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Por qué me esfuerzo por seguir a Abdu’l-Bahá

David Langness | Dic 3, 2021

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David Langness | Dic 3, 2021

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Toda mi vida ha sido transformada de forma radical y hermosa gracias al ejemplo de alguien a quien nunca conocí: Abdu’l-Bahá. Al igual que todos los bahá’ís, trato de modelar mi vida según la suya, aunque nunca llegue a conseguirlo.

Me encontré por primera vez con Abdu’l-Bahá -metafóricamente y espiritualmente, no literalmente- cuando era un adolescente conflictivo y confuso. Educado como luterano, dejé la iglesia a los 12 años y me consideré agnóstico y buscador espiritual. Entonces, en un taller de derechos civiles a mediados de los años 60, mientras intentaba encontrar un camino hacia la justicia en el mundo, conocí a un maravilloso grupo de indígenas bahá’ís -un navajo, un hopi y un miembro de la Banda Morongo de los Misioneros Indios- que lideraban grupos que buscaban la equidad y la justicia en la sociedad. Dieron desinteresadamente su tiempo y energía para responder a mis muchas preguntas ingenuas e incultas sobre las enseñanzas bahá’ís. Al ser mayores que yo por una década o más, los veía como adultos, sabios y perspicaces.

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Sin embargo, esos jóvenes -Franklin Kahn, Elizabeth Dahe y Art Jess- no solo se limitaron a responder a mis preguntas. Los tres parecían callados y reservados por naturaleza, y ninguno de ellos decía mucho, a menos y hasta que yo preguntara repetidamente. En cambio, pude saber quiénes eran por la forma como vivían sus vidas. Cada uno de ellos se dedicaba humildemente al bienestar de los demás, a lograr la justicia y la unidad y una civilización mundial, al amor, la comprensión y la compasión. Vivían de acuerdo al mandato de Bahá’u’lláh de «Que los hechos y no las palabras, sean vuestro adorno».

Yo quería un poco de eso.

Así que, con una intensa curiosidad, les acosé sin cesar, tratando de desvelar el secreto de cómo habían adquirido los atributos y rasgos espirituales que les permitieron desarrollar un carácter tan excelente. Tranquilos, silenciosos, reservados y amables, pude comprobar que convertían sus creencias en acción. Me costó un poco, quizá debido a la diferencia entre sus culturas y la mía, pero uno a uno me dijeron que solo intentaban seguir el ejemplo de Abdu’l-Bahá.

«¿Quién?» pregunté.

Abdu’l-Bahá -nacido en 1844, hijo mayor y eventual sucesor de Bahá’u’lláh, fundador de la fe bahá’í- falleció en 1921, tres décadas antes de mi nacimiento. Pero para los bahá’ís, incluidos aquellos tres maravillosos bahá’ís que conocí cuando era adolescente, su ejemplo de cómo vivir una existencia puramente espiritual infundió sus vidas con significado, con propósito y con alegría.

Como un faro de luz, el ejemplo de Abdu’l-Bahá sigue vivo hoy, tan potente y poderoso -o incluso más- que durante su vida física.

Las enseñanzas bahá’ís contienen muchas descripciones de la vida y las enseñanzas de Abdu’l-Bahá, pero esta, escrita para las Naciones Unidas en 1947 por Shoghi Effendi, el Guardián de la Fe bahá’í tras el fallecimiento de Abdu’l-Bahá, es la que probablemente resume mejor su papel:

El Intérprete autorizado y Ejemplo perfecto de las enseñanzas de Bahá’u’lláh fue Su hijo mayor Abdu’l-Bahá (Siervo de Bahá), quien fue designado por su Padre como el Centro al que todos los bahá’ís debían acudir para recibir instrucción y guía. Abdu’l-Bahá fue desde su infancia el compañero más cercano de su Padre, y compartió todas sus penas y sufrimientos. Permaneció prisionero hasta 1908, cuando el antiguo régimen de Turquía fue derrocado y todos los prisioneros religiosos y políticos de todo el imperio fueron liberados. Después de eso, continuó viviendo en Palestina, pero emprendió extensos viajes de enseñanza en Egipto, Europa y América, ocupándose incesantemente de explicar y ejemplificar los principios de la Fe de su Padre y de inspirar y dirigir las actividades de sus amigos y seguidores en todo el mundo. [Traducción provisional de Oriana Vento]

