Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Pruebe esto alguna vez: mire las noticias y vea si puede separar lo que es accidental de lo que no lo es.
Un camión lleno de naranjas se vuelca en una autopista, cerrando el acceso a la vía durante tres horas; un conductor ebrio mata a una familia de cuatro personas en un choque frontal; un piano cae sobre una persona desprevenida y desafortunada. Un niño le pega un tiro a su hermano cuando dispara una pistola; un techo se desprende de una escuela durante el paso de un huracán; el pie de un peatón es aplastado por los neumáticos de un camión que va pasando; una estudiante recibe un disparo en un tiroteo. ¿Son accidentes todos ellos?
Algunos dirían que sí, otros dirían que no. Veamos si podemos averiguar la diferencia. Aquí está una definición de diccionario:
Accidente. n 1. Un incidente desafortunado que sucede de forma inesperada e involuntaria, que normalmente resulta en daño o lesión 2. Un suceso que ocurre por casualidad o que no tiene causa aparente o deliberada .
Podemos estar de acuerdo en que los ejemplos del primer párrafo fueron «incidentes desafortunados» que resultaron en «daños o lesiones», pero ¿fueron todos «inesperados e involuntarios» sin «causa aparente o deliberada”?
Usualmente dejamos esa decisión a los tribunales o a la compañía de seguros. Esto se debe a que, en la mayoría de los casos, queremos que alguien o algo sea el culpable de causar el incidente desafortunado, incluso si es un «acto de Dios», como si Dios causara la miseria y la muerte de una manera u otra.
En esta realidad física que llamamos mundo, todo efecto tiene una causa, así podamos verla o no. Cuando el viento mueve las campanas y hace música hermosa, el efecto está ligado, coincide con, o es subsecuente a la causa. La antigua regla establecida de causa y efecto, o causalidad, forma la base de todo descubrimiento y teoría científica. Las enseñanzas bahá’ís están de acuerdo, diciendo «para todo efecto debe existir una causa.» (de una Tabla de ‘Abdu’l-Bahá dirigida al Dr. Augusto Forel, página 6)
Entonces ¿es cada accidente realmente un accidente? ¿Deberíamos culpar a los frenos desgastados de la camioneta que se estrelló en una casa, a pesar de que el conductor estaba ebrio o drogado?
Parece que necesitamos una nueva palabra para «accidente», para separar causas verdaderamente accidentales o no identificables, de causas identificables y censurables. Es por eso que tenemos distinciones legales entre asesinato premeditado, asesinato, homicidio justificable y homicidio. Tenemos que admitir que muchos «accidentes» son causados por la negligencia e inesperadas formas de pensar de la gente común y poco común (como los criminales en muchos casos), en lugar de causas verdaderamente accidentales como las cuerdas rompiéndose mientras sostienen un piano en el aire.
Pero incluso en ese caso, podemos preguntarnos, ¿por qué no se usaron cuerdas más fuertes para levantar el piano? ¿Por qué el conductor del camión lleno de canastas de naranjas no giró más lento? ¿Por qué la pistola era accesible para los niños que jugaban solos en casa?
De hecho, me hubiese sorprendido si las tarifas de mi seguro se hubiesen disparado después de que un conductor novato se hubiese estrellado con mi carro que tenía parqueado en la calle de mi barrio.
Por supuesto, nadie puede detener un huracán o un terremoto – ese tipo de eventos naturales realmente cumplen con la definición de accidental. Pero pocos accidentes reales suceden cuando se trata de la interacción de humanos adultos – todos tenemos responsabilidad por lo que hacemos, y las enseñanzas bahá’ís dicen que cada uno se enfrentará a esa responsabilidad, ya sea en este mundo o en el siguiente:
Sabed que el mundo y sus vanidades y sus adornos desaparecerán. Nada perdurará salvo el Reino de Dios, que no pertenece a nadie sino a Él, el Soberano Señor de todo, Quien ayuda en el peligro, el Todoglorioso, el Todopoderoso. Los días de vuestra vida pasarán, y perecerán todas las cosas con que os ocupáis y de las cuales os jactáis, y vosotros, con toda seguridad, seréis emplazados por una compañía de Sus ángeles a comparecer en el lugar donde temblarán los miembros de toda la creación, y sentirá escalofrío la carne de todo opresor. Se os pedirá cuenta de las cosas que vuestras manos han hecho en vuestra vana vida y recibiréis el justo pago por vuestras acciones. Éste es el día que os llegará inevitablemente, la hora que nadie puede postergar. Esto lo ha atestiguado la Lengua de Quien habla la verdad y es el Conocedor de todas las cosas. – Bahá’u’lláh, Pasajes de los escritos de Bahá’u’lláh, pp. 145-146.
Como seres maduros, nuestro trabajo en la vida implica aceptar y cumplir nuestra responsabilidad por las cosas que nuestras «manos han hecho». Esa profunda responsabilidad espiritual significa que debemos esforzarnos por no ser causa de dolor para ningún otro ser humano.
Antes de salir a la calle, pruebe los frenos. No conduzca si no se siente capaz de hacerlo. Si usted posee un arma, guárdela en una caja con cerradura y tenga la llave usted mismo. Pero más allá de todo eso, tome algún tiempo cada día contemplando si ha causado a alguien cualquier dolor o tristeza, y decida, antes del final de ese día, hacer lo que pueda para rectificar y reparar sus acciones.
Comentarios
Inicia sesión o Crea una Cuenta
Continuar con Googleo