Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Si elegimos vivir sólo para esta vida temporal, Bahá’u’lláh nos dice gentilmente, conoceremos la desesperación y la futilidad de las ambiciones y deseos terrenales:
¡Oh Sombra Fugaz! Rebasa las bajas etapas de la duda y elévate a las exaltadas alturas de la certeza. Abre el ojo de la verdad, para que puedas contemplar la Belleza manifiesta y exclames: ¡Santificado sea el Señor, el más excelente de todos los creadores! – Las palabras ocultas, página 56
Vivir por el bien de su alma requiere un ejercicio diario de la voluntad. Como cada vez que usamos nuestros músculos físicos nos fortalecemos; cada vez que hacemos una elección basada en nuestra realidad espiritual nos hacemos más fuertes. Cuando damos el primer paso hacia la espiritualidad, Bahá’u’lláh nos promete que recibiremos el estímulo divino:
Tú no decepcionas a nadie que Te haya buscado, ni apartas a quien Te haya deseado. Ordena para mí lo que sea propio del cielo de Tu generosidad y del océano de Tu munificencia. – Oraciones bahá’ís, páginas 186-187
Vivir por el bien de nuestra alma requiere pureza. Nos volvemos puros reconociendo nuestras imperfecciones a nuestro Creador, luego esforzándonos por hacer lo mejor, limpiar y pulir los espejos de nuestros corazones y almas. El despertar espiritual viene entonces como resultado de nuestros esfuerzos, y como un don de Dios. En una oración, Bahá’u’lláh se dirige a Dios, diciendo:
¡Mi Dios, mi Adorado, mi Rey, mi deseo! ¿Qué lengua puede expresar mis gracias a Ti? Yo era negligente, Tú me despertaste. Yo Te había dado la espalda, Tú me ayudaste bondadosamente a volverme hacia Ti. Yo era como un muerto, Tú me vivificaste con el agua de vida. Yo estaba marchito, Tú me reanimaste con la corriente celestial de Tu palabra que ha fluido de la Pluma del Todomisericordioso.
¡Oh Divina Providencia! Toda la existencia es engendrada por Tu munificencia; no la prives de las aguas de Tu generosidad ni del océano de Tu misericordia. Te imploro que me ayudes y me asistas en todo momento y en todas condiciones, y anhelo Tu antiguo favor del cielo de Tu gracia. Tú eres, en verdad, el Señor de munificencia y el Soberano del reino de la eternidad. – Bahá’u’lláh, Oraciones bahá’ís, páginas 50-51
El propósito de la espiritualidad no es sólo encender nuestras propias almas, sino darnos la fuerza y el coraje para levantarnos y transformar el mundo que nos rodea. Como tantas oraciones bahá’ís y meditaciones, esta oración de ‘Abdu’l-Bahá es para el despertar espiritual y el crecimiento:
¡Oh Dios compasivo! Te doy gracias por haberme despertado y hecho ve y me has favorecido con un oído que escucha, me has conducido a Tu reino y me has guiado hacia Tu sendero. Tú me has indicado el camino verdadero y me has hecho entrar en el arca de liberación.
¡Oh Dios! Mantenme constante y hazme firme y leal. Protégeme de pruebas violentas, presérvame y dame amparo en la fortaleza sólidamente amurallada de Tu Alianza y Testamento. Tú eres el poderoso. Tú eres el que ve. Tú eres el que oye. ¡Oh Tú, Dios compasivo! Concédeme un corazón que se ilumine como un cristal con la luz de Tu amor, y confiéreme pensamientos que, mediante las efusiones de la gracia celestial, transformen este mundo en un jardín de rosas.
Tú eres el Compasivo, el Misericordioso. Tú eres el Gran Dios Benéfico. – ‘Abdu’l-Bahá, Oraciones bahá’ís, páginas 167-168
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