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¿Qué ocurre cuando fallece un profeta?

John Hatcher | May 5, 2021

PARTE 7 IN SERIES Desvelando el Huri del amor

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John Hatcher | May 5, 2021

PARTE 7 IN SERIES Desvelando el Huri del amor

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¿Qué ocurre cuando el profeta y fundador de una nueva fe asciende al reino del espíritu?

Esta tercera etapa en el hurí del amor significa que los mensajeros o manifestaciones divinas siguen funcionando como intermediarios espirituales después de su partida. En esta estación, ya no están restringidos por la dramaturgia de la humanidad limitada, los profetas, mensajeros o manifestaciones supervisan y ayudan al proceso que sus revelaciones han puesto en marcha. En esta estación son plenamente capaces de ayudarnos individual y colectivamente en nuestro intento de comprender y poner en práctica el plan divino que nos ha sido revelado por su revelación.

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Bahá’u’lláh aludió a la sabiduría y el poder de esta tercera condición con el siguiente conocido verso de su «Libro Más Sagrado»:

Hay una sabiduría en mi presencia entre vosotros, y en mi ausencia hay aún otra, inescrutable para todos salvo Dios, el Incomparable, el Omnisciente. En verdad, os contemplamos desde nuestro reino de gloria, y ayudaremos a quienquiera se levante Para el triunfo de nuestra Causa con las huestes del Concurso en lo alto y una compañía de nuestros ángeles predilectos.

Aunque esta sabiduría es inescrutable -otra hurí, si se quiere-, Shoghi Effendi en «Dios pasa» alude a parte de la sabiduría en esta tercera condición con maravillosa claridad:

…la disolución del tabernáculo, donde el alma de la Manifestación de Dios había escogido morar temporalmente, supuso la liberación de las restricciones que una vida terrenal, por necesidad, imponían sobre ella. No estando ya circunscrito por limitaciones físicas de ninguna suerte, no estando ya su brillo nublado por el templo humano, esa alma podía de ahora en adelante dar bríos al mundo entero en una medida sin parangón en ninguna de las fases experimentadas a Su paso por este orbe.

Otro aspecto de esta tercera etapa que es particularmente relevante para nuestra propia tercera etapa de existencia -siendo las dos primeras el mundo del vientre materno y el mundo de la experiencia física- tiene que ver con el hecho de que la relación indirecta con Dios por medio de la manifestación como intermediario persiste a lo largo de nuestra existencia en el ámbito de nuestro estado de existencia poscarnado. Shoghi Effendi, en una carta de su secretario a un individuo bahá’í, explica:

Por medio de Sus Profetas podremos experimentar el espíritu de Dios en el otro mundo, porque Dios es demasiado grande para que lo conozcamos sin este intermediario. Los Profetas conocen a Dios, pero el es más de lo que nuestras mentes humanas pueden comprender. [Traducción provisional por Oriana Vento]

Un aspecto importante de la estación de los profetas, perteneciente a las tres etapas de su realidad, pero, para nosotros, más particularmente, a las etapas segunda y tercera, es el hecho de que la manifestación sigue siendo para nosotros la comprensión más completa del Creador que jamás alcanzaremos.

Por lo tanto, como Bahá’u’lláh explica ampliamente en «El Libro de la Certeza», el concepto de obtener acceso o proximidad a Dios -de entrar en la «presencia» de Dios- es un concepto figurativo y espiritual, no un hecho literal. En otras palabras, Dios permanecerá siempre «en esencia» incognoscible, y todo nuestro conocimiento de Dios se adquirirá siempre a través del intermediario de la manifestación, ya sea en esta vida o en la otra. Bahá’u’lláh escribe:

Él que está eternamente oculto a los ojos de los hombres, nunca puede ser conocido sino a través de su Manifestación, y su Manifestación no puede aducir una prueba mayor de la verdad de su Misión que la de su propia Persona.

La fuente de toda erudición es el conocimiento de Dios, exaltada sea Su Gloria, y esto no puede alcanzarse sino mediante el conocimiento de Su Manifestación Divina.

Otro rasgo extremadamente significativo de la ontología distintiva de los profetas y mensajeros como intermediarios es que cuando describen su autoridad como derivada de Dios, queda totalmente claro en las enseñanzas bahá’ís que la canalización específica de este mandato o Voluntad Primordial en ideas específicas, lenguaje apropiado y diseño social deriva de la fuerza de voluntad y creatividad de las propias manifestaciones. Es cierto que éstas reconocen repetidamente que todo lo que hacen y dicen deriva de Dios obrando a través de ellas, y en el sentido de que es la voluntad o el deseo de Dios hacer realidad una creación capaz de conocerle y adorarle, esto es precisamente exacto.

Pero es igualmente claro, a partir de varios pasajes a lo largo de los escritos bahá’ís, que el diseño específico de la dispensación llevada a cabo por la manifestación en su estación de «distinción» -es decir, como profeta que aparece en un momento particular en circunstancias particulares en las que hay necesidades específicas y capacidades específicas- la manifestación es la creadora de su propia revelación.

Por ejemplo, Shoghi Effendi afirma que el «Libro Más Sagrado» «puede realmente considerarse la emanación más brillante de la mente de Bahá’u’lláh, el Libro Madre de Su Dispensación y la Carta de Su Nuevo Orden Mundial» (cursiva añadida). Asimismo, en otro pasaje, Shoghi Effendi elogia el orden mundial que Bahá’u’lláh ha ideado como el producto del propio genio creativo y voluntario de Bahá’u’lláh. Esta metáfora ampliada, que es en sí misma una obra maravillosa del propio ingenio creativo del Guardián, expone esta capacidad en términos notablemente eficaces explicados en «El Día Prometido ha llegado» de Shoghi Effendi:

No dudemos nosotros, testigos vivientes de la avasalladora potencia de Su Fe, en ningún momento, ni por muy tenebrosa que sea la miseria que envuelve al mundo, de la capacidad de Bahá’u’lláh para forjar con el martillo de Su Voluntad y mediante el fuego de la tribulación, en el yunque de esta época de dolor y en la forma que Su mente ha previsto, los fragmentos dispersos y mutuamente destructivos de un mundo perverso, transformándolos en una sola unidad, sólida e indivisible, capaz de ejecutar Su designio para los hijos de los hombres.

En pocas palabras, la manifestación no es simplemente el portavoz o amanuense de Dios. Los profetas y mensajeros de Dios representan la fuerza creativa que traduce el deseo, la voluntad y el anhelo del Creador en incrementos de revelación, acción y diseño creativos, adecuados a lo que cada manifestación considera propicio para un periodo determinado de la evolución humana en nuestro planeta.

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