otro asistente que estaba disgustado que causó una gran impresión en Anisa.
«Más tarde, ese mismo día», escribió Anisa, «recuerdo que pensé que si había alguien con quien me casaría sin dudarlo sería con él, no solo por su arrollador espíritu de alegría, sino también por su sincera compasión por los que le rodeaban, y su valor para hacer lo correcto en momentos de dificultad».
Después de la conferencia, Anisa se trasladó a Israel para trabajar como voluntaria en el Centro Mundial Bahá’í de Haifa (Israel) y no volvió a ver a John durante otros dos años.
Sin embargo, Anisa escribió: «A las pocas semanas de mi regreso de Israel, me encontré por casualidad con John. En el transcurso de un mes, sin conocer los planes del otro, John y yo tuvimos encuentros consecutivos en tres reuniones diferentes en Ohio, Illinois y Michigan, todas ellas centradas en el tema de cómo los jóvenes pueden contribuir a crear comunidades compasivas, inclusivas y justas. Cada uno de estos encuentros nos dio la oportunidad de orar, estudiar y crear planes juntos sobre cómo servir a nuestras comunidades».
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Anisa explicó que se «inspiraron en la verdad de que ’el mejoramiento del mundo puede ser logrado’ simplemente realizando ’acciones puras y hermosas’». Como resultado, «cada uno se sintió llamado a tratar de hacer una diferencia en la vida de otras personas, y nos sentimos atraídos el uno por el otro debido a esa visión compartida».
A la tercera vez que se vieron en persona, Anisa escribió: «Supe que John pertenecía a mi vida, y que era la persona con la que quería recorrer un camino de servicio durante el resto de mi vida». Habían hablado de «toda una serie de temas -desde la educación hasta la unidad familiar, pasando por la carrera profesional-, pero nunca habíamos expresado ’interés’ el uno por el otro, más allá de la comprensión mutua de nuestro profundo respeto por el otro y del deseo de trabajar juntos en el servicio».
Los escritos bahá’ís dicen, “Ciertamente, todos deben ser llamados hoy al amor, a la unidad y a la bondad; a la integridad, a la amistad, al compañerismo y a la adoración divina. Espero que tú y tu querido esposo sigan sirviendo con todo espíritu y fragancia y que en este mundo sigan siendo dos velas radiantes y desde el horizonte eterno brillen como dos estrellas resplandecientes». [Traducción provisional por Oriana Vento]
Durante ese tercer encuentro, decidieron reunirse para orar al amanecer. «Después de compartir nuestras oraciones, decidimos que queríamos considerar la posibilidad de casarnos», escribió Anisa. «Durante las siguientes semanas, pasamos una cantidad significativa de tiempo con las familias de cada uno y en nuestras respectivas comunidades, y cada experiencia que pasaba solo servía para confirmar nuestra comprensión de que debíamos casarnos».
Este verano se cumplirá el quinto aniversario de Anisa y John.
Así que, ya sea que te des cuenta días, semanas, meses o incluso años después de haber conocido a una persona de que has encontrado a tu alma gemela, parece haber un hilo conductor entre estas historias: un conocimiento innegable de que es el vínculo espiritual que tienes con alguien el que durará por la eternidad.
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