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Las afirmaciones de Bahá’u’lláh: ¿cómo puedo decidir si son verdaderas?

David Langness | Mar 1, 2021

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David Langness | Mar 1, 2021

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La afirmación de Bahá’u’lláh -de ser el profeta y fundador de una nueva revelación espiritual- constituye el mensaje central de la fe bahá’í, que afirma que ha amanecido una nueva primavera espiritual para la humanidad.

Una vez más, creen los bahá’ís, el mundo ha sido testigo del advenimiento galvanizador de un mensajero de Dios que trae un nuevo conjunto de enseñanzas espirituales y sociales a la humanidad.

Al igual que Moisés, Buda o Cristo, la nueva fe de Bahá’u’lláh presenta la llamada de Dios y nos llama a todos a mirar hacia su luz mística.

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Sí, ese tipo de afirmación tiene un nivel muy alto sobre el que actuar. Sin embargo, Bahá’u’lláh no exigió que cada persona lo creyera inmediatamente. Por el contrario, dejó que el poder de razonamiento de cada individuo decidiera sobre los méritos de su verdad y determinara si aceptaba o no su afirmación. Como dijo el hijo y sucesor de Bahá’u’lláh, Abdu’l-Bahá, a una audiencia estadounidense a principios del siglo XX:

…Dios ha creado en el hombre el poder de la razón, que capacita al hombre para investigar la realidad. Dios no desea que el hombre imite ciegamente a sus padres y antepasados. Lo ha dotado con una mente o facultad de razonamiento y con ella ha de investigar y descubrir la verdad, y lo que encuentre real y verdadero debe aceptarlo. No debe ser un imitador o ciego seguidor de ninguna alma. No debe confiar en la opinión de ningún hombre sin cuestionar previamente. No. Cada alma debe buscar de modo inteligente e independiente para llegar a la conclusión real, obligado sólo por esa realidad.

Bahá’u’lláh no solicitó ni fomentó la fe ciega, sino que pidió a los buscadores que se decidieran por sí mismos tras una investigación independiente de la verdad. Entonces, ¿qué proceso puede utilizar una persona interesada para determinar la veracidad de la afirmación de Bahá’u’lláh, ya que la fe bahá’í no tiene clero?

Bahá’u’lláh simplemente invitó a todos a investigar sus enseñanzas, su estación y sus afirmaciones, y a decidir por sí mismos si las aceptan o no. Debido al primer principio de la fe bahá’í, la investigación independiente de la verdad, los bahá’ís no imponen sus creencias a los demás, ni hacen proselitismo de las enseñanzas bahá’ís, ni insisten en que otros las acepten. Por el contrario, la llamada de Bahá’u’lláh resuena suave, silenciosa y pacífica, pidiendo a la humanidad que considere, reflexione y medite sobre sus afirmaciones sustanciales. En sus escritos, Bahá’u’lláh formuló esa desafiante llamada en estos términos:

El tiempo preordinado para los pueblos y naciones de la tierra ya ha llegado. Las promesas de Dios, según están registradas en las sagradas Escrituras, han sido cumplidas. Desde Sión ha salido la Ley de Dios y Jerusalén y sus montañas y campos están llenos de la gloria de su Revelación. Feliz el hombre que pondera en su corazón aquello que ha sido revelado en los Libros de Dios, el que Ayuda en el Peligro, el que Subsiste por sí mismo. Meditad sobre esto, oh amados de Dios, y permitid que vuestros oídos estén atentos a su Palabra, para que os sea posible, por su gracia y misericordia, beber cuanto podáis de las cristalinas aguas de la constancia y ser en su Causa firmes e inamovibles como la montaña.

Así que ahora que has oído hablar de la nueva revelación de Bahá’u’lláh, la siguiente pregunta es: ¿Es verdadera? Si encuentras que la respuesta es afirmativa, puede cambiar tu vida.

Abdu’l-Bahá, el hijo de Bahá’u’lláh y el líder de la fe bahá’í tras el fallecimiento de Bahá’u’lláh, dio este consejo: “…es imperativo que renunciemos a nuestros prejuicios particulares y a nuestras supersticiones si es que deseamos ardientemente buscar la verdad”.

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Los bahá’ís creen firmemente que cada persona debe emprender su propia búsqueda independiente de la verdad, y tomar sus decisiones basándose no en la tradición, ni en la herencia, ni en la cultura, sino en lo que suena a verdad en la mente, el corazón y el alma, tal y como lo describió Abdu’l-Bahá ante un público estadounidense en Nueva York en 1912:

La Palabra de la Verdad, no importa qué labio la pronuncie, debe ser apreciada. Verdades absolutas, no importa el libro donde se encuentran, deben ser aceptadas. Si albergamos prejuicios, ellos serán la causa de privaciones e ignorancia. De la lucha entre las religiones, naciones y razas nacen los malentendidos. Si investigamos las religiones para descubrir los principios que sostienen sus cimientos, encontraremos que están acordes, porque la Realidad fundamental de ellas es una y no múltiple. Esto significa que los religiosos del mundo alcanzarán su punto de unidad en la reconciliación. Ellos descubrirán la verdad, de que el objeto de la religión es la adquisición de loables virtudes, el mejoramiento de la moral, el desarrollo espiritual de la humanidad, el alcance de una existencia real y de las Gracias Divinas.

Los bahá’ís entienden que, independientemente de la procedencia de la verdad, ésta sigue siendo la verdad. Pero, ¿cómo se determina lo que es verdadero y lo que es falso? En una reunión en París, Abdu’l-Bahá dijo que el primer paso consiste en abandonar los prejuicios de la tradición:

Si una persona desea triunfar en la búsqueda de la verdad, en primer lugar debe cerrar sus ojos a todas las supersticiones tradicionales del pasado.

Los judíos tienen tradiciones supersticiosas, los budistas y los zoroastrianos no están exentos de ellas, y tampoco lo están los cristianos. Todas las religiones se han sometido gradualmente a la tradición y el dogma.

Todas se consideran a sí mismas, respectivamente, las únicas guardianas de la verdad, y creen que todas las demás religiones están llenas de errores. ¡Sólo ellas están en lo cierto, y todas las demás están equivocadas! Los judíos creen que ellos son los únicos poseedores de la verdad, y condenan a todas las demás religiones. Los cristianos afirman que su religión es la única verdadera, y que todas las demás son falsas. Lo mismo ocurre con los budistas y mahometanos; todas las religiones se circunscriben a sí mismas. Si todas condenan a las demás, ¿dónde debemos buscar la verdad? Todas se contradicen mutuamente, todas no pueden ser verdaderas. Si cada uno cree que su religión particular es la única verdadera, cegará sus ojos a la verdad de las demás. Si, por ejemplo, un judío está atado a las prácticas externas de la religión de Israel, se está negando a descubrir la verdad que puede existir en otra religión; ¡todo debe estar contenido en la suya!

Nosotros deberíamos, pues, desprendernos de las formas y prácticas externas de la religión. Debemos convencernos de que estas formas y prácticas, aun siendo hermosas, no son sino la vestimenta que arropa el ardiente corazón y los miembros vivientes de la Verdad Divina. Debemos abandonar los prejuicios tradicionales, si es que deseamos tener éxito en la búsqueda de la verdad en la esencia de todas las religiones.

En el próximo artículo de esta serie, examinaremos diez enseñanzas centrales que Bahá’u’lláh dio al mundo.

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