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La perfección absoluta de este universo infinito

David Langness | Nov 2, 2022

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«Todo estará bien, todo estará bien, y todo estará bien, porque hay una fuerza de amor que se mueve a través del universo que nos sostiene y nunca nos abandona».

Esta notable visión proviene de la mística cristiana inglesa del siglo XIII Juliana de Norwich. ¿Tenía razón? ¿Existe una «fuerza de amor que se mueve por el universo»?

Si es cierto, no siempre es algo fácil de creer, especialmente ahora.

Sin embargo, Santa Juliana, venerada tanto por católicos como por anglicanos, lo creía, a pesar de que vivió durante la época de la peste negra en Europa y la violenta revuelta de los campesinos, posiblemente uno de los períodos más oscuros y difíciles de la historia occidental.

Las enseñanzas bahá’ís también creen que «una fuerza de amor» se mueve por el universo, como atestigua este pasaje de los escritos de Abdu’l-Bahá:

El Amor es la luz que guía en la oscuridad, el eslabón viviente que enlaza a Dios con el hombre, que asegura el progreso de toda alma iluminada. El Amor es la más grande ley que rige este potente ciclo celestial, el único poder que une los diversos elementos de este mundo material, la suprema fuerza magnética que dirige los movimientos de las esferas en los dominios celestiales. El Amor revela con infalible e ilimitado poder los misterios latentes del universo.

Si el amor es la más grande ley, como proclaman las enseñanzas bahá’ís, ¿no sería lógico que el universo, la creación entera, fuera el resultado del amor del Creador y, por tanto, perfecto?

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El asombroso orden del universo

El poder observar más lejos que nunca en nuestro universo infinito, lo que el nuevo telescopio espacial James Webb nos permite hacer por primera vez, no solo genera una sensación de asombro y maravilla, sino que también nos permite percibir su asombroso orden. En los acantilados cósmicos de la nebulosa de Carina, ahora podemos ver cómo nacen las estrellas. Se forman planetas. La vida comienza. Galaxias enteras giran alrededor de los agujeros negros, como la pupila del ojo humano engulle la luz. Las galaxias que existían hace 13.000 millones de años salen a la luz. Cuanto más lejos podemos ver, más nos asombra.

Ahora podemos examinar la creación, como dicen los escritos bahá’ís, «con mirada penetrante«, y empezar a captar «la condición de las diferentes existencias«.

Cuando el hombre contemple a los seres con mirada penetrante, y examine atentamente la condición de las diferentes existencias, y cuando vea el estado, organización y perfección del mundo, se convencerá de que en el plano contingente nada hay más maravilloso que lo que ya existe. Pues todo ser existente, ya sea terrestre o celeste, así como el espacio sin límites y todo cuanto en él existe, ha sido creado y organizado, compuesto, ordenado y perfeccionado tal como tenía que ser. El universo no tiene imperfección; tan es así que si todos los seres se convirtiesen en inteligencia pura y reflexionaran durante una eternidad, les resultaría imposible concebir algo mejor de lo que existe.

La profunda cita a la que Abdu’l-Bahá se refiere aquí – «nada hay más maravilloso que lo que ya existe»– proviene de los escritos de Hermes Trismegisto, el autor de la Hermetica, los antiguos textos griegos de sabiduría.

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Hermes, Idris y Enoc

Hermes, también conocido como Idris, y como el profeta bíblico Enoc en las escrituras islámicas, influyó mucho en pensadores y filósofos posteriores, como Pitágoras, Platón y Aristóteles. Enseñó una filosofía que ahora se denomina «prisca theologia» (que significa «teología antigua»), que postula que la única y verdadera teología que está en la raíz de todas las religiones se dio por primera vez a la humanidad en la antigüedad.

Hermes creía en la existencia de un único Creador trascendente, que «Todo es Uno» en el universo. Abdu’l-Bahá explicó ese principio primario de todas las religiones, que las enseñanzas bahá’ís consideran eterno e invariable, en su libro «Contestaciones a unas preguntas»:

… este universo sin límites es como el cuerpo humano cuyos miembros están todos muy firmemente unidos entre sí. ¡Cuán grande la medida en que los órganos, los miembros y las partes del cuerpo humano se hallan entrelazados solidariamente, y hasta qué punto se influencian entre sí! Lo propio sucede con las partes de este universo infinito, que cuentan con miembros y elementos entreverados a tal punto que ejercen un influjo mutuo tanto espiritual como material.

 A lo largo de la historia, un amplio abanico de influyentes científicos y filósofos han incorporado esta idea central y este ideal a sus descubrimientos y sistemas filosóficos, como Isaac Newton y muchos otros. En los tiempos modernos, hemos reconocido cada vez más la interconexión y la unidad fundamentales de la vida como la base de toda la ciencia ecológica y medioambiental, y también como un principio central de la espiritualidad humana.

Abdu’l-Bahá dijo que el universo, tal y como ahora podemos verlo, comprenderlo y apreciarlo mejor, tiene una coherencia que solo puede provenir de una fuente:

… el alma sabia y reflexiva sabrá con certeza que este universo infinito con toda su grandeza y su orden perfecto no podría haber llegado a existir por sí mismo. [Traducción provisional de Oriana Vento]

Así que la próxima vez que estés en la Tierra y mires a los cielos, ya sea a través de un potente telescopio o a simple vista, debes saber que estás viendo la obra perfecta de un Creador amoroso y bondadoso.

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