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Espiritualidad

La religión debe ser causa de amor y afecto

David Langness | Dic 12, 2016

PARTE 1 IN SERIES Principios Centrales

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Los bahá’ís creen que la religión debe ser causa de amor y afecto, paz y armonía, bondad, generosidad y unidad. ¿Y si no lo hace? Los bahá’ís creen que tener ninguna religión es mejor.

La religión debería unir a todos los corazones y hacer que las guerras y las disputas se desvanecieran de la faz de la tierra, dando nacimiento a la espiritualidad, confiriendo vida y luz a cada corazón. Si la religión se convierte en causa de aversión, de odio y de división, sería mejor no tener ninguna y apartarse de semejante religión sería un acto verdaderamente religioso. Pues está claro que el propósito de un remedio es curar; pero si el remedio sólo sirve para agravar la enfermedad sería mejor desecharlo. Una religión que no sea causa de amor y unidad no es una religión. Todos los santos profetas fueron como médicos para el alma; prescribieron un tratamiento para la curación de la humanidad; por tanto, cualquier Médico Supremo. – ‘Abdu’l-Bahá, La sabiduría de ‘Abdu’l-Bahá, página 157

Algunas personas en el mundo moderno ven la religión como una fuente de conflicto, odio y guerras. Desde las Cruzadas de la Inquisición a las batallas contemporáneas entre grupos fundamentalistas “religiosos” quienes justifican su violencia y matanza en el nombre de Dios, se han cometido muchos asesinatos y violencia se han cometido en el nombre de la religión:

Los doctores de la religión fueron instituidos para llevar a los pueblos la curación espiritual, y para ser causa de unidad entre las naciones. Si ellos se convierten en fuente de división, ¡mejor sería que no existieran! Si se administra un remedio para curar una enfermedad, pero sólo sirve para agravar el mal, es mejor abandonarlo. Si la religión sólo ha de ser causa de desunión, es mejor que no exista. – ‘Abdu’l-Bahá, La sabiduría de ‘Abdu’l-Bahá, página 154.

Ninguna de las grandes religiones en el mundo fomenta el conflicto, el odio o la guerra. En cambio, algunos líderes, clérigos y gobernantes quienes buscan el poder o la influencia han encontrado maneras de convencer a la gente a que su religión les permite, es más les autoriza, tal comportamiento inhumano.

Cuando esto ocurre, la gente tiende a culpar a la religión. Pero culpar a la religión de los actos brutales de los líderes hambrientos de poder y su ignorantes y engañados seguidores no llega a la raíz de la cuestión. En cambio, las enseñanzas bahá’ís describen estos procesos como parte de un ciclo inevitable de crecimiento y decadencia. Como todas las cosas vivientes, la religión tiene un nacimiento, un florecimiento y su declive:

Diversity tree green people illustrationLos Divinos Profetas han revelado y fundado la Religión. Ellos han establecido ciertas Leyes y celestiales Principios para guiar a la humanidad. Han enseñado y promulgado el Conocimiento de Dios, han establecido ideales éticos dignos de alabanza y han inculcado las más altas normas de virtudes en el mundo humano. Gradualmente, estas celestiales Enseñanzas y fundamentos de la Verdad han sido nublados, obscurecidos por interpretaciones humanas e imitaciones dogmáticas de creencias atávicas. Las Realidades esenciales que los Profetas duramente laboraron para establecer en los corazones y mentes humanas, mientras pasaban duras pruebas y sufrían torturas y persecuciones, se han desvanecido ahora. Algunos de estos Mensajeros Celestiales han sido muertos, otros encarcelados; todos despreciados y rechazados mientras proclamaban la Realidad de la Divinidad. Poco después que dejaron este mundo, las esenciales Verdades de Sus Enseñanzas se olvidaron y fueron reemplazadas por imitaciones dogmáticas… Es evidente, por lo tanto, que esta condición no puede remediarse sin una nueva reforma en el mundo religioso. En otras palabras, la Realidad fundamental de las Religiones Divinas debe ser renovada, reformada y expresada en una nueva voz a la humanidad.

De la semilla de la Realidad, la Religión creció hasta convertirse en un árbol que mostraba hojas, ramas, flores y frutos. Después de un tiempo, este árbol cayó en un estado de degeneración. Sus hojas y flores se marchitaron y perecieron; el árbol se enfermó y ya no produce frutos. No es razonable que el hombre se apoye en el viejo árbol afirmando que las fuerzas de su vida no han disminuido, que sus frutos no pueden ser igualados, que su existencia es eterna. La semilla de la Verdad debe ser nuevamente sembrada en el corazón humano para que un nuevo árbol pueda desarrollarse allí y que nuevos frutos refresquen el mundo. – ‘Abdu’l-Bahá, Fundamentos de la unidad mundial, páginas 92- 93

La proclamación de Bahá’u’lláh de la Fe Bahá’í revitaliza y vigoriza la antigua Fe de Dios. Trae a los pueblos en conflicto en la tierra un nuevo conjunto directrices para la reconciliación y la renovación; esto reestablece y reorganiza el fundamento de la Fe; nos redime y recrea a todos trayendo una nueva primavera espiritual. Y esto nos permite y alienta, una vez más, a amarnos los unos a los otros y a trabajar para lograr un mundo unificado y pacífico.

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