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Timothy Conley | Oct 4, 2020

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Timothy Conley | Oct 4, 2020

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Cuando era niño, la historia me fue enseñada desde una perspectiva eurocéntrica. No había historias inspiradoras más allá de la mínima información compartida sobre los defensores de la libertad de las personas de raza negra como Frederick Douglass y Harriet Tubman.

Mis maestros nunca enseñaron sobre Claudette Colvin, una joven afroamericana que, a los 15 años, se negó a ceder su asiento en un autobús nueve meses antes de que Rosa Parks fuera arrestada.

Claudette Colvin

Colvin fue una de las cuatro demandantes en un caso de la Corte Suprema que prohibiría la segregación en los autobuses de Alabama. Nunca supe de Ruby Bridges, de 6 años, que en 1960 se convirtió en la primera niña afroamericana en ir a una escuela sólo para blancos en Louisiana. No me enteré de los miles de estudiantes afroamericanos en 1963 en Birmingham, Alabama. Estas valientes almas sacrificaron su seguridad en la lucha contra la opresión. Marcharon en protesta pacífica contra las leyes de Jim Crow y por eso fueron escoltados a la cárcel. Cuando esta información le llegó a Martin Luther King, Jr., les envió un mensaje: «Lo que hagan este día tendrá un impacto en los niños que no han nacido».

Qué diferencia habría supuesto para mí aprender en la escuela sobre la nobleza de los héroes afroamericanos – adultos, niños y jóvenes que valientemente se levantaron contra la marea del racismo. Como educador, reflexionar sobre esto también me inculca un interés en asegurar que los estudiantes universitarios a los que enseño aprendan esto.  

Me hace reflexionar sobre las enseñanzas de Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe Bahá’í, y cómo sus palabras son un bálsamo curativo, una panacea para un mundo necesitado. Uno de esos mensajes en los que pienso a diario es cuando Él escribió, «Te he creado noble; sin embargo, tú te has degradado a ti mismo. Elévate, pues, a aquello para lo que fuiste creado.«

Demasiada gente no conoce las historias de los jóvenes afroamericanos que han servido a este país con honor. Pienso en mi abuelo, y en cómo con una educación hasta tercer grado, sirvió en la Segunda Guerra Mundial. Era un hombre alto, y sus pies eran más grandes que los zapatos talla 12 del ejército. Esto significaba que, durante una parte del tiempo que sirvió, usó zapatos demasiado pequeños, dejándolo adolorido.

Este gran hombre nunca se quejó de su vida, y después de la guerra, defendió a otros hombres de color que trabajaban en obras de construcción en Los Ángeles con él. Aunque se enfrentó a muchos desafíos debido a la segregación racial, era un orgulloso ciudadano americano. Me habló de héroes durante la guerra, como los Aviadores de Tuskegee, los primeros pilotos militares afroamericanos que nunca perdieron una batalla durante la Segunda Guerra Mundial. Estos valientes jóvenes, como mi abuelo, lideraron la carga de esperanza y libertad para la humanidad. Aunque muchas de esas libertades no se manifestaron para ellos en su época, sabían que el trabajo, el amor y la lucha por la dignidad humana debían continuar.

Como estudiante de la Universidad del Sur de California, mi madre asistió a clases en las que a menudo era la única estudiante de raza negra. Sus compañeros blancos emanaban tanto odio que, según ella, cada clase era como una película de terror. Así que trabajó para cambiar las cosas junto con otros estudiantes de la USC. Cuando pienso en sus sacrificios, me recuerda lo que escribió Bahá’u’lláh: «Que las acciones y no las palabras sean vuestro adorno».

Un momento de especial satisfacción en la época de mi madre en la USC es cuando ayudó, junto con otros estudiantes afroamericanos, a redactar una beca que se propuso al entonces presidente del campus, el Dr. Norman Topping. Hoy en día, la beca es el Fondo de Becas Norman Topping, que proporciona becas completas a estudiantes pertenecientes a minorías que vivan alrededor de la USC quienes sean admitidos y sean los primeros de su familia en ir a la universidad.

