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¿A dónde vamos cuando morimos?

Susan Gammage | Feb 25, 2024

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Susan Gammage | Feb 25, 2024

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Estoy en una edad en la que muchos de mis amigos están falleciendo, y sus amigos y familiares se hacen preguntas como «¿A dónde vamos cuando morimos?» y «¿Qué pasa después?». 

Uno de mis amigos está tan obsesionado con esto que ha estado escuchando muchos podcasts sobre experiencias cercanas a la muerte. Como bahá’í, me pregunté cómo podría ayudar a aliviar su corazón y compartir algo de lo que he aprendido de las enseñanzas bahá’ís sobre el viaje que todos emprendemos al final de nuestra existencia física.

La cuestión de qué ocurre cuando morimos ha intrigado siempre a la humanidad, y varias religiones y sistemas de creencias ofrecen sus propias interpretaciones. La fe bahá’í tiene una perspectiva única de la vida después de la muerte que difiere de muchos conceptos tradicionales, y los escritos bahá’ís ofrecen muchas analogías poderosas para explicar lo que realmente significa la muerte.

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La analogía que más sentido tiene para mí es la que compara la muerte con un bebé en el vientre materno. Bahá’u’lláh, el fundador de la fe bahá’í, escribió lo siguiente: “El otro mundo es tan diferente de este mundo como lo es éste del mundo de la criatura mientras está en el vientre de la madre”.

El Guardián de la fe bahá’í, Shoghi Effendi, se explayó sobre esta cuestión en una carta escrita en su nombre en 1943:

’Abdu’l-Bahá dio el ejemplo maravilloso de la relación entre esta vida y la próxima, que es como la del niño en el vientre; desarrolla ojos, oídos, manos, pies, una lengua, pero no hay nada para ver ni oír, no puede caminar ni sujetar cosas, ni hablar; está desarrollando todas estas facultades para este mundo. Si Ud. tratara de explicar a un embrión lo que es este mundo nunca entendería; pero lo entiende cuando nace y puede usar sus facultades. Del mismo modo nosotros no podemos imaginar nuestro estado en el mundo venidero. Lo único que sabemos es que nuestra conciencia, nuestra personalidad, perdura en algún nuevo estado, y que aquel mundo es mucho mejor que éste, así como éste es mejor que el del vientre oscuro de nuestra madre…

Mientras está en el vientre materno, el embrión pasa un periodo de tiempo desarrollando todo lo que necesitará para sobrevivir en este mundo. Si en el camino hay algún fallo en algún sistema, el bebé se verá algo perjudicado en este mundo. La fe bahá’í enseña que uno de los propósitos de este mundo es adquirir las virtudes espirituales que necesitaremos en la próxima existencia: veracidad, amor, perdón, aceptación, desprendimiento, etc.  Lo hacemos pasando por muchas pruebas y dificultades aquí, en esta vida física. Si no las desarrollamos en esta vida, nos veremos incapacitados de nuevo en el otro mundo. 

En un discurso que dio en Nueva York en 1912, Abdu’l-Bahá explicó:

Por lo tanto, él debe prepararse en este mundo para la vida en el más allá. Todo aquello que necesita en el mundo del Reino lo debe obtener aquí. Así como se preparó en el mundo de la matriz adquiriendo las fuerzas necesarias para esta esfera de la existencia, del mismo modo las fuerzas necesarias de la existencia divina deben ser potencialmente obtenidas en este mundo.

Al igual que el bebé supera el mundo del vientre materno, nosotros también superamos esta vida terrenal e inevitablemente pasamos a un mundo mucho más espacioso.  Veamos cómo Abdu’l-Bahá consoló a una madre cuyo hijo había fallecido recientemente:

Ese amado hijo tuyo se dirige a ti desde el mundo oculto: «Oh madre bondadosa, agradece a la divina Providencia porque he sido liberado de una jaula pequeña y oscura y, como las aves de las praderas, me he remontado hasta el mundo divino: un mundo espacioso, iluminado y siempre alegre y jubiloso. Por tanto, no te lamentes, oh madre, y no te apenes; yo no soy de los que se han perdido, ni he sido aniquilado, ni destruido. Me he despojado de la forma mortal y he izado mi enseña en este mundo espiritual. A continuación de esta separación está la compañía imperecedera. Tú me encontrarás en el cielo del Señor, inmerso en un océano de luz».

Después de la muerte, dicen las enseñanzas bahá’ís, tendremos que rendir cuentas por nuestros actos y acciones durante esta vida. Los escritos bahá’ís no describen este juicio como un proceso punitivo o severo, sino como una oportunidad para el crecimiento y la transformación espiritual, que continúa a lo largo de la vida eterna de nuestras almas. Esto también lo vemos en los relatos de quienes han experimentado experiencias cercanas a la muerte. 

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Mientras nos centramos en adquirir aquí las virtudes que necesitaremos en la otra vida, podemos pedirnos cuentas a nosotros mismos cada día, comprometiéndonos a hacer que cada día sea mejor que el anterior. De ese modo, creceremos espiritualmente, tendremos una vida mejor en este mundo y evitaremos sorpresas desagradables el día de nuestro juicio personal. 

Otra perspectiva bahá’í única sobre la vida después de la muerte, que difiere de muchos conceptos tradicionales, es la posibilidad de reunirse con los seres queridos. Los bahá’ís creen que las relaciones formadas en la Tierra pueden continuar e incluso profundizarse en los reinos espirituales más allá de nuestra existencia física. Los escritos bahá’ís describen la naturaleza de estas relaciones como basadas en la afinidad y el amor espirituales, más que en los vínculos físicos que existen en el mundo material. Entonces, ¿cómo las veremos si no tenemos ojos? En una charla que dio en Londres, Abdu’l-Bahá explicó:

Se le planteó entonces la pregunta sobre cómo sería posible vivir sin cuerpos materiales o en un entorno que permitiese reconocer a las diferentes entidades y caracteres, donde todos estarían en las mismas condiciones y en el mismo plano de existencia.

’Abdu’l-Bahá manifestó que: “Si varias personas miran a un espejo al mismo tiempo, lo que ven son personalidades todas ellas diferentes, con sus características y movimientos; el cristal del espejo en el que miran es uno. En vuestra mente convive una variedad de pensamientos, pero todos esos pensamientos comparecen separados y diferentes. Del mismo modo, acaso tengáis cientos de amigos; pero cuando los traéis a la memoria, no los confundís: cada uno es un ser separado y diferente, con su propia individualidad y características.”

Aunque las enseñanzas bahá’ís contienen mucha más información sobre el viaje del alma de un estado a otro, y sobre cómo será el otro mundo, espero que esto sea quizá suficiente información para compartir con mis amigos como comienzo. No quiero abrumarlos. Por ahora, basta con que conozcan mi final, y el suyo será una nueva experiencia maravillosa y fascinante en el viaje del alma. Me espera una aventura mucho mayor con todos los amigos que he perdido, ¡y estoy agradecida!

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