Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
¿Qué sucede cuando usted se hace bahá’í, pero todavía alberga algo de prejuicio racial en sus pensamientos más íntimos?
‘Abdu’l-Bahá instó a los bahá’ís a que se esforzaran constantemente por eliminar los prejuicios de sus propios corazones y a manifestar amor por toda la humanidad en sus actividades individuales y colectivas. Él ejemplificó esas enseñanzas en su propio comportamiento, mostrando gran amor por todas las personas sin importar su color.
Esta nueva forma de ser era muy desafiante para los primeros creyentes estadounidenses, muchos de los cuales tuvieron que esforzarse por cambiar toda una vida de actitudes y suposiciones que estaban en desacuerdo con los principios bahá’ís. ‘Abdu’l-Bahá, amoroso pero muy firme e insistente, depositó una clara responsabilidad en los bahá’ís para transformar sus actitudes y comportamientos. Muchos de estos individuos, por amor a él y por Bahá’u’lláh, transformaron sus vidas para ponerlas en conformidad con el principio bahá’í de la unidad de la humanidad.
Hasta el día de hoy todos los bahá’ís deben comprometerse en este esfuerzo si él o ella quieren ser fieles a las enseñanzas de Bahá’u’lláh.
En los primeros días después de que la Fe Bahá’í se estableciera en los Estados Unidos, cuando la segregación fue impuesta por las leyes de Jim Crow, era costumbre en la mayoría de las ciudades, que los creyentes negros y los creyentes blancos se reunieran por separado. Había sólo unas pocas excepciones a esto. Para la mayoría de los bahá’ís esto era natural, porque era la práctica habitual. Sin embargo, ‘Abdu’l-Bahá puso fin a esta práctica, y pronto las reuniones se integraron. También él aprovechó cada oportunidad para demostrar cómo el amor por todas las personas debía ser la norma, sin importar si esto iba en contra de la costumbre social.
Una historia bien conocida sobre ‘Abdu’l-Bahá cuenta sobre un almuerzo en una recepción que tuvo lugar en Washington, DC, en el hogar de una pareja de esposos que eran bahá’ís. Ambos eran socialmente prominentes y habían invitado a varios invitados eminentes a unirse a ellos en honor a ‘Abdu’l-Bahá. Lo que sucedió fue que él había dado una charla en la Universidad de Howard ese mismo día, e invitó a un bahá’í afroamericano a la casa de esta pareja para una entrevista.
Cuando se anunció el almuerzo, esta persona se preparó para salir de la casa. Aunque él era bahá’í como muchos de los invitados, no había sido invitado a unirse al almuerzo. Al darse cuenta de la ausencia de esta persona en la mesa, ‘Abdu’l-Bahá pidió a alguien que lo trajera. Cuando entró en el comedor, ‘Abdu’l-Bahá había reorganizado los asientos y había indicado que él se sentara en el puesto de honor, justo a la derecha de ‘Abdu’l-Bahá. Entonces ‘Abdu’l-Bahá habló sobre la unidad de la humanidad. Tal acto era prácticamente inaudito en ese día y en aquel tiempo y suscitó el punto de la declaración de Bahá’u’lláh:
«¡Oh hermanos! Que las acciones, y no las palabras, sean vuestro adorno.» – Bahá’u’lláh, Las palabras ocultas, página 57.
‘Abdu’l-Bahá fue aún más lejos, animando a bahá’ís de diferentes razas a casarse:
“Si es posible, reúnan estas dos razas, blanca y negra, en una asamblea y pongan tal amor en sus corazones de forma que no sólo se reúnan, sino que se casen entre sí. Tengan por seguro de que el resultado de esto eliminará las diferencias y disputas entre blancos y negros. Por la voluntad de Dios, que así sea. Este es un gran servicio al mundo de la humanidad.” – ‘Abdu’l-Bahá, citado por Gayle Morrison en To Move the World, página 46. [Traducción de Cortesía]
El mismo bahá’í afroamericano que asistió a la recepción, Louis Gregory, eventualmente se casó con una bahá’í blanca, Louisa Mathew. ‘Abdu’l-Bahá mismo sugirió la pareja. Aunque los dos no habían tenido la idea de casarse antes, su amor por ‘Abdu’l-Bahá era tan grande, y su confianza en él tan inquebrantable, que pronto accedieron, aunque eran muy conscientes de las dificultades que presentaría su unión tanto para sí mismos como para los demás.
Esta era una época en la que el matrimonio interracial era ilegal en la mayor parte de los Estados Unidos, y aún el solo pensamiento de esto era generalmente aborrecido incluso en los círculos más liberales. Los dos ni siquiera podían viajar juntos con seguridad en ciertas regiones del país. Pero con el paso del tiempo, el señor Gregory surgió como uno de los bahá’ís más destacados de la historia de la fe, un sobresaliente ejemplo de cómo promover la comprensión racial y la unidad humana con valentía y amor.
‘Abdu’l-Bahá dijo una vez de él:
“Él es semejante al oro puro. Por eso él es aceptable en cualquier mercado y está vigente en todos los países” – Ibid., página 314. [Traducción de Cortesía]
La larga y amorosa relación de Louis y Louisa Gregory, demostró que el prejuicio racial es una ilusión y demostró el potencial de la verdadera unidad y la felicidad que vienen con la adhesión a la voluntad de Dios.
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