Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
¿Te has preguntado alguna vez si tienes los amigos adecuados? ¿Te has dado cuenta del impacto que tienen las relaciones que tienes con tus amigos en cómo te sientes y en lo que haces?
Los estudios y el conocimiento común coinciden en que nuestros amigos moldean lo que somos. Puede que conozcas el viejo dicho: «eres de quien te rodeas». De hecho, investigaciones recientes destacan que, para los jóvenes, los comportamientos de su círculo de amigos son más indicativos de su trayectoria futura que el bienestar de su familia. En definitiva, parece comúnmente aceptado que la amistad es importante porque afecta a cada uno de nosotros de forma individual.
La pregunta es entonces: ¿en qué nos fijamos cuando buscamos personas con las que entablar amistad? ¿Cómo podemos asegurarnos de que nuestras amistades sean sanas y productivas?
Los escritos bahá’ís enfatizan la importancia del compañerismo para los seres humanos:
Algunas de las criaturas de la existencia pueden vivir aisladas y solas. Un árbol, por ejemplo, puede vivir sin la ayuda y cooperación de otros árboles. Algunos animales son solitarios y llevan una existencia separada de los miembros de su clase. Pero esto es imposible para el hombre. En su vida y existencia la cooperación y la asociación son esenciales. Mediante la asociación y la reunión encontramos felicidad y desarrollo. Tanto colectivo como individual.
Aunque las amistades suelen requerir energía y puede resultar difícil elegir a los amigos adecuados, este pasaje sugiere que la amistad es una parte esencial de la experiencia humana. A la hora de elegir los amigos con los que pasamos más tiempo, tenemos que ser selectivos. A menudo buscamos a personas que sean «similares» a nosotros cuando elegimos a nuestros amigos por primera vez. Cuando nos limitamos a las personas que se parecen, piensan o hablan como nosotros, es fácil perder las ricas amistades que pueden surgir cuando abrimos nuestras mentes y corazones a la diversidad. Los escritos bahá’ís nos dicen:
Purificad los ojos para que no consideréis a ningún hombre como diferente a vosotros mismos. No veáis extraños; más bien, ved a todos los hombres como amigos, pues difícilmente se origina amor y unidad cuando fijáis la mirada en la otredad. Y en esta nueva y maravillosa época, las Sagradas Escrituras dicen que debemos estar unidos con todas las gentes; que no debemos ver crueldad, ni injusticia, ni malevolencia, ni hostilidad, ni odio, sino más bien dirigir nuestra mirada hacia el cielo de la antigua gloria.
También señalan algunas cualidades que debemos evitar:
Sin embargo, estas gentes han dado la espalda a todo esto y en cambio han preferido lo que está acorde con sus inclinaciones corruptas. De este modo vagan por los páramos de la arrogancia y la soberbia. Doy testimonio en este momento de que Dios es totalmente libre de ellas, como Nos también lo somos. Imploramos a Dios que no Nos permita tener trato con ellas en esta vida ni en la vida venidera.
Otro pasaje habla de esto:
No te asocies con los malvados, porque la compañía de los malvados convierte la luz de la vida en el fuego del remordimiento. Si pides las bondades del Espíritu Santo, entonces asóciate con los puros, porque ellos han bebido el cáliz eterno de las manos del Copero de la eternidad. [Traducción provisional por Oriana Vento]
Entonces, ¿cómo conciliar ambas sugerencias?
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¿Estar abiertos a todos y, al mismo tiempo, desconfiar de los que pueden perjudicar nuestro propio bienestar espiritual? En mis propias reflexiones, requiere desprenderse de algunos de los rasgos superficiales familiares que tendemos a buscar en los demás simplemente por su similitud con nuestro propio ser. En lugar de ello, deberíamos intentar conectar con la gente a un nivel más profundo cuando estamos decidiendo con quién pasar más tiempo.
Comenzar las relaciones de una manera que nos permita ver las creencias y cualidades subyacentes de una persona nos permite tomar decisiones más informadas cuando navegamos por la amistad. Esto no siempre es fácil de hacer. A menudo, pensamos que para profundizar en una amistad tenemos que encontrar simplemente la manera de divertirnos con una persona. Nuestra sociedad promueve una agenda centrada en la diversión en la que seguiremos gastando dinero para tener algo «que hacer» que nos traiga alegría.
Cuando intentamos ver la esencia más profunda de una persona, podemos elegir a nuestros amigos por las cualidades divinas que vemos en ellos. Podemos encontrar la manera de que nuestras amistades sean la fuente de un bien mayor en nuestro mundo.
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