Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Cuando pensamos en la justicia, a menudo la consideramos en el contexto de nuestra vida personal. Todos hemos sufrido injusticias, por lo que todo el mundo imagina de forma natural cómo estas podrían ser sustituidas por una justicia real.
Sin embargo, hay que hacer una importante distinción en este punto: la justicia es un poco diferente en lo que respecta a la relación del individuo con el estado, en comparación con las relaciones entre individuos.
Cada estado y cada nación tiene el deber de proteger a sus ciudadanos, de adherirse al estado de derecho y de garantizar la justicia y la equidad para todos. Ninguna entidad gubernamental ha alcanzado esa cúspide de la justicia, pero muchas lo intentan -algunas más que otras-. Esta relación del individuo con el estado se basa idealmente en la reciprocidad. Es decir, los valores de los individuos de una sociedad se expresan en las leyes del gobierno de la sociedad. A cambio del apoyo de los ciudadanos, el gobierno aplica esos valores y leyes.
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La fe bahá’í define la justicia como «dar a cada quien lo que le corresponde». Las enseñanzas bahá’ís dicen que la justicia se mantiene mediante la recompensa y el castigo. Los escritos bahá’ís también afirman que la justicia es una fuerza poderosa, una luz espiritual brillante, la causa de la apariencia de la unidad, y la norma que aporta orden, paz y tranquilidad a la vida de la sociedad. Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, escribió:
La estructura de la estabilidad y el orden mundiales ha sido erigida sobre los pilares gemelos de recompensa y castigo…la justicia tiene una fuerza poderosa a su disposición. Ésta no es otra que la recompensa y el castigo de las acciones de los hombres. Por el poder de esta fuerza se establece el tabernáculo del orden en todo el mundo, haciendo que los perversos repriman sus naturalezas por temor al castigo.
Así como la justicia debe definir idealmente la relación entre el gobierno de una nación y su ciudadanía, también debe definir la relación entre los individuos de esa sociedad. En este sentido, la justicia crea orden y equidad, pero también beneficia a cada persona porque proporciona a los demás lo que es moralmente correcto, hace el bien a todos los que interactúan con nosotros y expresa acciones amables, amorosas, indulgentes y generosas.
En última instancia, dicen las enseñanzas bahá’ís, la justicia perfecta implica ver a toda la humanidad como una familia, una sola raza. En su libro «El secreto de la civilización divina», Abdu’l-Bahá, hijo de Bahá’u’lláh y sucesor designado, definió este atributo de la perfección como:
…la justicia y la imparcialidad. Significa esto que no se tengan en cuenta el beneficio personal o ventaja egoísta, así como ejecutar las leyes de Dios sin la menor preocupación por nada más. Significa verse uno mismo como uno de los siervos de Dios, el Todoposeedor, y, excepto en lo que toca a la distinción espiritual, nunca procurar destacar por encima de los demás. Significa considerar el bienestar de la comunidad como propio. Significa, en suma, mirar a la humanidad como a una sola persona, y a uno mismo como a miembro de esa forma corpórea, y tener por muy cierto que si el dolor o una herida aflige a cualquier miembro de tal cuerpo, inevitablemente acarreará sufrimiento a todo lo demás.
En este sentido, la justicia encarna todas las cualidades de la virtud moral y la bondad. Por ejemplo, la honestidad; si somos deshonestos con alguien, hemos cometido una injusticia. Si somos poco amables, impacientes, poco generosos, egoístas, etc., estamos actuando injustamente. Por tanto, ser justo significa actuar con rectitud moral, y si actuamos así, sabemos que estamos siendo justos con lo mejor de nuestra capacidad.
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En resumen, la justicia es una realidad espiritual eterna. Su esencia está más allá de nuestro conocimiento y comprensión, pero podemos acercarnos a ella mediante el estudio reflexivo de la revelación de Dios. Los bahá’ís creen que la creación de una sociedad justa es realista y posible, si está modelada e influenciada por las enseñanzas de Dios. En sus escritos, Abdu’l-Bahá definió la justicia de estas formas altruistas:
Emplazad, entonces, a las gentes ante Dios, e invitad a la humanidad a seguir el ejemplo del Concurso de lo alto. Sed padres amorosos para el huérfano, un refugio para los desamparados, un tesoro para los pobres y una curación para los enfermos. Sed los auxiliadores de toda víctima de la opresión, los protectores de los desfavorecidos. Pensad en todo momento en prestar algún servicio a todo miembro de la raza humana. No prestéis atención a la aversión y al rechazo, al desdén, la hostilidad, la injusticia: actuad del modo contrario. Sed sinceramente amables, no solo en apariencia. Cada uno de los amados de Dios debe poner su atención en esto: ser la misericordia del Señor para el hombre; ser la gracia del Señor. Que haga algún bien a todo aquel que se cruce en su camino y sea de algún beneficio para él. Que mejore el carácter de todos y reoriente las mentes de los hombres. De este modo resplandecerá la luz de la guía divina y las bendiciones de Dios acunarán a toda la humanidad; pues el amor es luz, en cualquier morada que habite, y el odio es oscuridad, donde quiera que haga su nido.
Esto, según las enseñanzas bahá’ís, es la justicia.
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