Cuando crecí, pensaba que los héroes usaban capas o tenían artilugios elegantes como en los comics. Sin embargo, los héroes de los que me enteraría más tarde en la universidad, gracias a un curso de Estudios Africanos, eran historias como las de mi madre y mi abuelo. Estas historias me ayudaron a superar la depresión que experimenté al recibir una falsa narración: que sólo las personas de raza blanca mejoraban el mundo con unas pocas personas de color como aliados o en papeles secundarios.

¡Qué diferencia habría hecho en mis años de formación el haber aprendido sobre líderes y héroes inspiradores como el congresista John Lewis! Comenzó su cruzada por la justicia a la edad de 21 años. Fue uno de los valientes jóvenes arrestados por protestar junto con los otros Jinetes de la Libertad en 1961. Juntos, lucharon por el cambio en los establecimientos segregados en todo el Sur.

A los 23 años, se convirtió en el líder del Comité de Coordinación de la No Violencia Estudiantil y fue fundamental en la organización de la Marcha sobre Washington. En su discurso de ese día en 1963, dijo: «Todos reconocemos el hecho de que, si hay cambios sociales, políticos y económicos radicales en nuestra sociedad, el pueblo, las masas, deben llevarlos a cabo».

El congresista Lewis escribió un ensayo pocos días antes de su muerte el 17 de julio de 2020. Contiene un llamado a la juventud de hoy. Señaló que «cada generación debe hacer su parte; ahora es su turno de dejar que la libertad suene». En sus palabras, desde 1963 y 2020, podemos escuchar un llamado a la acción, un llamado a defender nuestros derechos como ciudadanos del mundo. El congresista Lewis terminó su ensayo con las palabras que el Dr. King dijo en uno de sus últimos y poderosos mensajes: «Que el espíritu de paz y el poder del amor eterno sean su guía».

‘Abdu’l-Bahá, un hombre de nobleza y acción ejemplar que fue hijo de Bahá’u’lláh y su sucesor designado, dijo una vez, «Los pensamientos de amor son los forjadores de hermandad, paz, amistad y felicidad».

Ahora es el momento de difundir el amor entre nuestros hermanos y hermanas, y continuar sacrificándose heroicamente como lo hicieron ellos.

Bahá’u’lláh, en un mensaje que define el propósito del amor, escribió: “Si los eruditos y hombres de sabiduría mundana de esta época permitieran a la humanidad aspirar la fragancia de la fraternidad y del amor, todo corazón compre n s i v o entendería el significado de la verdadera libertad y descubriría el secreto de la paz imperturbable y de la absoluta serenidad.”

Bahá’u’lláh decretó el gran mensaje de Dios a la humanidad cuando proclamó nuestra nobleza. No fuimos creados para segregar y denigrar a los demás. Somos iguales en la creación de Dios. Cada uno de nosotros tiene un propósito según lo establecido en la creación divina.

Como profesor, a menudo hago preguntas a los jóvenes, preguntas similares a la de John Lewis: ¿Cuál será su historia y la del siglo XXI? ¿Qué estás haciendo – y qué estamos haciendo nosotros – para hacer un espacio donde es realmente cierto que todas las vidas importan? Esta nación, América, construida sobre la violencia y las leyes establecidas para un grupo de personas, está necesitada de una transformación – el tipo de transformación que viene de los cimientos de la casa.

Los escritos bahá’ís nos dicen que «La veracidad es la base de todas las virtudes humanas». En América, la verdad, aún no se ha visto. Hasta que no atendamos el llamado de lo divino para reunirnos en unidad, estamos en la segregación. Hasta que no cambien todas las leyes desunificadoras y los comportamientos opresivos de América, no hay grandeza.

En una carta de 1965, la Casa Universal de Justicia, el órgano administrativo mundial que rige a los bahá’ís del mundo, escribió: «Una muy grande responsabilidad de la futura paz y el bienestar de la humanidad es sostenida por la juventud actual».

En la era de la revolución digital, animo a mis estudiantes a usar sus plataformas digitales y analógicas para cambiar la narrativa. Todo cambio significativo ocurre cuando la gente trabaja para ello y se une en la búsqueda de una causa común. Como Jesucristo, el primer maestro divino del que aprendí, dijo: «Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.». (Mateo 18:20) Recordemos nuestra nobleza, nuestra unidad, y enseñémosla a los jóvenes para que puedan actuar – para que puedan ser escritores en esta narración y hacer lo que sea necesario, como dijo el Dr. King, «Que reine la libertad».

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