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Las opiniones y puntos de vista expresados en este artículo pertenecen al autor únicamente, y no necesariamente reflejan la opinión de BahaiTeachings.org o de alguna institución de la Fe Bahá'í. El sitio web oficial de la Fe Bahá’í es Bahai.org y el sitio web oficial de los bahá’ís de los Estados Unidos es Bahai.us.
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Espiritualidad

Las lecciones que aprendemos del sufrimiento de los Profetas

David Langness | May 18, 2017

PARTE 1 IN SERIES Culpando al Mensajero

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PARTE 1 IN SERIES Culpando al Mensajero

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¿Cómo podemos entender el sufrimiento de los profetas?

En el ensayo anterior de esta serie, en el que se preguntaba por qué los seres humanos torturan y persiguen a sus visionarios, examinamos brevemente la vida temprana de Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe Bahá’í. Criado en una prominente familia persa, Bahá’u’lláh:

… a lo largo de Su estancia en este mundo transitorio, siempre fue un cautivo encadenado, o vivió bajo una espada, o estuvo sometido a extremo sufrimiento y tormento, o encarcelado en la Más Grande Prisión. Debido a Su debilidad física, provocada por las aflicciones, Su bendito cuerpo se había consumido hasta ser un suspiro y, de tanto sufrir, era liviano como una telaraña. Y Su razón para llevar esta pesada carga y soportar toda esta angustia, que era como un océano que lanza sus olas al alto cielo, Su razón para colocarse las pesadas cadenas de hierro y llegar a ser la personificación misma de la mayor resignación y mansedumbre, era la de conducir a todas las almas de la tierra hacia la concordia, el compañerismo y la unicidad; la de dar a conocer en medio de todos los pueblos el signo de la singularidad de Dios, para que, finalmente, la unidad primordial depositada en el corazón de todas las cosas creadas produjera el fruto esperado… – ‘Abdu’l-Bahá, Selección de los escritos de ‘Abdu’l-Bahá, página 346

Bahá’u’lláh ciertamente no sufrió estas tribulaciones voluntariamente, pero en un sentido fueron opcionales. Simplemente negando las enseñanzas bahá’ís y retractando sus creencias, Bahá’u’lláh podría haber escapado de las torturas y el encarcelamiento que sufrió, pero no lo hizo. En cambio, con el objetivo de unificar a toda la humanidad, Bahá’u’lláh persistió en vivir y difundir las nuevas enseñanzas bahá’ís, a pesar del terrible trato que recibió por su fe pacífica, progresista e iluminada.

El gobierno persa encarceló injustamente a Bahá’u’lláh por sus creencias en 1852. Sufrió mucho durante ese encarcelamiento, pasó cuatro meses en una miserable mazmorra subterránea, en total oscuridad, atado por un par de cadenas de cien libras con collares de acero, condiciones duras, tan sucias y asquerosas que pocos sobrevivieron. Bahá’u’lláh llevó las marcas de esas dolorosas cadenas de hierro por el resto de su vida.

Los fundadores de las grandes religiones del mundo sufrieron cada uno, de una forma de persecución: Cristo por un total de tres años, por ejemplo, y Muhammad durante trece años. El tormento y la persecución de Bahá’u’lláh duró cuarenta años, desde aquel primer incidente del bastinado y encarcelamiento en 1852 hasta su muerte como prisionero en el exilio lejos de su tierra natal en 1892. Este largo y agudo registro de los repetidos encarcelamientos, los encierros, los juicios y las torturas de Bahá’u’lláh no tienen paralelo en la historia de la religión. Sus sufrimientos, cuando se toman juntos, han hecho que los historiadores preguntaran si alguien podría mostrar mayor resistencia humana a causa de una Causa.
¿Por qué sufrió? Las enseñanzas bahá’ís nos dicen que para crear un mundo mejor para todas las personas, Bahá’u’lláh soportó innumerables persecuciones para mostrar a la humanidad el rostro de la divinidad, así como Cristo sufrió para redimir al mundo:

Bahá’u’lláh soportó graves pruebas, grandes dificultades y una persecución violenta. Fue encarcelado y torturado, y finalmente exiliado de Su tierra natal. Alegremente soportó toda ordalía y castigo. En Sus exilios sucesivos de un país a otro hasta el momento de Su ascensión, Él fue capaz de promulgar Sus Enseñanzas, incluso desde la prisión. Dondequiera Sus opresores Lo enviaban, levantaba el estandarte de la unidad de la humanidad. – ‘Abdu’l-Bahá, La promulgación de la paz universal, página 121

Este registro de la persecución plantea muchas preguntas: ¿por qué este vergonzoso ciclo se repite tantas veces? ¿Por qué los gobernantes, el clero y las autoridades religiosas reinantes constantemente y consistentemente oprimen a los mensajeros de las nuevas creencias? De hecho, ¿por qué ese mismo ciclo se repite, no sólo con los fundadores de las grandes religiones, sino con los fundadores de la gran ciencia, cuyos descubridores también han sido perseguidos y maltratados? ¿Por qué las nuevas ideas causan tales reacciones negativas?

Las enseñanzas bahá’ís dicen que este patrón histórico repetitivo tiene sus raíces en la naturaleza cíclica de la creencia. A lo largo de los siglos, esos ciclos de la vida de la fe hicieron que las nuevas creencias se separaran lentamente, fueran aceptadas extensamente, después institucionalizadas, después gradualmente fosilizadas, luego inevitablemente corruptas. Eventualmente, este patrón hizo que los líderes religiosos y los gobernantes políticos que subieron al poder en esas tradiciones se arraigaran en su fanatismo y dogmatismo. Cuando una nueva enseñanza aparecía, ya sea como un nuevo sistema de creencias o un nuevo avance científico, aquellos con poder y autoridad vieron ese nuevo mensaje como una amenaza, calificaron a los mensajeros de herejes y cortaron violentamente la voz de la libertad, el conocimiento y el desarrollo de conciencia.

Las enseñanzas bahá’ís dicen que esta secuencia aparentemente inevitable de acontecimientos hace necesaria la renovación de la religión. Debido a que los seres humanos a menudo critican y rechazan a los nuevos innovadores y mensajeros espirituales, esa renovación a menudo implica dolor, tortura y sufrimiento.

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