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Es posible que al entrar en un hogar hindú se encuentre con alguna representación de un hombre o niño azul; si es así, ese personaje azul es probablemente Krishna, cuyo nombre significa literalmente negro o azul oscuro.
El hombre azul, ya sea que represente a Krishna o a Vishnu, el «ser viviente supremo» para algunos hindúes, es una señal de que la familia es vaishnavita y que su palabra para el Dios Supremo es Vishnu, que aparece periódicamente para guiar a la humanidad a través de diversas apariciones, conocidas como avatares, de los cuales Krishna es el más conocido.
En esencia, esto corresponde a lo que los bahá’ís conocen como revelación progresiva: la interrelación de los fundadores y profetas de todas las fes.
En los Itihasas y Puranas, Krishna es representado de muchas maneras: Cuando es joven se le representa como un niño juguetón y travieso, al que a menudo se le ve comiendo mantequilla. Cuando se hace mayor, se le presenta como un pastor de vacas y un talentoso tañedor de laúd que atrae a muchos seguidores, especialmente a las jóvenes (gopis). Cuando es un hombre, pero nunca un anciano, Krishna es representado como extremadamente guapo y lleno de compasión y sabiduría. A menudo lleva una pluma de pavo real, signo de belleza, o un loto, signo de pureza y trascendencia, que surge del agua oscura. También puede llevar una caracola, a través de la cual surgió el sonido primordial Aum; o un disco, símbolo de la mente; o una maza, símbolo del poder. A veces se le puede ver con su consorte Radha.
Krishna es uno de los dos personajes principales del Bhagavad Gita, junto con Arjuna. Tanto el Guardián de la fe bahá’í como la Casa Universal de Justicia bahá’í hacen referencia al Bhagavad Gita. El Gita cuenta la historia de un príncipe, Arjuna, que es llamado al campo de batalla de Kurukshetra (a unos 160 kilómetros al norte de Nueva Delhi) para un deber desagradable: entrar en guerra con una familia real emparentada por sus transgresiones contra la familia de Arjuna. Arjuna vacila en su deber de ir a la guerra ya que significará la muerte de muchos amigos y parientes de ambos bandos. Antes de la batalla, Arjuna se dirige a su cochero en busca de orientación, que no es otro que Krishna.
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Nadie sabe realmente si esa batalla y esos personajes son históricos. Ciertamente, muchos hindúes los entienden así, y hay razones para creer que los hechos ocurrieron hace mucho tiempo. Basándose en las señales astronómicas y meteorológicas de El Mahabharata, los estudiosos creen que la batalla pudo ocurrir alrededor del año 3000 a.C. Otra línea de evidencia proviene de los griegos que visitaron la India. Tanto Megástenes (hacia el 350-290 a.C.) como Plinio el Viejo (23-79 d.C.) viajaron a la India y ambos hablaron de un indio llamado Heracles al que se rendía especial homenaje en las ciudades indias. Muchos estudiosos creen que este «Heracles» es una ligera alteración de una invocación utilizada para Krishna, Hare Krishna. Como los griegos indicaron que este Heracles vivió 138 generaciones antes de la época de Alejandro Magno, esto se traduce en alrededor de 3000 AEC. Además, las pruebas arqueológicas indican la presencia de un «reino» cerca de donde tuvieron lugar las supuestas batallas.
Independientemente de la base histórica del Bhagavad-Gita, es una deslumbrante joya condensada de teología e instrucción religiosa. Define a Dios, explica sus apariciones en la Tierra como avatares, identifica la causa del pecado y detalla los métodos que millones de personas emplean para progresar espiritualmente.
Por ejemplo, el capítulo tres explica qué es lo que lleva al hombre a pecar: «Es el deseo, es la aversión nacida de la pasión». El deseo, dicen los versos, «actúa a través de los sentidos, la mente y la razón, y con su ayuda destruye la sabiduría y confunde el alma». Así, para progresar espiritualmente, explica Krishna a Arjuna, debes «primero controlar tus sentidos, y luego matar el deseo; porque está lleno de pecado y es el destructor del conocimiento y la sabiduría.» Para controlar los sentidos se necesita un poder superior, explican los versos: «… más allá de [más poderoso que] los sentidos está la mente, más allá de la mente está el intelecto, y más allá del intelecto está Él [Dios]». Así, para vencer el deseo hay que apoyarse en Dios. Esta venerable fórmula existe en todas las fes, incluidas las enseñanzas bahá’ís, como se explica en Gemas de los misterios divinos de Bahá’u’lláh:
¡Hermano Mío! Abandona tus propios deseos, vuelve el rostro hacia tu Señor y no camines tras los pasos de quienes han hecho un ídolo de sus inclinaciones corruptas, para que acaso encuentres refugio en el corazón de la existencia, a la sombra redentora de Aquel que forma todos los nombres y atributos.
