Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
La fe bahá’í ofrece una promesa de esperanza inagotable a este mundo ensombrecido. En un discurso que pronunció en Nueva York en 1912, Abdu’l-Bahá vinculó esta esperanza ilimitada a un Creador ilimitado:
Dios es infinito, las obras de Dios son infinitas, los dones de Dios son infinitos. Como Su divinidad es eterna, Su señorío y perfecciones no tienen fin. Como la misericordia del Espíritu Santo es eterna, nunca podemos decir que Sus dones terminan, a menos que Él termine. Si pensamos en el sol y luego tratamos de concebir el cese del calor y la llama del sol, hemos proclamado la inexistencia del sol. Pues de la separación del sol de sus rayos y calor es inconcebible. Entonces, si limitamos los dones de Dios, limitamos también Sus atributos y a Dios mismo.
Confiemos, pues, en la misericordia y dones de Dios. Regocijémonos con el hálito divino, iluminados y exaltados por las Buenas Nuevas celestiales. Dios siempre ha tratado al hombre con misericordia y benevolencia. Él, Quien es El Que ha conferido el Espíritu divino en tiempos anteriores, es abundantemente hábil y capaz en toda época y período de otorgar los mismos dones, por tanto tengamos esperanza. El Dios que anteriormente dio al mundo, lo hará ahora y en el futuro.
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Los bahá’ís creen firmemente que el futuro de la humanidad revelará una realidad brillante y resplandeciente. Sin embargo, si una oscura sensación de desesperanza invade tu pensamiento estos días, no estás solo.
Esos sentimientos, comunes en todos los países de la Tierra, se han extendido tanto que economistas, politólogos y futurólogos han empezado a estudiarlos seriamente e incluso a utilizarlos para predecir el futuro de naciones y regiones enteras.
Tradicionalmente, hemos utilizado indicadores económicos «duros» como el Producto Interno Bruto (PIB), los datos de desempleo o la renta familiar media para medir la salud general de nuestros países. Pero esas medidas puramente materialistas no miden otra mucho más importante: cómo se siente la gente.
¿Se siente la gente segura y protegida o hambrienta y desesperada? ¿Se sienten optimistas sobre el futuro o profundamente pesimistas? ¿Están enojados? ¿Tienen esperanza?
Hace más de una década, la Organización Gallup decidió empezar a medir lo que sus encuestadores y científicos denominan «Emociones globales»: la sensación colectiva de bienestar que todos sentimos o dejamos de sentir. Las encuestas de Gallup, realizadas en 160 países de todo el mundo, miden cómo se siente la gente respecto a los elementos interconectados que solemos considerar nuestro bienestar: nuestra calidad de vida, nuestra salud general, nuestro trabajo, nuestras redes sociales, nuestro compromiso con la vida y, lo que es más importante, nuestra esperanza en el futuro.
Los líderes mundiales utilizan estas métricas como una forma de determinar cómo califican sus ciudadanos su propio sentido del optimismo o pesimismo, lo que puede determinar, y a menudo determina, todo el futuro de una nación o una región global.
La encuesta «Emociones globales» de Gallup (link en inglés aquí) plantea muchas preguntas, pero se centra en dos principales. La encuesta las plantea así:
Imagina una escalera, con peldaños numerados del cero en la base al 10 en la cima. La parte superior de la escalera representa la mejor vida posible para usted y la parte inferior de la escalera representa la peor vida posible para usted. ¿En qué peldaño de la escalera crees que te encuentras en este momento?
¿Qué peldaño cree que ocupará en el futuro, digamos dentro de cinco años?
Las respuestas a estas preguntas han sido objeto de gran atención, por lo que es posible que los medios de comunicación hayan hecho eco de los resultados de las encuestas mundiales de Gallup. Normalmente, cuando los medios de comunicación informan sobre ellos, oímos hablar de los países con las evaluaciones de vida más altas en esa escala hipotética, o «índices de felicidad»: Dinamarca, Islandia, Suecia, Canadá, etc. Rara vez oímos hablar de los países situados en el medio o en el extremo inferior de la escala: Estados Unidos, por ejemplo, tiene una puntuación promedio de felicidad media; mientras que los países con guerras activas, conflictos e inseguridad alimentaria generalizada se sitúan en los puestos más bajos, como cabría esperar.
¿Te gustaría hacer la encuesta y valorar tu propia vida y tu sensación de bienestar emocional? Si es así, así es como los encuestadores de Gallup clasifican a los encuestados:
Quienes puntúan su vida actual con un 7 o más y su vida dentro de cinco años con un 8 o más se clasifican como prosperando, mientras que quienes puntúan ambas dimensiones con un 4 o menos se consideran en la categoría sufriendo. Los encuestados con puntuaciones intermedias son considerados como en apuros.
Una vez que hayas decidido asignar un número de estado de ánimo a tu propio peldaño en esa escalera de la «mejor vida posible», debes conocer un factor no divulgado y muy importante en relación con estas mediciones. Incluso los dos países mejor clasificados del mundo (Dinamarca e Islandia, con un 70%) apenas superan la categoría de en apuros para entrar en la categoría prosperando.
Los habitantes de todos los demás países del mundo se describen colectivamente a sí mismos y a su futuro potencial como en apuros o sufriendo. Esto refleja un profundo pesimismo sobre nuestras expectativas de futuro. A pesar de la relativa prosperidad, desarrollo y avances tecnológicos de nuestro mundo, la esperanza parece ser relativamente escasa en la mayoría de los lugares.
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Los bahá’ís creen que la esperanza proviene del conocimiento, especialmente del conocimiento que la verdadera fe proporciona sobre nuestras perspectivas de paz, unidad y felicidad en el futuro. Puesto que la fe significa esperanza en el futuro, y puesto que la palabra fe significa «confiar», las enseñanzas bahá’ís nos piden que confiemos en el amor y la misericordia de Dios para con la humanidad. En los escritos bahá’ís, Abdu’l-Bahá nos tranquiliza:
Se acerca rápidamente el día en que la luz del amor habrá disipado las tinieblas de la animosidad y los resplandores del sol de la verdad habrán ahuyentado la noche sombría. Este espíritu de comunión celestial, esta rectitud de los amigos de Dios promoverá el bienestar y la tranquilidad de toda la humanidad. Las facciones beligerantes se volverán pacíficas, los linajes opuestos serán amistosos, los pueblos hostiles se reconciliarán y las naciones agresivas se unirán. Esta es la gloria imperecedera del mundo humano. Esta es la iluminación suprema en el reino del Señor de la Misericordia. [Traducción provisional de Oriana Vento]
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