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Las opiniones y puntos de vista expresados en este artículo pertenecen al autor únicamente, y no necesariamente reflejan la opinión de BahaiTeachings.org o de alguna institución de la Fe Bahá'í. El sitio web oficial de la Fe Bahá’í es Bahai.org y el sitio web oficial de los bahá’ís de los Estados Unidos es Bahai.us.
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Ciencia

El nacimiento de la fe como iluminación

Vahid Houston Ranjbar | Jun 11, 2022

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Muchos filósofos han afirmado que las suposiciones erróneas que fundamentan el discurso racional sobre la raza, el género, la clase y la nacionalidad han conducido a los desastres humanitarios de nuestra era moderna.

Sin embargo, se puede argumentar que la mayor parte de las decisiones humanas están basadas en creencias que ni siquiera se fundamentan en deducciones racionales. Resulta que, según han demostrado múltiples estudios científicos, tomamos muchas de nuestras decisiones vitales más importantes de forma emocional, sin mucho pensamiento o reflexión racional.

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Está claro, entonces, que los problemas de la era moderna no fueron causados por la racionalidad de la Ilustración en sí misma.

Por el contrario, la gente tiende a adoptar sus creencias de forma simple y sin cuestionarlas, normalmente las que les han transmitido sus antepasados, su sociedad o su cultura. De hecho, desde el siglo XIX, las creencias proporcionadas por la sociedad han evidenciado una creciente falta de coherencia.

El aumento de las contradicciones entre la ciencia y la religión dejó estas estructuras sociales en desorden y en ruinas, por lo que el primer sistema o narrativa que se impuso por la persuasión apelando a la ciencia moderna con alguna autoridad percibida y una presión social adecuada se convirtió en ascendente. En Europa, la narrativa del fascismo a través de una apelación al darwinismo social y racial, o los valores del marxismo, o la ideología capitalista interesada, ambos apoyados por apelaciones al materialismo científico, tendieron a dominar.

Estas ideologías, disfrazadas de sistemas de valores, desplazaron o a veces relegaron y suplantaron a las religiosas y tradicionales.

Antes de esto, el grueso de la humanidad adoptaba ciegamente los valores tradicionales y las religiones de su sociedad, y rara vez intentaba cuestionar, alcanzar algún nivel de distanciamiento intelectual o ejercer sus poderes de percepción. En su mayor parte, esos sistemas de creencias funcionaban de forma muy defectuosa. Así que, como cualquier practicante de la teoría crítica señalaría fácilmente, estos sistemas condujeron a la opresión de las mujeres y proporcionaron la justificación del racismo, la esclavitud, la violencia y la guerra.

Para llegar a una reconciliación de la teología con el pensamiento científico racional, el hijo de Bahá’u’lláh y el intérprete designado de su revelación, Abdu’l-Bahá, seña hace más de un siglo:

Cuando la religión, libre de supersticiones, tradiciones y dogmas ininteligibles muestre su conformidad con la ciencia, se sentirá en el mundo una gran fuerza unificadora y purificadora que limpiará de la tierra las guerras, desacuerdos, discordias y luchas.

Las enseñanzas bahá’ís ven implícitamente el fracaso del racionalismo en la teología como responsable de la violencia y la opresión en la sociedad. Sin embargo, la desestabilización de la sociedad merece al menos una parte de la culpa por la violencia y la devastación sin precedentes experimentadas durante el siglo XX. 

En última instancia, el único fundamento seguro de un sistema de creencias eficaz y duradero es la trascendencia individual o la iluminación.

Esta experiencia de iluminación en sí misma requiere primero el desapego, seguido luego por el uso de las facultades trascendentes de percepción que nos definen como humanos. En el pasado, las religiones y las estructuras sociales tradicionales solían impedir el desapego, temiendo que fuera un desafío potencial a su estabilidad e integridad. Así, el concepto de fe pasó a ser idéntico a la aceptación ciega e incuestionable del dogma. Pero esta postura atrofia y niega la posibilidad de ejercer nuestras capacidades perceptivas humanas. También traiciona un miedo latente a la racionalidad, ya que no solo impide la experiencia plena de la percepción humana, sino también el ejercicio de la deducción racional que debe seguir a estas experiencias.

Abdu’l-Bahá denunció esta comprensión demasiado simplista de la fe, identificándola con puro prejuicio y una fuente continua de oscuridad. Explicó que la verdadera fe se concibe a través de la libertad de pensamiento y la investigación independiente de la verdad; que la aceptación incuestionable de las tradiciones pasadas conduce al prejuicio; y que la verdadera creencia nunca se basa en la imitación ciega:

Y el caldo de cultivo de todas estas tragedias es el prejuicio: prejuicio de raza y de nación, de religión, de opinión política; y la causa fundamental del prejuicio es la ciega imitación del pasado, imitación en religión, en actitudes raciales, en tendencias nacionalistas, en intereses políticos. Cuanto más tiempo persista esta imitación ciega del pasado, tanto más serán lanzadas a los cuatro vientos las bases del orden social y tanto más estará la humanidad continuamente expuesta a grave peligro… pues la ciega imitación del pasado atrofia la mente. Mas cuando cada alma indague la verdad, la sociedad será librada de la lobreguez de la continua repetición del pasado.

Los bahá’ís creen que todo ser humano está dotado de la capacidad de reconocer la verdad espiritual. La advertencia: deben estar dispuestos a reflexionar y considerarla con una mente objetiva, con sus propios ojos y juicio, y no simplemente imitar las opiniones y los rituales de sus padres y de la sociedad.

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