El capítulo cuarto del Bhagavad Gita explica que Dios aparece entre nosotros cuando necesitamos orientación: «Cuando la espiritualidad decae y el materialismo se desborda». Viene para «proteger a los justos, destruir a los malvados y establecer el Reino de Dios». Las palabras reflejan el sentimiento de Jesús, que nos pidió que rezáramos: «Venga a nosotros tu Reino».
El capítulo sexto explica que todo debe hacerse por Dios, no por una recompensa terrenal. Describe un método intemporal de meditación: sentado a solas e inmóvil, con la mente aquietada, «el estudiante [debe] perderse en la contemplación de Mí [Dios]». «Manteniendo su mente siempre en comunión conmigo, y con sus pensamientos subyugados, alcanzará esa Paz que es Mía y que le conducirá finalmente a la liberación». Thomas Merton, un monje católico famoso por sus enseñanzas sobre la oración y la meditación, estaría de acuerdo, al igual que Abdu’l-Bahá, quien dijo en una charla que dio en París:
Bahá’u’lláh dice que hay un signo (de Dios) en cada fenómeno: el signo del intelecto es la contemplación, y el signo de la contemplación es el silencio, puesto que es imposible para una persona hacer dos cosas al mismo tiempo: no puede hablar y meditar a la vez.
Es un hecho axiomático que mientras se medita se está hablando con el propio espíritu. En tal estado mental, se hacen ciertas preguntas al espíritu y éste os contesta; la luz se abre paso y la realidad se manifiesta.
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En el capítulo sexto, el Bhagavad Gita nos ayuda a mostrar que es esencial ver a Dios en todos. Krishna afirma:
Aquel que experimenta la unidad de la vida ve su propio Ser en todos los seres y todos los seres en su propio Ser, y mira todo con un ojo imparcial;
Aquel que me busca en todo y todo en mí, a él nunca lo abandonaré, ni me perderá.
El sabio que comprende la unidad de la vida y que Me adora en todos los seres, vive en Mí, sea cual sea su suerte.
¡Oh Arjuna! Él es el santo perfecto que, enseñado por la semejanza dentro de sí mismo, ve el Ser en todas partes, sea la forma exterior placentera o dolorosa».
Este mensaje viene de Krishna en el Bhagavad Gita, pero podría haber venido de Siva, Devi, o de cualquiera de un gran número de dioses y diosas hindúes en los Vedas, Puranas o los Itihasas (epopeyas). También podría haber venido de Jesús, y si se entiende que el «Yo» de arriba representa a Dios, podría haber sido una instrucción dada por Moisés o Muhammad a sus seguidores. Significa ver a Dios en todos, sin importar la forma exterior, y sigue siendo una de las principales tareas que tenemos por delante, como expresó Abdu’l-Bahá en Contestación a unas preguntas:
Cuando examinamos el mundo y las almas humanas, las lúcidas señales de las perfecciones de la Divinidad aparecen de forma clara y manifiesta, pues las realidades de todas las cosas dan testimonio de la existencia de una Realidad universal. La realidad de la Divinidad es como el Sol, que desde las alturas de su trascendencia brilla sobre todas las regiones, y de cuyo resplandor participan todos los países y todas las almas.
El capítulo séptimo del Bhagavad Gita explica que Dios es la «Vida misma que sostiene el universo»; «el vientre de todo ser»; el Agente «por el que los mundos fueron creados y serán destruidos»; «la Fluidez en el agua»; la «Luz en el sol y la luna»; la «Fragancia de la tierra»; el «Brillo del fuego»; la «Fuerza vital en todos los seres»; y «la semilla eterna del Ser». Esta comprensión de nuestro Creador es válida en todas las religiones.
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