Al principio no tenía ni idea de lo que significaba todo esto, ni de cómo había surgido. Sin embargo, a medida que leía y aprendía más sobre la vida de Abdu’l-Bahá, llegué a una comprensión gradual: que su trabajo amoroso, pacífico y humanitario en el mundo, llevado a cabo todos los días de su vida con diligencia y devoción, se convertiría en mi piedra angular, el lugar al que trataría de apuntar la brújula de mi vida.

Llegué a ese punto buscando los relatos de cómo vivía Abdu’l-Bahá, como este de un antiguo hombre de negocios bahá’í estadounidense llamado Roy Wilhelm, que escribió sobre lo que vio durante su visita a Abdu’l-Bahá en Tierra Santa en 1907:

Los viernes por la mañana, a las siete, hay otro panorama. Cerca de la carpa en el jardín se puede ver una reunión de pobres abyectos -los cojos, lisiados y ciegos- que rara vez son menos de cien. Cuando Abdu’l-Bahá pasa entre ellos, se le ve dar a cada uno una pequeña moneda, y añadir una palabra de simpatía o alegría; a menudo una pregunta sobre los que están en casa; con frecuencia envía una cuota a algún ausente. Es una procesión lamentable mientras se alejan lentamente, pero todos esperan esta visita semanal y, de hecho, se dice que este es el principal medio de sustento para algunos de ellos. Casi todas las mañanas, a primera hora, se le puede ver recorriendo la ciudad, visitando a los débiles y a los enfermos; muchas moradas lúgubres se iluminan con su presencia.

O esta otra, del libro de John Ferraby All Things Made New:

Durante la Primera Guerra Mundial, cuando un bloqueo amenazaba la vida de muchos civiles en Haifa, Abdu’l-Bahá los salvó de la hambruna. Él personalmente organizó extensas operaciones agrícolas cerca de Tiberias, asegurando así un gran suministro de trigo … La comida fue almacenada en pozos subterráneos y en otros lugares. Los distribuyó entre los habitantes, independientemente de su religión o nacionalidad. La comida fue sistemáticamente racionada. Habiendo comenzado Sus preparativos ya en 1912, evitó la tragedia en los oscuros días de 1917 y 1918.

También comprendí, de mi estudio de la vida de Abdu’l-Bahá, los patrones de sus días. Durante la vida de Abdu’l-Bahá la revista Christian Commonwealth Magazine informó:

Es maravilloso ver la venerable figura del venerado líder bahá’í pasando por las estrechas calles de esta antigua ciudad (Akka) donde vivió durante cuarenta años como prisionero político… Desde el amanecer a menudo hasta la medianoche trabaja, a pesar de una salud quebrantada, sin escatimar nunca esfuerzos si hay un mal que corregir o un sufrimiento que aliviar.

Muchos relatos de primera mano de personas como Tuba Khanum, una de las cuatro hijas de Abdu’l-Bahá, describen su rutina diaria de levantarse muy temprano, tomar el té y luego caminar por la ciudad-prisión amurallada de Akka hasta altas horas de la noche, atendiendo a los que necesitan ayuda, a la gente que clama por su consejo, a los enfermos y a los ancianos. Cuando un bahá’í le preguntó cómo mantenía un ritmo tan implacable y exigente de servicio a los demás, dijo «… en todos aquellos a los que miro, solo veo el Rostro de mi Padre».

Este modelo de vida puro, amoroso y altruista -una devoción total a la unidad de la humanidad, a hacer todo lo posible para aliviar el sufrimiento de nuestros semejantes- me hizo desear ser como Abdu’l-Bahá.

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