Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Las enseñanzas bahá’ís nos invitan a orar todos los días. Esa comunión espiritual con Dios atrae el amor, la confianza y la realización de nuestra dependencia de Él para todas las cosas.
Los seres humanos a menudo nos enfrentamos a pruebas y dificultades en la vida y nos encontramos en necesidad de asistencia. La oración sincera pide ayuda a Dios con esas pruebas y dificultades, y los escritos bahá’ís nos aseguran que Dios responde esas oraciones, como todas las oraciones ofrecidas con verdadero amor y sinceridad.
Los bahá’ís también suplican a Dios por el crecimiento espiritual, pero la oración no le pide a Dios que haga cosas por nosotros. En su forma más elevada es una comunión nacida del amor puro, sin deseo de nada más que cercanía a Dios. De hecho, podemos, llenos de fe y de confianza en Dios, pedir sólo para contentarnos con la voluntad de Dios, y darle gracias y alabanza. En Las Palabras Ocultas, Bahá’u’lláh enseña que nuestra relación con Dios debe ser tal que deseamos para nosotros mismos lo que Dios quiere, porque esto es lo mejor para nosotros:
¡Oh Hijo del Espíritu! No Me pidas lo que no deseamos para ti; conténtate, pues, con lo que hemos ordenado para ti, porque esto es lo que te beneficia, si con ello te contentas. – Bahá’u’lláh, Las palabras ocultas, página 31
La oración tiene un efecto profundo. No importa lo que oremos, el mismo acto de comunión tiene una influencia sobre el alma individual. La oración ayuda a hacer a una persona cada vez más espiritual y firme en el amor de Dios. La oración también tiene un efecto más allá del individuo. La siguiente declaración de Bahá’u’lláh afirma ambos puntos:
Entona, oh Mi siervo, los versículos de Dios que has recibido, como son entonados por aquellos que se han acercado a Él, para que la dulzura de tu melodía encienda tu propia alma y atraiga los corazones de todos los hombres. Siempre que alguien recite en la intimidad de su aposento los versículos que Dios ha revelado, los ángeles esparcidores del Todopoderoso difundirán por doquier la fragancia de las palabras emanadas de su boca, y harán que palpite el corazón de todo hombre recto. Aunque al principio permanezca inconsciente de su efecto, sin embargo, la virtud de la gracia que le ha sido concedida debe necesariamente ejercer tarde o temprano influencia sobre su alma. Así han sido decretados los misterios de la Revelación de Dios en virtud de la Voluntad de Aquel que es la Fuente de poder y sabiduría. – Bahá’u’lláh, Pasajes de los escritos de Bahá’u’lláh, página 332
El Báb, Bahá’u’lláh y ’Abdu’l-Bahá revelaron hermosas oraciones poéticas que los bahá’ís recitan. Cientos de oraciones. Aunque los bahá’ís también oran con sus propias palabras, las oraciones reveladas, porque son la Palabra de Dios, tienen un poder espiritual especial. Tienen un valor añadido porque nos muestran cómo debemos dirigirnos a Dios, e indicamos el tipo de cosas por las cuales debemos orar. En estos aspectos son similares a la Oración del Señor revelada por Jesucristo. Aquí hay algunas oraciones de Bahá’u’lláh:
¡Oh mi Dios, oh mi Dios! Une los corazones de Tus siervos y revélales Tu gran propósito. Que sigan Tus mandamientos y se atengan a Tu ley. Ayúdales, oh Dios, en sus esfuerzos y confiéreles fuerza para servirte. ¡Oh Dios! No los abandones a sí mismos, sino guía sus pasos con la luz de Tu conocimiento y alegra sus corazones con Tu amor. Verdaderamente Tú eres su Auxiliador y su Señor. – Bahá’u’lláh, Oraciones bahá’ís, página 272
¡M Dios, mi Adorado, mi Rey, mi deseo! ¿Qué lengua puede expresar mis gracias a Ti? Yo era negligente, Tú me despertaste. Yo Te había dado la espalda, Tú me ayudaste bondadosamente a volverme hacia Ti. Yo era como un muerto, Tú me vivificaste con el agua de vida. Yo estaba marchito, Tú me reanimaste con la corriente celestial de Tu palabra que ha fluido de la Pluma del Todomisericordioso. – Ibid., página 50
¡Oh Divina Providencia! Toda la existencia es engendrada por Tu munificencia; no la prives de las aguas de Tu generosidad ni del océano de Tu misericordia. Te imploro que me ayudes y me asistas en todo momento y en todas condiciones, y anhelo Tu antiguo favor del cielo de Tu gracia. Tú eres, en verdad, el Señor de munificencia y el Soberano del reino de la eternidad. – Ibid., página 51
T u nombre es mi curación, oh mi Dios, y el recuerdo de Ti es mi remedio. La proximidad a Ti es mi esperanza y el amor por Ti es mi compañero. Tu misericordia hacia mí es mi curación y mi socorro, tanto en este mundo como en el venidero. Tú verdaderamente eres el Todogeneroso, el Omnisciente, el Sapientísimo. – Ibid., página 86
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